Aulas sin estudio
Comenzar el primer día de universidad frente a la pantalla del ordenador de casa no es ideal, pero no hay alternativa. A las tres de la tarde clico sobre el enlace de la clase y esta comienza sin problema, hasta que la profesora decide salirse de pantalla y escribir en la pizarra. Pregunto por WhatsApp si alguno puede mandarme una foto, pero lo que recibo está borroso. Los murmullos de mis compañeros dificultan escuchar. Desesperado, alzo mi mano digital para pedir si se podría repetir la explicación. El gesto en su cara indica que no me oye, y tras varios intentos continúa la clase. Finalizada la lección, miro mi hoja de apuntes y me entran ganas de llorar. El papel está en blanco, como lo aprendido el último año. Hemos vuelto a la universidad, pero no hemos venido a estudiar.
Alberto Almazán López. Bilbao
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