Moriría por ti es una metáfora
El ex ‘número dos’ de Interior del PP Francisco Martínez aparece en las grabaciones de la Operación Kitchen reconociendo que su error fue ser leal a “miserables” como Rajoy, Cospedal o Fernández Díaz. La lealtad está muy bien, pero antes de prometerla hay que fijarse en la etiqueta que cuelga de ella, donde se ve el precio
“Yo hago cualquier cosa por mi hijo” es una frase impresentable, potencialmente criminal, que goza del prestigio que suele tener lo que apela al instinto sobre la razón. Algo lógico cuando una de las excusas estrella para cualquier cagada es “lo hice sin pensar” o “perdona mi reacción ultraviolenta, no sé qué estaba pensando”, porque si no usas el cerebro eres más disculpable: con el cerebro eres malo conscientemente, sin él, malo por defecto.
No suele pronunciar esa frase alguien que entra en la cocina dispuesto a hacer la tarta de cumpleaños más grande de la historia. Salvo en las películas en las que secuestran a tu hijo para que traiciones principios supuestamente inamovibles, en la vida las cosas ocurren de otra manera: por supuesto que por tu hijo puedes hacer cualquier cosa, incluso ilegal o moralmente dudosa, pero recordando que los demás también tienen los suyos. La corrupción empieza siempre por la coartada, y si el listón es tu hijo ya podemos empezar a prepararnos todos.
En realidad pocas cosas más dignas que las que se hacen de verdad por un hijo, y todas tienen algo en común: la desesperación. Como robar para darle de comer. Para todo lo demás, la frase degenera en un comodín de justificaciones alegres que casualmente siempre redundan en tu beneficio. Una de las mejores cartas al director que leí nunca —exceptuando las que llegaban a Diario de Pontevedra para ponerme a parir porque yo en Pontevedra tengo pocos detractores, pero los que tengo escriben mejor que yo— la firmó Ignacio Caballero en 2013 en La Vanguardia. En ella hablaba de la frase “repleta de cinismo” de los que acaban de ser padres: “Esto lo hago por mi hijo”, y relataba ciertos derroches bajo la excusa de un nuevo niño del que, cuando crezca, te preguntarás por qué es tan caprichoso: “Es el reflejo de ti”. Eso cuando los derroches son pagados con dinero propio; cuando el dinero es saqueado, “lo hago por mi hijo” ya es divisa.
Todo esto tiene que ver con otro concepto de mucho prestigio que convendría someter a estudio: la lealtad. La lealtad de la sangre, de los juramentos de honor y de la obediencia ciega. Por eso, a la pregunta de “¿qué estarías dispuesto a hacer por tus hijos?” hay que pensarse la respuesta, porque una persona estaría dispuesta a muchas cosas, no todas legales, y después de esa pregunta hay que responder a otra más comprometida: “¿Qué estarías dispuesto a hacer por Jorge Fernández Díaz?”, “¿harías cualquier cosa por el ministro Fernández Díaz, que dijo en una entrevista que Dios salió a su encuentro en Las Vegas?”. Por nuestros hijos moriríamos, eso no es metáfora, ¿pero por Fernández Díaz?
Eso tuvo que hacer el ex número dos de Interior, Francisco Martínez, que aparece en las grabaciones de la Operación Kitchen reconociendo que su “grandísimo error” fue “ser leal” a “miserables” como Rajoy, Cospedal o su jefe directo, Fernández Díaz. La lealtad está muy bien, pero antes de prometerla hay que fijarse en la etiqueta que cuelga de ella, donde se ve el precio. Y aún prometiéndola uno es libre de traicionarla cuando lo que se le pide va contra la ley o contra sus principios. “Yo soy leal”, pero a quién. “Yo obedecía órdenes”, pero cuáles.
“Yo hago cualquier cosa por mi hijo” será una frase impresentable, pero “yo hago cualquier cosa por Jorge Fernández Díaz, María Dolores de Cospedal y Mariano Rajoy” merece la respuesta que recibió en La que se avecina un personaje obligado a hacer masajes con final feliz que avisó a su cliente: “Esto lo hago por mi hijo”. “Bueno, dedícasela a quien quieras”.
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