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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El quebradizo eje París-Londres

Los sucesivos pulsos de Reino Unido con Francia agudizan la debilidad de la cohesión interna en la Unión Europea

Johnson y Macron
El primer ministro británico, Boris Johnson, y el presidente francés, Emmanuel Macron, en la COP26 celebrada en Glasgow, el 1 de noviembre.Christopher Furlong (AP)
El País

Un hombre de su alto origen académico (Oxford) como Boris Johnson conoce sin duda la antigua locución latina pacta sunt servanda, por la que los pactos obligan: es uno de los principios más importantes del derecho y es también uno de los pilares de la civilización occidental. Pero no deja de ser insólita la frecuencia con la que es necesario recordar esto al primer ministro británico, empeñado en mantener un pulso constante con la Unión Europea a cuenta del acuerdo comercial pactado tras el Brexit. Esta vez la disputa entre Londres y París afecta, en apariencia, a las licencias para permitir a los pescadores franceses faenar en aguas británicas del canal de la Mancha, pero ahí late algo más profundo y más grave: es otro síntoma más del deterioro de las relaciones entre ambos países y agudiza un clima de sospecha hacia Londres que se ha extendido en todo el continente, como sucedió ya con la disputa contractual que la Unión mantuvo sobre la adquisición de la vacuna contra la covid.

La gravedad del desencuentro con París pivota sobre la participación del Reino Unido en el Aukus (el pacto de defensa que Australia, Reino Unido y Estados Unidos anunciaron el pasado 15 de septiembre). Ese acuerdo hizo perder a Francia un lucrativo contrato para proporcionar submarinos de ataque a Australia. Además de haber sido excluida de ese pacto y de la deslealtad del pacto mismo, el Aukus ha mostrado el enorme vacío geopolítico que representa Europa en el mundo. El llamativo silencio de la Unión Europea tras el anuncio del acuerdo deja ver una vez más las divisiones internas que existen en Europa en torno a la política exterior. Tampoco ha servido para recordar a Alemania la necesidad de revertir el declive de su poder militar y fortalecer la autonomía estratégica en materia de seguridad, dentro de la misma Unión Europea.

Las consecuencias tanto del Aukus como de la disputa por los derechos de pesca tienen alcance más profundo que unas meras desavenencias reversibles porque implican la quiebra de la confianza entre dos grandes naciones, Francia y Reino Unido. Muestra el alejamiento del mundo anglófono de la UE y una escisión en Occidente, que ha dejado de pensarse y percibirse como un bloque con valores y visiones del mundo compartidas. Además de la erosión de los lazos amistosos que han unido a las naciones de Occidente, el Aukus comporta un grado más de distancia porque ratifica la rivalidad de Estados Unidos con China y ahonda aún más la división interna de Occidente. El realineamiento geopolítico de Estados Unidos en torno a la anglosfera sucede a la par que se aleja del mundo euroatlántico, mientras arrastra a Londres a una carrera que solo puede debilitar a la misma Unión Europea.

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