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ANATOMÍA DE TWITTER
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ese chiste no es gracioso, señor juez

El cómico David Suárez se enfrenta a una pena de cárcel por un tuit

David Suárez twitter carcel
Una imagen de la cuenta de Twitter de David Suárez
Jaime Rubio Hancock

Explicar un chiste es humillante para todas las partes: para el que lo cuenta, porque queda claro que lo podría haber hecho mejor, y para el que necesita la aclaración, porque no lo ha entendido. Y eso ha ocurrido esta semana en un juzgado: un cómico, David Suárez, ha tenido que dar explicaciones sobre uno de sus chistes en la Audiencia Provincial de Madrid.

Suárez lo publicó en su cuenta de Twitter hace dos años y desde entonces acumula miles de comentarios enfadadísimos. Lo reproduzco para que sepamos de qué hablamos: “El otro día me hicieron la mejor mamada de mi vida. El secreto fue que la chica usó muchas babas. Alguna ventaja tenía que tener el síndrome de down”. El fiscal pide un año y 10 meses de prisión, 3.000 euros de multa y una surrealista inhabilitación para ejercer de cómico en Twitter durante cinco años.

El tuit ya fue muy criticado en su momento, con argumentos similares a los que ofrecía esta semana Carmen Calvo, exvicepresidenta del Gobierno, en la Ser: eso no es un chiste, decía, sino una ofensa “a compatriotas nuestros que tienen una discapacidad”. Dejando aparte el tema de que Suárez no especifica ninguna nacionalidad, lo cierto es que es un chiste. Nos podrá gustar más o menos, pero no por eso deja de serlo y es por eso por lo que se le juzga, por un chiste.

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Lo explicaba muy bien en Twitter Kike García, cofundador y codirector de El Mundo Today: Suárez escribió “un enunciado con intencionalidad humorística”. Si un chiste no hace gracia, sigue siéndolo, igual que “cierra la puerta” es una orden aunque nadie la cierre. O, como ironizaba el abogado David Bravo, hay que ser muy egocéntrico “para decir ‘eso no es un chiste porque A MÍ no me ha hecho gracia’”.

Por supuesto, los chistes no están libres de crítica y podemos mantener conversaciones muy interesantes acerca de si ese tuit es un ejemplo logrado de humor negro o solo un intento de llamar la atención. Pero no es un tema sobre el que deba decidir un juez, igual que tampoco es su trabajo dar su opinión sobre la última película de Christopher Nolan. Además, si el humor ofensivo es delito, ¿tenemos que juzgar a Arévalo por sus chistes de “mariquitas”? ¿Estuvo bien llevar a los tribunales a José Luis Martín por su Biblia contada a los pasotas? Y recordemos que hace unos años la patronal del sector náutico se quejó por un chiste de yates en los Goya. ¿Los guionistas de la gala deberían estar en la cárcel?

Como recuerda a menudo la cómica Raquel Sastre en Twitter (y esta semana en un artículo publicado en Infolibre), cuando un cómico ejerce su profesión —en un teatro, en una revista o en cualquier red social—, está haciendo ficción. La anécdota de Suárez es una invención, igual que Gila nunca trabajó de bombero y, hasta donde yo sé, mucho de lo que se dice sobre Lepe es falso.

Y, por supuesto, el humor tiene mucho de juego y ese juego a veces consiste en saltarse normas y convenciones. Como cuando un niño suelta una palabrota. Esto también significa que podemos contar chistes sobre cosas horribles y reírnos sin que necesariamente estemos de acuerdo con lo que se dice: a veces se nos escapa la carcajada a pesar de que se cuenta algo horrible y otras veces precisamente por eso.

A golpe de juicio, estamos acabando de matar una de las mejores cosas de Twitter: el hecho de que siempre había sido un rincón para el humor. Y lo vamos a terminar de masacrar si seguimos llevando a los tribunales todo lo que no nos gusta, sea un comentario humorístico, una opinión o, a este paso, a ese bar que nos sirve la tortilla demasiado cuajada.

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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.

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