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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El reino desunido

El Brexit da alas a impulsos separatistas en la unión británica

La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, en el Parlamento de Edimburgo el pasado 19 de enero.
La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, en el Parlamento de Edimburgo el pasado 19 de enero.RUSSELL CHEYNE (Reuters)

Holyrood, el término con que se conoce al Parlamento Autónomo de Escocia, decidió mantener izada la bandera de la Unión Europea cuando el resto del Reino Unido —Inglaterra, especialmente— celebraba la consumación del Brexit. Los escoceses han desarrollado en los últimos años una querencia hacia el proyecto europeo común inversamente proporcional al incremento del nacionalismo inglés. Más de un 60% de los ciudadanos de esta “nación” —el Reino Unido se define como una suma de cuatro naciones— rechazó la salida de la UE en el referéndum de 2016. Y sintieron el resultado final como una traición, porque dos años antes, en la consulta sobre la independencia autorizada por el entonces primer ministro, David Cameron, el principal argumento para derrotar las aspiraciones separatistas fue precisamente que una Escocia independiente saldría automáticamente de la UE.

A pesar de la convicción implícitamente asumida, que nunca llegó a ser un compromiso formal, de que aquel referéndum de 2014 valdría para toda una generación, el Partido Nacional Escocés, al frente del Gobierno autónomo, ha mantenido viva la promesa de que los ciudadanos tendrían de nuevo, y pronto, voz sobre su futuro. El desastre del Brexit —de las complejas negociaciones, de la división política del país y de los magros resultados alcanzados— ha alimentado el ansia de independencia. Las encuestas realizadas recientemente apuntan a una mayoría de respaldo a la idea de una Escocia independiente.

No es esta la única grieta de la unión británica que Boris Johnson debe gestionar. El acuerdo final con Bruselas ha dejado a Irlanda del Norte dentro del mercado interior comunitario. Cada vez más lejos de Londres y más cerca de Dublín. El político que prometió un futuro independiente y vigoroso a su país puede pasar a la historia como el que propició la ruptura del Reino Unido. El líder que cabalgó la campaña de liberación de la Unión Europea se halla ahora en el otro lado de la trinchera espiritual, en defensa de una unión, la británica. En circunstancias diferentes, también Gibraltar viaja en un rumbo que la aleja de Londres y la acerca a la UE.

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La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, ha prometido un nuevo referéndum si su partido, como sugieren las encuestas, gana las elecciones autonómicas de mayo. Hasta ahora, sostenía que solo celebraría esa consulta por una vía legal y acordada con el Parlamento británico, como ocurrió en 2014. El SNP, sin embargo, ha comenzado a alimentar la idea de una consulta unilateral no vinculante. La legalidad, sostienen, procedería del propio Parlamento autónomo, sin contar con Londres. Las aspiraciones de los independentistas escoceses son comprensibles y legítimas. Las vías por las que las perseguirán también tendrán que serlo.

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