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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Eje autoritario

La confluencia de intereses y posiciones entre Pekín y Moscú representa un retorno a los primeros años de la Guerra Fría

Vista de los anillos olímpicos durante los preparativos de los Juegos de Invierno de Beijing 2022, en Zhangjakou, China, el 29 de enero.
Vista de los anillos olímpicos durante los preparativos de los Juegos de Invierno de Beijing 2022, en Zhangjakou, China, el 29 de enero.Guillaume Horcajuelo (EFE)
El País

La inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 este viernes en Pekín carga de sentido al encuentro entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y el chino, Xi Jinping. Los Juegos empiezan en mitad de la crisis de Ucrania y bajo el boicoteo diplomático de Estados Unidos, Canadá o Australia, además de la presencia de un carrusel de gobernantes entre los que destacan el dictador egipcio Abdelfatá al Sisi, el príncipe saudí Mohamed Bin Salmán y especialmente Vladímir Putin, algo así como la flor y nata mundial del autoritarismo.

China ya ha expresado la solidaridad con las preocupaciones rusas respecto a su seguridad, amenazada según el Kremlin por la OTAN y por las aspiraciones ucranias a mantener su soberanía y su democracia. Aunque China no reconoce la anexión de Crimea y pretende mantener unas buenas relaciones, especialmente económicas, con Ucrania, ambas superpotencias están interesadas en una eficaz coordinación, especialmente militar, frente a la OTAN y a la Unión Europea.

En caso de severas sanciones económicas occidentales, a Rusia le interesa contar con la solidaridad china para eludirlas. Para Pekín, la actual guerra fría particular abierta entre Washington y Moscú es un test respecto a sus márgenes de acción en la isla de Taiwán. También constituye un primer experimento a cargo de su vecino ruso sobre el funcionamiento de una economía globalizada de doble circulación, una teoría con la que China pretende blindar las cadenas de producción y suministro estratégicas y mantener abiertas las que no afectan a la soberanía de los países. Y, sobre todo, es una complicación sobrevenida para Washington en su pretensión de concentrarse en la confrontación con Pekín.

Por una ironía de la historia, el actual presidente ruso ha recuperado tanto el espíritu nacionalista e imperial de aquel Stalin admirado por Mao como la amistad con un presidente chino al que le une la misma hostilidad a los derechos humanos, las libertades individuales y la democracia. El viaje de Putin no responde solo a motivos circunstanciales. Estos Juegos pretenden ser el escaparate en el que se exhibe la pretendida superioridad de los sistemas autoritarios respecto a las sociedades abiertas. Putin no podía faltar.

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