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Los lectores opinan sobre el viaje de Von der Leyen y Borrell a Bucha, el ‘caso mascarillas’ y los pactos con la extrema derecha
Honrar a nuestros dirigentes no cosecha habitualmente ningún entusiasmo, no reúne likes y, sin embargo, a veces es necesario hacerlo. Una mujer valiente dirige nuestra Unión Europea y un español con coraje la acompañaba el pasado viernes en el descenso al infierno de Bucha. Ni la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ni el alto representante, Josep Borrel, tenían obligación alguna de coger un tren de madrugada en Polonia y de presentarse ante la ignominia humana. Nada les imponía salir del área de la confortable y segura moqueta para acercarse a esa ciudad tan castigada y presenciar las consecuencias de la masacre. Y, sin embargo, estaban ahí, arriesgando sus vidas, para clamar bien alto en nombre de todos los ciudadanos y ciudadanas de Europa que se detenga ya de una vez por todas esa salvaje invasión de Ucrania. Se personaron ante los plásticos negros de la crueldad humana para afirmar que somos siempre la apuesta por la vida, la firmeza ante la barbarie, y no solo un mercado común.
Koldo Aldai. Artaza (Navarra).
Comisionistas de mascarillas
Algunos comisionistas han conseguido un millón de euros por una simple gestión consistente en una llamada para conseguir un contrato de mascarillas. Lo peor no es que hayan podido incurrir en un delito, sino que estas personas sientan que realmente no ha sido el caso y que lo que han hecho no es inmoral. ¿Qué tipo de persona puede sentir o pensar que es normal y no completamente indecente, mientras morían cientos de personas por la covid, llevarse una comisión de un millón de euros por una simple llamada? Es necesario que muchas cosas cambien en la sociedad española y que se enseñe en las escuelas qué significa no tener moral alguna.
Luis Mariano Moreno Écija. Getafe.
Pactos indignantes
Me indigna que se consideren todos los pactos y coaliciones igual de respetables, que se homologuen aspiraciones —como la republicana— por ahora sin cabida en la Constitución, pero perfectamente legítimas —en tanto que viables por cauces democráticos—, con propuestas que conculcan derechos humanos o valores democráticos insoslayables, como las que monopoliza Vox: banalización del fascismo, negación de una violencia de género, trabas a la consecución de la igualdad, estigmatización del inmigrante, etcétera. Así que no, no es lo mismo pactar con este partido que con otros. Para muestra, lo que ya sufrimos en Castilla y León: decisiones orientadas a borrar progresos democráticos que creíamos consagrados.
Hortensia García García. Ávila.
Combatir a los ultras
El porcentaje obtenido por el partido ultraderechista de Marine Le Pen en la primera vuelta de las elecciones francesas es más que preocupante. Esperemos que el “cordón democrático” impida su victoria. En casi toda Europa, la ultraderecha antieuropea, xenófoba y provinciana, parece inspirarse en el fascismo y el colaboracionismo que se desarrollaron en los países que fueron invadidos por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. En España, Vox también comparte esa ideología antieuropea, racista y provinciana, y se beneficia del apoyo, más o menos explícito, de otros partidos que no quieren entender que el franquismo no fue nada positivo para España. Eso hace imposible que aquí se pueda conseguir un “cinturón democrático” ―como lo vemos en la actualidad con el nuevo Gobierno de Castilla y León― que mantenga fuera a Vox de los gobiernos autonómicos y municipales.
Antonio María de Régil Arteaga. Madrid
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