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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cambios en el PP

El cese de Álvarez de Toledo debería ser el inicio de una estrategia más moderada

El País
La  exportavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, el lunes a las puertas del Congreso de los Diputados.
La exportavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, el lunes a las puertas del Congreso de los Diputados.Juan Carlos Hidalgo (EFE)

La destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz parlamentaria del PP constituye un giro de envergadura en el primer partido de la oposición que solo el tiempo dirá si es ideológico y de calado o meramente táctico. El relevo adquirió el lunes un relieve especial por la comparecencia de alto voltaje que protagonizó la diputada a las puertas del Congreso para explicar las desavenencias que el líder del PP le había expresado. Según su versión, Pablo Casado cree que la “concepción de la libertad” de la portavoz es incompatible con su autoridad, que sintió cuestionada en la entrevista que concedió a este periodico. Álvarez de Toledo aseguró que no ha tenido autonomía para ejercer su cargo, y señaló los pactos con Vox que permiten gobernar a barones supuestamente moderados, en alusión al alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que será portavoz nacional del partido.

Esa concepción de la libertad de Álvarez de Toledo no resulta convincente cuando lo que ha practicado ha sido la polarización, el tono bronco y un discurso que excluye a otras fuerzas del ejercicio del poder que les otorga legítimamente la soberanía conseguida con sus votos. El improperio contra Pablo Iglesias, al que calificó de “hijo de terrorista”, es una grave vulneración de la atmósfera de convivencia que debe primar en la política en general y en el Congreso especialmente.

Cuando Casado eligió a Álvarez de Toledo para un puesto tan visible y clave como el de portavoz, lo hizo como apuesta personal, a sabiendas de que no sintonizaba con los discursos más moderados de algunos barones y de dirigentes de la etapa de Rajoy que entonces pasaron a segundo plano. Su salida y el protagonismo que concede desde ahora a Almeida, a Ana Pastor como vicesecretaria de Política Social, y a Cuca Gamarra en sustitución de la propia Álvarez de Toledo es un giro en toda regla en un momento en que la fatiga por la crispación es notoria, en que el país necesita consensos para afrontar la reconstrucción sanitaria y económica y, por ende, en que ha visto que la estrategia de tierra quemada daba muchos menos frutos que la practicada por los dirigentes más moderados de su partido.

Casado ha jugado a la demolición del Gobierno, al que ha llegado a negar su respaldo en las dos últimas prórrogas del estado de alarma; lo ha acusado de atrocidades en la pandemia sin poder demostrar una mejor práctica en las autonomías que controla, especialmente en una Comunidad de Madrid azotada por los errores de Isabel Díaz Ayuso, su otra gran apuesta personal, y se ha dejado arrastrar por Vox a posiciones discutibles en un partido con vocación de volver a encabezar el Gobierno que ha ejercido durante 15 años en democracia.

España necesita recuperar una cultura de negociación que logre frutos en pactos vitales para la convivencia democrática y la lucha contra la recesión económica. La necesidad de unos Presupuestos que canalicen las inyecciones de dinero europeo, la urgencia de afrontar con consensos el fortalecimiento de la sanidad y la escolarización segura de los menores, la renovación de órganos como el CGPJ o el Tribunal Constitucional y de otras instituciones bloqueadas y la determinación de que este país avance con acuerdos y sin crispación son claves para el futuro. Los nombramientos de Casado pueden ser indicio de otra manera de hacer política. Pero ahora tienen que plasmarse en hechos concretos.


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