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Columna
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La geoestrategia de TikTok está en su salón

Es complicado percibir una amenaza en lo que parece un juego que, como mucho, crea discusión familiar

Jorge Marirrodriga
La red social china se encuentra ahora el centro de la pugna entre Pekín y Washington.
La red social china se encuentra ahora el centro de la pugna entre Pekín y Washington.Florence Lo (Reuters)

Decía Albert Einstein que no sabía con qué armas se lucharía en la Tercera Guerra Mundial, pero que la Cuarta sería librada con palos y piedras. En un mundo con un armamento cada vez más sofisticado, la predicción del científico hacía prever un conflicto apocalíptico y arrasador. Como en esos juegos donde la ficha —en este caso, la humanidad— cae en una casilla que la envía directamente a la salida. El cine y la literatura han explotado esta posibilidad centrándose básicamente en dos momentos: el “después de”, con una civilización destruida y gente haciendo lo que puede; y el “cómo sucedió”, donde se elucubra sobre situaciones y casualidades que llevan a alguien a apretar el botón rojo. Queda aparte la saga Terminator, un galimatías espaciotemporal que hubiera hecho las delicias de Einstein.

De todos los errores, absurdeces y situaciones inverosímiles que pueden llevar a un enfrentamiento global abierto, pocos guionistas hubieran imaginado que una aplicación de móvil con fines lúdicos, amada por los adolescentes —y algunos no tanto—, pudiera situarse en el centro de la polémica. TikTok es una aplicación china que permite subir vídeos de un minuto con bailes y bromas que tiene unos 2.000 millones de usuarios de los 7.500 millones que poblamos el planeta. Y con un softtware que al parecer puede recoger información en tal cantidad y calidad que representa un desafío geoestratégico.

Pero conviene recordar que la geoestrategia empieza en el salón de casa. Para muchos padres y madres “te voy a enseñar un TikTok” es una dura prueba donde se está obligado a ver —nunca es un vídeo, suelen ser seis o siete, hasta que se dice basta— imágenes y situaciones incomprensibles que causan gran hilaridad a quien los muestra y una profunda desazón sobre la brecha generacional en quien, por amor filial o por tener la fiesta en paz, los contempla. Una inanidad. Y cuando ese progenitor se libra —porque es así— del enésimo vídeo y, por fin, puede ver las noticias resulta que esa inanidad está en el centro de una pugna tecnológica y política global. Es complicado percibir una amenaza en lo que parece un juego que, como mucho, crea una discusión familiar: “Deja el TikTok y ponte a dormir/estudiar/…”. Esto ya lo contaba Homero en La Iliada, pero no vayan al del TikTok con Homero, salvo que le digan que era un influencer de su época.

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Nada más acabar la Segunda Guerra Mundial, a un piloto estadounidense se le ocurrió lanzar chicles y caramelos sobre el sector de Berlín ocupado por los soviéticos. Una y no más. Moscú protestó ante el mando aliado occidental porque entendía perfectamente la amenaza que suponía aquello. El éxito de China con TikTok no es solo lo que puede hacer la aplicación sin que sus usuarios lo sepan, sino la imagen de inocencia lúdica que ha creado en más de un cuarto de la población del planeta. Y esa guerra está perdida.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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