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Columna
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Otras

La pandemia nos ha vuelto a todos cartesianos casi sin querer. También las cinco políticas que se reunieron en Valencia para iniciar “algo maravilloso” me parecen cartesianas, o sea disfrazadas

Politicas
Fatima Hamed Hossain, Mònica Oltra, Yolanda Díaz, Mónica García y Ada Colau, el pasado 13 de noviembre en Valencia.Mònica Torres
Fernando Savater

Larvatus prodeo: ese fue el receloso lema de Descartes (“avanzo enmascarado”). Hoy la pandemia nos ha vuelto a todos cartesianos casi sin querer. También las cinco otras políticas que se reunieron en Valencia para iniciar “algo maravilloso” me parecen cartesianas, o sea disfrazadas. Tras leer en este diario sus respectivas declaraciones de principios no puedo creer que sean tan bobas y vacuas como se presentan, tan “pajaritos a bailar, jo, jo, jo”, tan femeninas en el sentido despectivo del término que la Thatcher o Indira Ghandi hubieran aborrecido. Deben tener una identidad secreta como superheroínas de Marvel que esperan el momento oportuno para adoptar y deslumbrarnos: entre tanto, se quedan con la política “bonita”.

Da que pensar la fatalidad de este país. Los proyectos centristas, ilustrados y moderados, que tratan de aunar la imprescindible libertad de la vida personal y del juego productivo con las garantías de redistribución social, nunca sobreviven mucho en la liza electoral. Si insisten en la esencial unidad política de España, peor todavía. Cometen errores, como los demás, pero sobre todo les hacen el vacío los ciudadanos. En cambio, los bodrios comunistoides se suceden unos a otros y por evidentemente mala que sea la experiencia de ayer nunca falta la esperanza alucinada ―”Yes, we can!”― para mañana. No dudo que las cinco otras de Valencia quieren una vida mejor, pero ¿para quién?

El lunes pasado nos manifestamos en Sol en apoyo de los cubanos que resisten frente a la dictadura castrista, tan apreciada entre nosotros antes y ahora (por ejemplo, en Euskadi). Mi amigo Freddy y yo enarbolamos la vieja pancarta de anteriores ocasiones: “Cuba tiene tanto derecho como España a la democracia”. La próxima vez ―que la habrá, ay― debemos sacar otra: “Cambiamos futuro maravilloso por presente soportable”.

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