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Tribuna
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La paradoja del patriotismo alemán

Mientras Angela Merkel se prepara para dejar el cargo de canciller de Alemania, hay señales de que sus ciudadanos se están cansando del papel tradicional de liderazgo de su país en la Unión Europea

Mark Leonard
Alemania
Eduardo Estrada

Mientras Alemania se prepara para sus elecciones federales en septiembre, muchos se preguntan qué deparará el futuro. Con la canciller saliente Angela Merkel, Alemania se convirtió en una “nación indispensable” en Europa y para el orden internacional basado en normas, en términos más amplios. El consenso es que quien la suceda ofrecerá más de lo mismo. La campaña del sucesor que ella misma ungió como líder de la Unión Demócrata Cristiana, Armin Laschet, efectivamente se basa en una plataforma de continuidad.

Sin embargo, mientras Merkel se prepara para dejar el cargo, hay señales de que los alemanes se están cansando del papel tradicional de su país en la Unión Europea. Aunque no hay peligro de que Alemania se aparte del bloque o caiga en manos del partido euroescéptico, las encuestas encargadas por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) muestran que la confianza de los alemanes en la UE colapsó durante la pandemia de la covid-19.

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En 2019 y 2020 los alemanes expresaron mucha más fe en el sistema político de la UE que los franceses e italianos, pero el mal desempeño de la Comisión Europea durante la pandemia parece haber cambiado esta percepción. Cerca del 55% de los alemanes ahora cree que el sistema político de la UE está roto (un salto de 11 puntos porcentuales desde el año pasado). Mientras que uno de cada dos alemanes creía que el sistema funcionaba en noviembre de 2020, solo el 36% lo hace ahora y el 49% afirma que tiene “menos” o “mucha menos” confianza en la UE debido a su política de vacunación. Cerca del 33% de los alemanes ahora piensa que la integración ha ido demasiado lejos en la UE, frente a un 23% en 2020.

Es cierto, estos nuevos datos provienen de una única encuesta y el sentimiento hacia la UE bien puede recuperarse una vez que la mayoría de los alemanes estén vacunados. Una serie de encuestas del ECFR en 2019 y 2020 mostró el apoyo de los alemanes a propuestas que eliminarían barreras de larga data para una integración europea más profunda; pero, si la reciente pérdida de confianza se mantiene, las consecuencias a largo plazo podrían ser graves. Los líderes alemanes podrían enfrentarse a una creciente presión del público a favor de decisiones independientes sobre las políticas que van desde la obtención de vacunas hasta la migración, el comercio y la energía.

Después de todo, el mundo está cambiando drásticamente fuera de Alemania y trae consigo nuevas amenazas a su situación de Exportweltmeister (“campeón exportador mundial”). Tanto China como Estados Unidos adoptaron recientemente diversas formas de proteccionismo y otros Estados miembros de la UE exhiben su búsqueda de estrechos intereses nacionales como un motivo de orgullo. Cuando países como Hungría y Polonia ponen abiertamente sus propios intereses por encima de la solidaridad europea, la retórica de los políticos alemanes sobre los riesgos europeos cada vez suena más desacompasada. ¿Por qué debiera Alemania priorizar a Europa cuando nadie más está dispuesto a hacerlo?

Los políticos populistas alemanes ya están aprovechando esta desconexión. Christian Lindner, del Partido Democrático Libre, por ejemplo, se opuso agresivamente a la mutualización de la deuda europea y ahora afirma que no se unirá a ninguna supuesta coalición que deje a los Verdes pro-UE a cargo del Ministerio de Finanzas.

Aunque el mundo está cambiando fuera de Alemania, las élites a cargo de la política extranjera mantienen su tendencia a ver la política europea e internacional desde la perspectiva de las obligaciones mundiales y los sacrificios necesarios para proteger la solidaridad. Considerando la historia del país durante el siglo XX, es comprensible que sus líderes traten de evitar las referencias a los intereses nacionales en vez de a los europeos, pero esta incapacidad para adaptarse conlleva sus propios riesgos.

Muchos alemanes han llegado a percibir la política europea de su país como una serie de sacrificios debidos a crímenes históricos, en vez de como una herramienta para que el país sea más fuerte, rico y seguro. Este resentimiento podría finalmente propagarse si las élites alemanas no cambian su retórica. Después de la desastrosa presidencia de Trump en EE UU, todos sabemos cómo se ve una revuelta contra la línea dominante.

Paradójicamente, la mejor forma en que los alemanes pueden comprometerse con un cosmopolitismo proeuropeo es presentar argumentos patrióticos. Cuando evitaron hablar del patriotismo alemán, los progresistas dejaron un vacío que la extrema derecha aprovechó a llenar, gustosa, con ultranacionalismo y xenofobia. Pero con un mensaje exteriormente patriótico, un nuevo Gobierno podría abrazar abiertamente la idea de que Alemania tiene intereses nacionales que vale la pena defender. Y, como esos intereses inevitablemente serán impulsados mejor dentro del contexto europeo más amplio, ese cambio no debiera ser a costa de la UE.

Presentando una justificación patriótica a favor de Europa, los políticos alemanes pueden destacar que ahora la opción es entre la soberanía europea y la ausencia total de soberanía. Alemania tendrá que reorientar su modelo económico para adaptarlo a las revoluciones digital y verde en curso, pero también debe encontrar la manera de defenderse contra el proteccionismo, las sanciones y otras intrigas de las grandes potencias, independientemente de que se originen en países amigos, como EE UU, o de otros menos amigables, como China.

Desde una perspectiva europea, es fundamental que Alemania realice esta transformación. Y lo que vale para la economía alemana es aún más válido para las economías más pequeñas. Otros países de la UE no debieran sentirse amenazados por un debate honesto sobre los intereses alemanes y lo que implican para la política europea. La alternativa —una Alemania desconectada— es mucho más peligrosa.

La última encuesta del ECFR debiera servir como alerta de que el público alemán puede estar perdiendo su apego por Europa. Quien se contagia de la covid-19 puede sufrir una fase aguda de enfermedad, pero también una amplia gama de patologías en el largo plazo. Se pueden considerar los efectos políticos del virus de la misma manera: en el corto plazo la pandemia provocó una fuerte respuesta inmune cuando los alemanes se movilizaron para implementar ambiciosas políticas paneuropeas, pero ahora se están asentando los efectos políticos menos conocidos de la “covid a largo plazo”. A menos que la clase política alemana encuentre un nuevo enfoque para Europa, es probable que la UE mantenga su esclerosis y el riesgo de un malestar prolongado.

Mark Leonard es cofundador y director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.

Traducción por Ant-Translation.

Copyright: Project Syndicate, 2021.

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