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Columna
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Españoles por el mundo

Los ciudadanos vivimos de espaldas a la presencia militar internacional de nuestro país

Cristina Manzano
Felipe VI y Pedro Sánchez reciben a los militares tras su llegada a España desde Afganistán en mayo.
Felipe VI y Pedro Sánchez reciben a los militares tras su llegada a España desde Afganistán en mayo.JuanJo Martín (EFE)
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Las últimas tropas de Estados Unidos saldrán de Afganistán el 31 de agosto

Biden está cumpliendo su promesa de retirar todas las tropas de Afganistán antes del 11 de septiembre. La salida de la base de Bagram, hace pocos días, con nocturnidad y alevosía, ha sido todo un símbolo de una impotencia de 20 años y ha reavivado un intenso debate en Estados Unidos sobre su papel en el mundo y sobre su incapacidad histórica de ganar una guerra.

Los últimos militares españoles que quedaban en Afganistán, en el marco de la OTAN, salieron en mayo. La misión más larga y más costosa —en vidas y en recursos— se cerró con una mera mención en el telediario. Ningún debate público por aquí. Ningún balance. Qué hemos aportado; qué hemos aprendido; por qué es importante, o no, estar ahí. En la memoria colectiva quedará la tragedia del Yak-42 y, si acaso, uno de nuestros pocos ejemplos de cine bélico, la muy digna Zona hostil (2017). Nuestro papel en el mundo importa poco, siempre enterrado en alguna polémica patria.

Pedro Sánchez ha estado esta semana en los países bálticos, donde ha visitado a los dos contingentes españoles en Letonia y Lituania, en el marco también de la OTAN. Ha ido para agradecerles su trabajo, para reafirmar el compromiso de España con la seguridad occidental y, de paso, para recordar a los aliados que el sur (de Europa) también existe. Pero poco o nada se ha profundizado en nuestro espacio de debate sobre dichas misiones. Un titular fugaz.

Es más, ni siquiera la presencia de un avión ruso y la interrupción de una rueda de prensa han servido para incidir en ello. Lo único que ha movido la conversación por estos lares es lo del “chuletón”.

Los españoles vivimos de espaldas a nuestra presencia militar internacional. La mayoría no sabe que, después de salir precipitadamente de Irak, volvimos para apoyar el adiestramiento de las fuerzas de seguridad locales; que España es el mayor contribuyente en la misión militar de la UE en el Sahel; o que la piratería en el Índico ya no es una amenaza grave gracias a la misión Atalanta, en la que el contingente español ha sido un pilar desde sus inicios en 2009.

Políticos y medios, en su estado de ensimismamiento natural, tampoco le prestan atención. Alguien, de vez en cuando, pregunta cuánto nos cuesta, o qué se nos ha perdido por allí. Salvo casos muy específicos, por suerte, nuestra presencia militar exterior no ha sido instrumentalizada con fines políticos. Todavía.

Pese al desconocimiento generalizado, las Fuerzas Armadas llevan años figurando entre las instituciones más valoradas por la sociedad española, precisamente por su tarea exterior e interior, en emergencias como la pandemia o como Filomena. Es cierto que tendemos a pensar en la seguridad solo cuando falla. Pero en este entorno líquido en el que vivimos, la seguridad tiene múltiples aristas que implican a todos y tratar de mejorar la de fuera contribuye a la de dentro. Por eso, como sociedad moderna, es importante conocer, y reconocer, la labor de los españoles y españolas por el mundo que se ocupan de ella.

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