Muy bien
Estoy adormecida esperando que algo me despierte y todos los días pienso que ese será el día pero no lo es y nunca llega
Mi sensación es esta: voy en auto a 100 kilómetros por hora con el parabrisas empañado y sin temor a la catástrofe, no por falta de miedo sino por exceso de indiferencia. Mi sensación es esta: cada día despierto y tengo que arrastrar las horas, no por falta de cosas por hacer sino por falta de ganas de hacerlas. Mi sensación es esta: estoy esperando que suceda algo pero ese algo nunca sucede y yo ya abandoné la esperanza de saber qué es. Mi sensación es esta: un día saldré de mi casa y no volveré nunca más. Mi sensación es esta: quiero irme muy lejos. Mi sensación es esta: quiero irme muy lejos pero prefiero no ir a ninguna parte. Mi sensación es esta: predico cosas en las que no creo. Mi sensación es esta: siento una fe y un entusiasmo épicos por todas las cosas que digo, y la fe y el entusiasmo me abandonan apenas termino de decirlas para dejar paso a un vacío abismal. Mi sensación es esta: experimento una exaltación frenética ante algunos asuntos (por ejemplo, ante estos versos de Anne Carson: “Confíen en mí. El animal que trota puede devolverles el rojo a los corazones rojos”), y esa exaltación me dura menos de treinta segundos (y a veces veinte). Mi sensación es esta: ya no volveré a tener hambre como la que tenía, ni sed como la que tenía, ni a bailar encima de las mesas. No haré nunca más el ridículo (lo cual es una pena). Mi sensación es esta: estoy adormecida esperando que algo me despierte y todos los días pienso que ese será el día pero no lo es y nunca llega. Mi sensación es esta: me llevo a mí misma hacia un sitio y hacia otro pero no estoy realmente en ninguna parte. Mi sensación es esta: vivo, me esfumo, otros me recuerdan mejor de lo que me recuerdo a mí misma. Hace poco tuve un pensamiento espantoso: nada va a ser mejor de lo que ya fue. Y, sin embargo, cada vez que me preguntan “¿cómo estás?” yo respondo: “Bien, muy bien”.
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