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COLUMNA
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Menos ‘Succession’, más ‘First Dates’

Justo en el momento histórico en el que políticos y empresarios tienen menos capacidad para mentir a los ciudadanos, la ficción retrata más que nunca esos engaños

Series opinión
Carlos Sobera en una foto promocional de 'First Dates'.
Víctor Lapuente

Como en Navidades anteriores, he aprovechado para ver series de televisión “imprescindibles”. Y, como en años anteriores con Juego de Tronos y similares, mis expectativas se han frustrado miserablemente. Mi (supongo que defectuoso) ojo crítico ve en alabadas producciones como Succession o No Mires Arriba, personajes planos, envueltos en tramas diseñadas exclusivamente para mantener la atención, no estimular la reflexión. Las series de culto me parecen, con alguna honrosa excepción (como Chernobyl), comida rápida para el cerebro: mucho azúcar y pocos nutrientes.

La escritora anglo-irlandesa Iris Murdoch decía que la tarea de la filosofía era simplificar la realidad y, la de la ficción, mistificarla. Pero la mayoría de series del “boom” televisivo, en lugar de mistificar, plastifican a los protagonistas en cromos vistosos e inertes. Obviamente, viva el plástico, si el público lo quiere. Lo que me preocupa es que se equipare el éxito de una serie a su capacidad para describir fidedignamente la realidad, como hacen muchos analistas. Porque media un abismo entre el horripilante cinismo de la política que vemos en House of Cards o No Mires Arriba y la actividad política real. Y lo mismo con el despiadado capitalismo de Succession y la verdadera economía de mercado.

La paradoja es que, justo en el momento histórico en el que políticos y empresarios tienen menos capacidad para mentir a los ciudadanos (nunca gobiernos y corporaciones han sido tan transparentes y han estado tan controlados), la ficción retrata más que nunca esos engaños. ¿Por qué? Quizás la industria cinematográfica está cada vez más dominada por un pensamiento de izquierdas particularmente unidimensional y simple. Y sólo los artistas más heterodoxos o de derechas, como Clint Eastwood, plantean personajes complejos y redimibles.

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Pero, sobre todo, creo que se debe a una Gran Confusión política. En un mundo interconectado, los gobiernos lo tienen cada vez más difícil para resolver los problemas ciudadanos: de la inflación a las pandemias, todo depende de factores lejanos e inmanejables. Y, como los políticos son crecientemente impotentes, asumimos erróneamente que también son más malévolos.

Por suerte, nos queda la sofisticación de las novelas de Murdoch. O la frivolidad de First Dates, cuyo caleidoscopio humano es más rico y real que el de la mayoría de series. @VictorLapuente


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