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Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hasta que el caucho se reviente

La vieja clase política, anclada en el congreso desde hace décadas, está muerta de pánico de que la cambien en el 2022

Ariel Ávila
Congreso de Colombia
Una vista general del Congreso de Colombia.Daniel Garzón (GETTY)

En ocasiones los seres humanos estiran tanto el caucho que, al final, se revienta. Tal vez, eso aplica para la vieja clase política: lo que hemos visto es un verdadero espectáculo politiquero y clientelista en medio de una de las sociedades más descontentas que ha tenido la historia de Colombia. En el Congreso de la República se ha visto en los últimos meses un juego a tres bandas.

Por un lado, el Gobierno de Iván Duque por fin logró, en el segundo semestre de 2020, tener coalición mayoritaria en el Congreso de la República. Durante el 2019 y el primer semestre de 2020 el liderazgo del Gobierno nacional y del partido de Gobierno fue un fracaso. Para el segundo semestre se pensaba que el Gobierno iba a lograr mover su agenda legislativa y que el presidente Duque lo aprovecharía para aprobar lo que quisiera, pues en 2021 comienza la campaña presidencial que incluye la renovación del legislativo. La elección será en 2022. Por ende, el control de los congresistas se hace difícil a medida que se acercan los comicios. Pero los resultados son pobres, nunca se presentó la reforma a la justicia que anunció el Gobierno con bombos y platillos, tampoco la reforma política –de hecho, esta casi que se hundió por completo– y la reforma al sistema de salud está en nada. La ministra del Interior, Alicia Arango, no logró nada en el congreso. El presidente botó a la basura parte de su gobernabilidad.

En segundo lugar, los miembros de la vieja clase política, anclada en el legislativo desde hace décadas, están muertos de pánico de que los cambien en el 2022, leen que hay una sociedad diferente y, como se dice popularmente, sienten pasos de animal grande. Para evitar dicha renovación, han desplegado una serie de medidas para garantizar su reelección en el 2022, es decir, para evitar perder el poder. Su estrategia de ha enfocado en dos vías. Por un lado, en aprobar el famoso Código Electoral, el cual está siendo pupitriado en el Congreso de la República y, dentro de los acuerdos, se ha politizado la Registraduría Nacional: se han entregado cargos sensibles electorales a los viejos clanes políticos. La segunda vía se ha basado en acorralar al Gobierno nacional para chantajearlo a cambio de puestos burocráticos. Es decir, dan cierto apoyo en el congreso a cambio de algunos cargos. En todos los gobiernos dicha situación siempre ha ocurrido, sin embargo, en el de Duque existe la pretensión de aparentar la no entrega de estos cargos y proyectos burocráticos, lo que se conoce en el país como mermelada. Esta situación ha llevado a que una serie de políticos están con sobrerrepresentación. Antes, una entidad le correspondía a un partido político y esa entidad distribuía cargos burocráticos a los congresistas; ahora, la entidad está en manos de un solo congresista.

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En tercer lugar, hay un congreso que, si bien está buscando sobrevivir, tiene una ausencia de liderazgo. El presidente Duque no es capaz de asumirlo, el expresidente Álvaro Uribe está más preocupado por sus líos judiciales y en la derecha hay una buena estrategia electoral de cara al 2022, pero no hay un buen candidato o liderazgo.

Ahora que comienza el 2021 será muy difícil lograr un consenso en el congreso, cada congresista, cada partido o cada sector político buscará su supervivencia. Partidos como Cambio Radical o el Partido de la U prácticamente desaparecerán. Por su lado, el partido de Gobierno, el Centro Democrático, bajará en escaños, al igual que el Partido Liberal. La pregunta es a dónde irán todas esas curules: ¿a los partidos progresistas como Alianza Verde o Colombia Humana, o nuevamente, de alguna forma, quedarán en manos de las viejas élites? Aún falta un largo camino, pero todos los expertos ya echan números sobre la repartición de curules en el Congreso de la República y particularmente en el Senado.

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