El reto de transformar España
Sin una oposición comprometida, será el Gobierno el encargado de abordar esa tarea en solitario, contando para ello, como ya ocurrió entonces, con el estímulo y el apoyo de Europa
España retoma el pulso de la actividad política con el revulsivo de tener que atender las consecuencias que deja un temporal de nieve y hielo sin precedentes. Arranca el año y, a nuestro pesar, la virulencia de la pandemia hace que siga siendo la cuestión vehicular en las prioridades de los ejecutivos nacional y autonómicos. Todos ellos están centrados, de una parte, en adoptar las medidas que permitan frenar la tercera ola de contagios y, de otra, en acelerar la campaña de vacunación con el propósito de alcanzar lo antes posible la inmunidad de grupo. Solo si tenemos éxito en ambas estrategias podremos aspirar a lograr cierta normalidad y una recuperación en lo económico más rápida. Con todo, la atención que reclama luchar contra la pandemia no debería restar esfuerzos de aquello que sigue siendo estratégico para el futuro de nuestro país y que pasa por asumir una transformación de cierto calado. ¿Cómo hacerlo?
El primer trimestre del año resulta clave en la medida en que nuestro país debe tener identificados y preparados para su presentación aquellos proyectos susceptibles de ser financiados con cargo a los fondos procedentes del Plan de Recuperación de la Unión Europea. La urgencia de la encomienda no debería, sin embargo, restar atención a la importancia de acertar en el diseño de aquellos proyectos capaces de absorber más fondos públicos y que, a su vez, tengan un mayor potencial para transformar nuestro tejido productivo y social. Los fondos que Europa ha generado de manera excepcional a partir de empréstitos que la Comisión capta en los mercados internacionales son, de hecho, la ¿última? gran oportunidad que tiene España para adaptarse a las exigencias de un mundo en constante cambio. Como ya ocurrió en los años ochenta en el momento de nuestra incorporación al proceso de integración europea y con el acceso a los fondos comunitarios, también ahora la situación exige abordar con audacia reformas que tanto el sector público como el sector privado han ido postergando por falta de estímulo para su impulso y por falta de acuerdo para su tramitación. Ahora la imperiosa necesidad hace inadmisible cualquier tipo de excusa.
En este contexto, el gobierno de coalición tiene ante sí el desafío de aprovechar de nuevo la palanca europea para acelerar una agenda reformista sin precedentes y tiene la responsabilidad de hacerlo a pesar de que la oposición no muestre la menor complicidad. Más bien al contrario. Resulta decepcionante la falta de horizonte que presenta Pablo Casado como líder del PP. Un partido sin iniciativa, enredado en una oposición estéril y en ocasiones histriónica, desde la que difícilmente se podrá aportar valor a la tarea conjunta de pensar un futuro prometedor. Sin una oposición comprometida con las exigencias relevantes del momento, será el gobierno el encargado de abordar en solitario el reto de la transformación de España contando para ello, como ya ocurrió entonces, con el estímulo y el apoyo de Europa. No hay tiempo que perder, ni oportunidad que desaprovechar.
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