Estar en Babia
Que se acuse a algunas personas de descansar unos pocos días de su trabajo como hace todo el que puede solo indica el grado de miserabilismo que se ha apoderado de muchos países
En la comarca de Babia, donde los reyes de León se retiraban a cazar y a descansar en la paz de las montañas de las intrigas palaciegas y las guerras, los días son luminosos y las noches están llenas de estrellas. En primavera, las grandes vegas se llenan de caballos y de flores y en verano las ovejas trashumantes reviven la antigua Mesta, aquella que traía de Extremadura y el norte de Andalucía millones de cabezas de ganado andando durante días por las cañadas, hoy sustituido el tránsito con camiones que depositan en unas pocas horas los rebaños en los puertos de destino sin necesidad de hacerles andar cientos de kilómetros. En Babia, en el verano, se repite esa vuelta al paraíso no solo de los animales, sino también de las personas que emigraron en busca de otro futuro, como en tantos lugares del mundo.
Estar en Babia, más allá de la región, que existe (culpa del refranero que mucha gente la crea ficción), es un derecho de todos, especialmente en la época del año que, dependiendo de los hemisferios, marca los meses de más calor y con ellos el tiempo de las vacaciones. Alejarse del lugar de residencia y de trabajo, volver a las raíces o buscar paisajes remotos en los que poder evadirse de las preocupaciones y dejar la conciencia en suspenso durante algunos días es algo que repetimos cada verano millones de personas en el mundo, pero este con más motivo, dadas las circunstancias que estamos viviendo y la preocupación y la tensión acumuladas desde que comenzó la pesadilla que aún perdura. Desde que se levantó el estado de alarma y la gente pudo huir de las ciudades, el mundo entero se ha convertido en una inmensa Babia en la que todos tratamos de olvidar lo vivido hace meses y lo que continúa ocurriendo por más que hagamos que no lo vemos. Pero septiembre se aproxima y pronto tendremos que regresar a la realidad, lo que ya se nota en el ambiente. ¿Qué nos deparará el futuro cuando abandonemos Babia y veamos que, como en el cuento de Monterroso, el monstruo sigue ahí?
Por eso es mucho más grave lo sucedido a personas como algunos miembros del Gobierno (dar nombres resulta superfluo) a los que se les ha negado el derecho a evadirse de la realidad y a descansar durante unos días después de meses enfrentándose a una tragedia de excepción para la que nadie estaba preparado, digan lo que digan muchos. Que se les acuse de descansar unos pocos días de su trabajo como hace todo el que puede, y no digo ya que se les impida hacerlo con amenazas y persecución, solo indica el grado de miserabilismo que se ha apoderado de muchos países, comenzando por este que presumía hasta hace muy poco de tolerante y abierto al mundo, pero que está copiando lo peor de otros en los que los fantasmas más negros del siglo XX están regresando ante la estupefacción de sus poblaciones. Que algunos de esos amenazados en sus particulares Babias veraniegas o en sus propios lugares de residencia habitual tengan bastante culpa de lo que les ocurre ahora por haber agitado vientos en momentos no muy lejanos de sus carreras políticas no justifica el acoso contra ellos ni es admisible en una democracia auténtica. La responsabilidad de unos en sus actuaciones no anula la de los otros y mucho menos la de quienes los “comprenden”.
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