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Columna
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Vacunas, flechas y noticias falsas

Cuando hay déficit de democracia, hay exceso de desconfianza

Eliane Brum
Una trabajadora del Distrito Sanitario Especial Indígena vacuna en la Amazonía.
Una trabajadora del Distrito Sanitario Especial Indígena vacuna en la Amazonía.Raphael Alves (EFE)

La vacunación contra el coronavirus ha expuesto los efectos del déficit de democracia, o cómo parte de los beneficios solo llegan a los más ricos y blancos. En diferentes países europeos, las comunidades de negros e inmigrantes son las que más se resisten a vacunarse. En el Reino Unido, un estudio ha demostrado que el 72% de los negros rechazan la idea. En la Amazonia, sanitarios han sido recibidos por indígenas armados con arcos y flechas. Cada contexto es particular, pero hay algo en común: negros, inmigrantes e indígenas comparten la experiencia de que los Gobiernos se preocupan poco por sus vidas o, en el caso de los indígenas, los prefieren muertos. Cuando comenzó la errática vacunación en Brasil, la comunidad internacional y las organizaciones locales se movilizaron para garantizar que los indígenas fueran de los primeros debido a su vulnerabilidad. Lo consiguieron. Sin embargo, en las aldeas prevalece la experiencia de que nada bueno puede venir del Gobierno. “Si hasta ahora este Gobierno ha intentado matarnos, ¿por qué de repente quiere vacunarnos? Seguro que esta vacuna es mala”, dijo un líder del pueblo amazónico xikrin a la antropóloga Thais Mantovanelli, del Instituto Socioambiental.

El razonamiento tiene sentido. La Amazonia y sus pueblos nunca han estado tan amenazados. Jair Bolsonaro ha desmantelado el sistema de protección de la selva y fomenta la minería en tierras indígenas, lo que ha hecho que se disparen las tasas de deforestación. Ha dejado deliberadamente a los pueblos originarios sin protección contra el virus, acción denunciada como “genocidio” por organizaciones y juristas. La antropóloga y los sanitarios tuvieron que crear un grupo de trabajo para explicar que la prioridad en la vacunación provenía de los derechos constitucionales y la presión de las organizaciones, y no de Bolsonaro, que es abiertamente antivacunas.

Otras comunidades han rechazado la vacuna debido a la influencia de los pastores evangélicos. Hay relatos por toda la Amazonia de religiosos que mienten diciendo que la vacuna mata, que tiene el número de la bestia, que está hecha de células fetales. El 2 de febrero, un avión que transportaba a sanitarios fue recibido por indígenas del pueblo jamamadi armados con arcos y flechas. Exigieron la presencia de Steve Campbell, un misionero de la Iglesia Bautista Green, que ha provocado conflictos en la región, según denuncia la periodista Tatiana Merlino en la red de periodismo latinoamericano Bocado. No basta con culpar a las noticias falsas. Las mentiras solo reverberan entre los vulnerables porque la experiencia con el abandono es verdadera. Para garantizar el control de la pandemia, la comunidad mundial tendrá que enfrentarse al déficit de democracia y al racismo incrustado en las políticas públicas. O ver la proliferación de cepas más contagiosas.

Traducción de Meritxell Almarza.

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