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Columna
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‘Lesbocastellana’

Me ha dado mucha tristeza pensar en el país que se nos quedaría sin todas las que nos tenemos que ir a nuestro país

Marta Sanz
Dos mujeres se cogen de las manos en un parque.
Dos mujeres se cogen de las manos en un parque.Getty Images

El otro día una pareja de lesbianas inteligentes, hermosas y divertidísimas me relató una vivencia grotesca. No adorno a estas mujeres con los dones de la inteligencia, la hermosura y el sentido del humor porque sea una rareza tropezar con lesbianas así —hay quien cree que las lesbianas, por definición, son feas y ríspidas—, sino porque realmente son dos personas encantadoras y no quiero escatimarles halagos. Las mujeres, además, viven en Castilla y, para comenzar a contar su historia, le doy muchísimas vueltas al título de esta columna: burgolesbiana, castellanolésbica, lesboburgalesa, mesetolésbica, safopalentina… Jamás estaré a la altura de las habilidades morfosintácticas —el amenazador “lesboterrorismo” esgrimido por aquella diputada de Madrid— ni del apasionado y patriótico uso de los gentilicios del equipo publicitario de la ultraderecha nacional. Tampoco sé si mis nuevas amigas son de Burgos, Valladolid o Soria, así que opto por una denominación de origen que, en este caso, excluye Castilla-La Mancha.

Día luminoso. Dos enamoradas pasean cogidas de la mano. “¡Mira! Dos lesbianas…”. Las mujeres notan en la voz que las cataloga cierto repelús. Como si quien las señala tuviera el derecho —la obligación— de denunciar su desvergüenza. Una de las mujeres responde al señor que las ha etiquetado: “Es usted un ignorante”. El señor no da crédito y reacciona como un resorte: “¡Anda, vete a tu país!”. Y yo me pregunto: ¿dónde estará el país de las lesbianas?, ¿latitud?, ¿longitud?, ¿querrían las lesbianas del mundo vivir en un país tan claustrofóbico como por el que reza este señor? Además, las dos mujeres, aunque quizá sea imprudente señalarlo, tienen un aspecto perfectamente ibérico. Podrían ser valencianas o andaluzas que pasean amarraditas las dos, espumas y terciopelo, por una calle de su país. O murcianas mulatas lesbianas, que también es una combinación maravillosamente posible. Próceres y adláteres de la retórica ultraderechista, hábiles para ganar concursos de católicas familias de palabras y jugar a los papás y las mamás, carecen de argumentos que no salgan escupidos de sus bocas falsaria y reiterativamente. Son tan nuestros estoques y muletillas. Él entrar a matar. ¿Es usted negra? “Vete a tu país”. ¿Es usted pobre? “Vete a tu país”. ¿Es usted socialcomunista? “Vete a tu país”. ¿No va usted a misa? “Vete a tu país”. ¿Cree en el derecho de autodeterminación? “Vete a tu país”. ¿Es usted transexual? “Vete a tu país”. ¿Está usted malita, loca? “Vete a tu país”. ¿Lee a Vallejo? “Vete a tu país”. ¿Está a favor de un estado laico? “Vete a tu país”. ¿Se manifiesta por la enseñanza pública? “Vete a tu país”. ¿No le gusta la letra del himno de Pemán ni Que viva España de Manolo Escobar? “Vete a tu país”. Para lograr la reforma fiscal ¿hace brujerías? “Vete a tu país”. ¿No cree usted que este sea el peor Gobierno que ha tenido España en los últimos 80 años ni que el franquismo era una democracia en la que Franco ganaba todas las elecciones? “Vete a tu país”. ¿Es usted inmigrante? “Vete a tu país”. ¿Es usted lesbiana? “¡VETE A TU PAÍS!”. Patentaré muñequitos que, cada vez que les das cuerda, repitan: “Vete a tu país, vete a tu país”. Me ha dado mucha tristeza pensar en el país que se nos quedaría sin todas las que nos tenemos que ir a nuestro país.

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Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.

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