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Columna
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Viaje al centro de la Luna

Si el universo político estuviera habitado por seres racionales y fríos como Mr. Spock, inauguraríamos ahora una etapa de consenso entre los grandes partidos

Víctor Lapuente
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto institucional por el Día de la Constitución a las puertas del Congreso de los Diputados, este domingo en Madrid (España).
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto institucional por el Día de la Constitución a las puertas del Congreso de los Diputados, este domingo en Madrid (España).EUROPA PRESS/J. Hellín. POOL (Europa Press)

Los presupuestos son un gigantesco balón de oxígeno para Sánchez. Le dan suficiente aire como para orbitar tres años en la estación espacial de La Moncloa sin necesidad de bajar a repostar apoyos. En el comprimido tiempo de la política moderna esto es una legislatura eterna. Pero: ¿se dejará llevar el presidente por la fuerza de la gravedad de la coalición de investidura que lo ha traído hasta aquí o romperá amarras y girará hacia el centro?

Para muchos, los presupuestos son el pistoletazo de salida de una mayoría radical de comunistas, filoterroristas y alienígenas varios que nos transportarán a los confines radicales de la galaxia. Pero estos observadores confunden el ruido mediático con el rumbo político. Iglesias, Rufián y Otegui son ubicuamente visibles, pero no dirigen la nave y, desde la aprobación de las cuentas públicas, son pasajeros sin derecho a voto, por mucha voz que tengan.

Asumiendo que el objetivo principal del PSOE es permanecer en el poder, la partida de juego ha cambiado sustancialmente. Hasta la semana pasada, a quienes Sánchez debía seducir para sostenerse en el Gobierno eran los líderes de los partidos de izquierdas y nacionalistas. Con lo que el votante clave para el presidente del Gobierno, aquel cuyos oídos había que endulzar (o como mínimo no amargar), estaría a medio camino entre UP, Bildu y ERC. El retrato robot sería un independentista catalán que se llama Aitor y lleva coleta como Iglesias.

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Pero, con los presupuestos a buen recaudo, el interés de Sánchez debería virar hacia la persona que le ayudará a sobrevivir en La Moncloa a largo plazo: el votante mediano en circunscripciones medias. Es un prototipo de ciudadano casi de otro planeta: un agricultor de Murcia, una autónoma de Málaga, o un obrero de Pontevedra. Y lo lógico sería que Sánchez quisiera cortejarlo con políticas moderadas, buscando pactos con los partidos a su derecha. De forma simétrica, el PP, reconociéndose cautivo y derrotado por un tiempo considerable, debería también acercarse al centro, proyectándose como alternativa responsable de Gobierno para el día que lleguen las elecciones.

Si el universo político estuviera habitado por seres racionales y fríos como Mr. Spock, inauguraríamos ahora una etapa de consenso entre los grandes partidos. Pero, con tanto lunático suelto, que nadie espere un apacible viaje al centro. @VictorLapuente

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