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Tribuna
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Una obligación y una oportunidad

Ha llegado el momento de que Europa refuerce su liderazgo en el aumento de las existencias de material médico esencial en todo el mundo

Crisis del coronavirus
Un joven recibe su primer dosis de vacuna contra la covid-19 en un centro de salud en San Salvador (El Salvador).RODRIGO SURA (EFE)

La pandemia de la covid-19 no está vencida a escala mundial. Peor aún, durante las próximas décadas es probable que haya nuevas pandemias que pongan en peligro la salud del planeta. La prevención de las pandemias es un bien público global, como la mitigación del cambio climático: el mundo debe actuar de forma colectiva para evitar en el futuro desastres como el de la covid-19.

Dotar de dinero la inversión en la prevención, la preparación y la respuesta a las pandemias debe ser una prioridad, tal como se justifica en un informe presentado a los ministros de finanzas del G-20 que contó con nuestra contribución. Dicha financiación completaría grandes carencias en la seguridad sanitaria mundial. En el informe adoptamos una actitud conservadora y solo nos centramos en las necesidades de financiación de bienes públicos mundiales necesarios para prevenir las pandemias. Estimamos que serían necesarios 15.000 millones de dólares anuales para reforzar la capacidad de vigilancia de las pandemias en todo el mundo, diversos elementos esenciales de los sistemas nacionales de salud y algo muy importante, la disponibilidad de medidas y herramientas médicas para responder. El gasto en prevención, preparación y respuesta a las pandemias proporciona, sin ninguna duda, el mejor rendimiento de cualquier inversión pública. Por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional calcula que una vacunación más rápida en todo el mundo podría ahorrar un total de nueve billones de dólares en ingresos no percibidos, con un coste de poco más de 10.000 millones.

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La pandemia ha demostrado la importancia de tener una reserva adecuada de medidas para luchar contra la enfermedad. Hasta ahora, el abastecimiento mundial de vacunas contra la covid-19 ha sido insuficiente, puesto que todavía hay miles de millones de personas sin vacunar. En situación normal, el FMI calcula que la producción de vacunas podría alcanzar los 6.000 millones de dosis a finales de 2021, lo que permitiría vacunar al 45% de la población mundial. De ser así, muchas regiones seguirían siendo vulnerables y no se podría prevenir la aparición de nuevas variantes. En los primeros meses de la pandemia también hubo escasez de equipos de protección individual y otro material médico. Estas carencias significan más sufrimiento, la prolongación de las restricciones a nuestra vida social y pérdidas considerables en la actividad económica global.

Una situación tan peligrosa exige actuar con audacia y a escala mundial. Europa puede asumir un papel fundamental y suministrar al mundo vacunas para esta y otras pandemias futuras. Las empresas europeas han estado en la vanguardia del desarrollo de vacunas contra la covid-19. Las autoridades de la Unión Europea se han resistido a la tentación de utilizarlas sobre todo para su mercado interior: se ha exportado aproximadamente la mitad de las vacunas fabricadas en la UE, en agudo contraste con muchos otros países que han dado prioridad exclusivamente a sus ciudadanos. Por consiguiente, la UE puede presumir con razón de que es un socio fiable para el resto del mundo. Y ahora debe ir más allá, porque a Europa le interesa vacunar a todas las personas posibles lo antes posible. Nadie estará a salvo hasta que todos lo estemos.

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Hay tres pasos fundamentales. En primer lugar, muchos países no tienen todavía acceso a un número suficiente de dosis. Y, si bien la UE ha defendido las estrategias multilaterales para incrementar la reserva mundial de vacunas, alguna iniciativa como Covax no ha cumplido las expectativas. En junio de 2021, el G-7 se comprometió a suministrar mil millones más de dosis, pero también se ha quedado corto. En lugar de esperar a que haya un consenso mundial, nuestra recomendación es que la UE siga ayudando al mundo en desarrollo a obtener esas vacunas. La ayuda puede consistir en donaciones o subvenciones o en préstamos en condiciones favorables a los países para la compra de vacunas. También podría consistir en aportaciones al mecanismo Covax. No solo se trata de que los países tengan acceso a las vacunas, sino de que estas sean accesibles. Por eso, la UE debe ayudar a los países pobres a negociar con los proveedores europeos para poder comprarlas en las mismas condiciones que los países de la Unión.

En segundo lugar, como afirmaba nuestro informe para el G-20, el mundo necesita mejorar la capacidad de abastecimiento de vacunas y medicamentos cuando no estemos en plena pandemia. Dado que se prevén posibles pérdidas de 500 millones de dólares mensuales durante 2021, acelerar la producción de vacunas durante la pandemia tendrá enormes beneficios. Pero para crear esa capacidad “en tiempo de paz” hace falta cierto volumen de subvenciones. Las empresas privadas, por sí solas, no tienen incentivos suficientes para mantener una capacidad de producción superior a la que suele ser necesaria. A medida que el mundo salga poco a poco de la pandemia, la UE debe seguir sosteniendo las cadenas de suministro de vacunas para garantizar esas capacidades. La Unión Europea tiene varios de los mejores centros de investigación del mundo en este campo y debe reforzarlos mediante el aumento del gasto en I+D.

En tercer lugar, tener capacidad de producción en diferentes regiones ayudaría a que el sistema fuera más flexible y contribuiría a una distribución mundial más equitativa de unas reservas escasas. La iniciativa francoalemana para impulsar la fabricación de la vacuna de BioNTech en Sudáfrica es un buen ejemplo de ello.

Europa ya ha hecho una gran contribución económica a la lucha contra la pandemia. Ahora tiene que tomar medidas más inmediatas mediante la compra y la distribución de más vacunas. Además, el apoyo a la campaña mundial que recomendamos en nuestro informe para el G-20, ofrece también posibilidades de expansión a un importante sector industrial europeo. Es una obligación moral y una gran oportunidad para que Europa intensifique sus esfuerzos en la lucha contra las pandemias.

Anne Bucher es profesora visitante en el laboratorio de ideas Bruegel y exdirectora general de salud en la Comisión Europea. Guntram Wolff es el director de Bruegel.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

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