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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otro canciller, la misma Alemania

En ausencia de una figura como Merkel, los votantes han apuntalado el centro político y la vocación pactista

Olaf Scholz, candidato socialdemócrata a las elecciones del 26 de septiembre, el lunes en la sede del partido en Berlín.
Olaf Scholz, candidato socialdemócrata a las elecciones del 26 de septiembre, el lunes en la sede del partido en Berlín.WOLFGANG RATTAY (Reuters)
El País

El día después de Angela Merkel deja a Alemania sin un sucesor claro y la impresión de que una gran mayoría de los alemanes se articula alrededor del mismo centro político que supo encarnar la canciller, si bien fragmentado ahora en cuatro rostros en vez de uno. Emerge como modesto vencedor el partido socialista (SPD), con el actual ministro de Finanzas, Olaf Scholz, como candidato a canciller. La socialdemocracia comenzó el domingo un cierto renacer después de tres lustros de decadencia, con un 25,7% de los votos. Nada tiene que celebrar la democracia cristiana de la CDU, que no ha sabido dar continuidad al liderazgo de Merkel con Armin Laschet como candidato y ha obtenido el peor resultado de su historia (24,1%). Se abren ahora semanas, quizá meses teniendo en cuenta los precedentes, de incertidumbre en las que el canciller lo decidirán dos partidos bisagra: Los Verdes y los liberaldemócratas (FDP).

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Este lunes Scholz aseguró que tenía el mandato de los votantes para formar Gobierno. Ganar por menos de dos puntos y depender de dos partidos para gobernar no es exactamente un mandato, aunque el ascenso de su partido sea real mientras su rival conservador está en aparente declive. Tiene sentido que sean los tres partidos que han salido reforzados de la elección (socialdemócratas, verdes y liberales) los que intenten ponerse de acuerdo. Pero no hay hueco para el triunfalismo y seguramente tampoco para tentaciones de ruptura. El centroderecha ha perdido más de ocho puntos y aun así ha empatado las elecciones. Ese 50% del electorado que vota a los dos grandes partidos tradicionales está dividido por la mitad, y si está de acuerdo en algo es en que ninguno de los dos candidatos es Merkel.

Merece especial atención la diferente suerte de los partidos a izquierda y derecha de los dos grandes. La importante subida de Los Verdes (del 8,9% al 14,6%) permite intuir que el ángulo ciego de la socialdemocracia es una mayor contundencia en la lucha contra el cambio climático, que durante la campaña se reveló como la principal preocupación ciudadana. La izquierda alternativa de Die Linke se ha hundido hasta rozar el límite que la dejaría fuera del Bundestag. Por el otro lado, la ultraderecha no tiene recorrido político, mientras los liberales del FDP se consolidan (11,5%). La erosión de los dos grandes partidos no ha llevado al electorado a los extremos, sino a buscar en cuatro partidos la centralidad pactista que antes buscaban en dos, o más bien, en Merkel.

En ese juego, los Verdes han mostrado más disposición a pactar con el centroderecha que el FDP con el centroizquierda, y también se han abierto a colaborar la líder ecologista Annalena Baerbock y el líder liberal Christian Lindner. La fragmentación política es ya la norma en toda Europa, pero lo que ha hecho ejemplar a Alemania ha sido la determinación de aislar a la ultraderecha y eliminar los vetos entre los partidos democráticos.

Acierta Laschet cuando dice que “toda Europa está pendiente de lo que pase en Alemania”. Por ese lado, y después de Merkel, las cosas han cambiado poco: el resto de europeos saben que buena parte del futuro depende de las decisiones que tomen los partidos alemanes en las próximas semanas o meses.


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