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Columna
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Política basura

Hay mucho margen para hacer oposición a cara de perro, para polemizar dentro y fuera del Congreso, pero ningunear los Presupuestos con ese espectáculo de narcisismos ideológicos es tierra quemada

Teodoro León Gross
Pedro Sánchez con Gabriel Rufián el pasado jueves en el Palacio en La Moncloa.
Pedro Sánchez con Gabriel Rufián el pasado jueves en el Palacio en La Moncloa.J.J. Guillén (EFE)

El PP veta la negociación con el Gobierno de las izquierdas, Podemos y Esquerra vetan a la derecha, el PSOE veta a Vox, Cs veta la fiscalidad de Podemos, el PNV defiende la lógica de excluir a Arrimadas, BNG y Bildu vetan, Vox veta… Aplicando el clásico Test del Pato, si actúan como una vetocracia, se pronuncian como una vetocracia y parecen una vetocracia, es que son una vetocracia. Ya no se trata de que tus señas de identidad estén definidas por el perfil de tu adversario —algo muy mediocre— sino directamente por su exclusión.

Todo esto podría ser un modo estúpido de hacer mala política en cualquier circunstancia; pero medio millón de contagiados después, con una estela oficial de 30.000 muertos (extraoficialmente al menos el doble), algo debería haber cambiado. En un momento como éste, con la economía arrasada y los servicios públicos bajo el volcán, la gestión debería optimizarse. Hay mucho margen para hacer oposición a cara de perro, para polemizar dentro y fuera del Congreso, pero ningunear los Presupuestos con ese espectáculo de narcisismos ideológicos es tierra quemada. Claro que resulta difícil entender que el PP se niegue a negociar los presupuestos antes de conocer el documento, pero también que el PSOE negocie antes de darle a conocer el documento. Lo lógico sería que los pronunciamientos de todos ellos no expresaran prejuicios ideológicos sino valoraciones reales. Al menos disponiendo de las grandes líneas del presupuesto. Que el Gobierno no haya ofrecido ningún documento previo delata que previsiblemente está más cómodo dejando que algunos se retraten como obstruccionistas radicales con sus titulares maximalistas.

La estrategia de Cs es lo único que ha roto este bloquismo frentista, hasta cierto punto. Eso ha descolocado sobre todo a Iglesias, patrocinador obsesivo de la mayoría de la investidura. Esta vez ERC se ha avenido a negociar, a cambio de la mesa con el soberanismo. Pero Esquerra, desde que boicoteó los presupuestos de 2019 y abrió el extenuante ciclo electoral del último año, rara vez ha estado dispuesta a contribuir a la gobernabilidad. Su mensaje en la investidura fue “la gobernabilidad de España me importa un comino”. Ayer la portavoz del Gobierno aclaró que a todos les une “el amor por España”. En fin, nada facilita un debate racional.

ERC reclama a Torra que acuda la mesa porque no hacerlo sería “antipolítica”, y a la vez reitera que hay que sacar a Cs de la negociación. Marca de la casa. A Esquerra sólo le interesa neutralizar a Torra, que mantiene el Govern al servicio de Puigdemont para acabar de desguazar Convergencia y revitalizar su liderazgo. Unos y otros son socios en Cataluña y llevan años desafiando el orden constitucional. Y en esa realidad política, los argumentos sobre el compromiso moral con los presupuestos al servicio de la ciudadanía dan para lo que dan.

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Sobre la firma

Teodoro León Gross
Málaga, 1966. Columnista en El País desde 2017, también Joly, antes El Mundo y Vocento; comentarista en Cadena SER; director de Mesa de Análisis en Canal Sur. Profesor Titular de Comunicación (UMA), licenciado en Filología, doctor en Periodismo. Libros como El artículo de opinión o El periodismo débil... Investigador en el sistema de medios.

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