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Tribuna
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Federalismo y oportunismo

Un hipotético Gobierno constitucionalista en Cataluña estaría más en línea con la nueva Europa

Una senyera, una bandera española y una estelada, en una manifestación en Barcelona en 2017.
Una senyera, una bandera española y una estelada, en una manifestación en Barcelona en 2017.JOAN NAZCA (REUTERS)
Ramon Marimon

El próximo día de San Valentín se va a decidir cuál será la Generalitat que gestionará la reconstrucción en Cataluña tras la mayor crisis desde la Guerra Civil. Cuando se hizo el trueque de Iceta por Illa, se volvió a oír la letra “F”. No me refiero a la “F” en inglés, sino a la “F” en castellano que, como aquella, fue tabú en el pasado y a menudo es mal usada: la “F” de federalismo. Una vez en campaña ni Illa ni Iceta tienen interés de sacar la “F” a relucir. Ciertamente no es el momento de entrar en discusiones semánticas —Estado federal, plurinacional, etcétera— y seguramente solo los extremos del espectro electoral van a sacarla, para negarla: el independentismo de Junts y el centralismo de Vox.

Sin embargo, en el fondo de la discusión electoral está la letra “F”: vivimos en un mundo absolutamente interdependiente —como la covid-19 nos ha recordado— en el que la intergobernabilidad es la norma; “no-F” está fuera de lugar. De hecho, en una definición amplia, y comúnmente aceptada en las ciencias sociales, el Estado español del siglo XXI es federal, y tras el Brexit, la gestión de la pandemia y el Next Generation EU, la Unión Europea está en la práctica siendo más federalista. Pero, como Estados federales, tanto la UE como España tenemos nuestras disfuncionalidades. Por ejemplo, la UE se ha visto desbordada por las vacunas, y que en el mapa pandémico de la UE del mes de enero España sea el país con más regiones en rojo, muestra que nuestra gestión “autonómica” de la sanidad deja mucho de desear.

De los contratos de vacunas al seguimiento de los infectados, quién es responsable, o corresponsable, de qué debe estar claro y debe tener la capacidad adecuada para hacerlo eficientemente. Este es un principio federalista básico. Por ejemplo, si no fuese porque la seguridad sanitaria —y en Europa los servicios sanitarios— es un bien público (del que la UE se ha empezado a corresponsabilizar) o no existiesen problemas de contagio (externalidades), el mercado competitivo sería la forma eficiente de asignar los recursos sanitarios. Pero precisamente la interdependencia que da razón de ser a las formas intergubernamentales de gestión conlleva su propio virus, o cáncer: el oportunismo. De hecho, un buen sistema federal es el que, con sus instituciones, normas y comportamientos, minimiza el oportunismo. Sin embargo, en nuestro caso, el oportunismo está en la raíz del procés.

Como es bien sabido, siendo la “F” un tabú, responsabilidades y corresponsabilidades no se establecieron bien en nuestra Constitución. Aún peor, nuestro Estado autonómico se ha descentralizado —por ejemplo, en sanidad y otros aspectos, más que en la Alemania federal— no siguiendo unas pautas de racionalidad federal, sino a menudo por el oportunismo de traspasar competencias a cambio del apoyo para formar Gobierno o aprobar unos presupuestos. Ganancias inmediatas de unos (PP o PSOE) y a largo plazo de otros (el nacionalismo pragmático, de Pujol y seguidores y del PNV, ganando cotas de autogobierno). Pero la distorsión que este oportunismo genera en un Estado descentralizado es aún mayor: favorece que otras comunidades digan “yo también” y que en las negociadoras el votante, aunque no lo sea, vote nacionalista (ahora independentista pragmático) ya que o es rentable o, si las promesas no se cumplen, porque el Gobierno central no es creíble. En 40 años de Estado autonómico se han hecho 2.000 transferencias, sin seguir una política clara y compartida de descentralización y corresponsabilidad (PSOE 1.378 y PP 367).

Lo que nos lleva a la situación actual en Europa, España y Cataluña. La reconstrucción va a poner a todos a prueba. La crisis ha sido grave para todos, pero, por mala suerte y mala historia, mucho peor para los países del Sur. Mientras en estos se discute cómo se van a gastar los fondos y las deudas (¿qué me toca a mí?), en los del Norte se preguntan ¿quién lo va a pagar? (¡y las deudas no se cancelan!). Las reformas del Recovery Fund deberían cerrar esta brecha peligrosa y responder con responsabilidad a la pregunta, pero con Gobiernos mediopopulistas las reformas están en entredicho.

Como ha sido en el pasado, Cataluña podría ser motor innovador en las reformas y la recuperación de España, pero ¿con qué Gobierno de la Generalitat? Es difícil pensar que lo sea con el “independentismo pragmático” de ERC (la recuperación de Cataluña y España son interdependientes), con un nuevo tripartit (Illa dependiendo de los comunes y ERC) o un mediopopulista (Illa dependiendo de los comunes). ¿Y si en contra de lo que dicen los sondeos hubiese una mayoría constitucionalista? Ciertamente sería un Gobierno más en línea con la nueva Europa, que debería cumplir a rajatabla dos principios, por tantos años olvidados: la Generalitat es el Gobierno de todos los ciudadanos de Cataluña y es parte de dos Estados federales a mejorar.

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Ramon Marimon es Pierre Werner Chair y profesor de Economía del European University Institute (Florencia) y de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona).

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