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Columna
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Por qué un voto dado con el corazón en el Congreso dejó desnudo a Bolsonaro

Los maestros de Brasil han logrado una victoria legislativa que a su vez es un duro golpe para Jair Bolsonaro, quien está más desnudo políticamente de lo que parece

Juan Arias
Jair Bolsonaro usa un tapabocas en una ceremonia oficial en Brasilia.
Jair Bolsonaro usa un tapabocas en una ceremonia oficial en Brasilia.Eraldo Peres (AP)

La votación en la Cámara de Diputados brasileño en los dos turnos para la aprobación de la importante ley sobre el Fundeb, que regula los gastos del Estado para la enseñanza básica, con sólo siete votos en contra, ha sido sin duda un voto que los diputados han dado con el corazón. Por una vez se han olvidado de sus pequeños intereses políticos o de partido y han sabido poner los ojos en esos millones de niños que son el futuro de la nación, cuya única redención es una buena enseñanza de base.

Una mejor educación fundamental les impedirá dejarse esclavizar cuando sean mayores. Y los diputados han votado con el corazón seguramente pensando también en los millones de profesores que son el motor de la educación, una continuación de la familia. Ellos merecen todo el respeto, el apoyo y el cariño de la nación. Más en Brasil, donde los profesores son de los peor remunerados del mundo y no por eso dejan de dedicar su vida con pasión a la enseñanza.

Ha sido un voto con el corazón y al mismo tiempo una derrota, o mejor aún una humillación a un gobierno que casi a dos años de su mandato no ha conseguido más que siete votos de todo la Cámara de Diputados para apoyar su proyecto, con el que quería usar el Fundeb para crear un programa en clave electoral.

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Por ello, si ha sido un voto con el corazón, también ha sido un voto de castigo al presidente Bolsonaro, quien además de su conducta de tinte genocida durante la pandemia, según dicen juristas, pasará negativamente a la historia por su desprecio a la educación con su rosario de ministros de Enseñanza incapaces para el cargo que él mismo se vio obligado a destituir porque eran una vergüenza nacional.

En la histórica votación del Congreso sobre el Fundeb, el presidente Bolsonaro se ha revelado más que un nuevo Atila, cuyo caballo hacía morir para siempre la hierba que pisaba, como el caballo de Troya descrito por Homero en La Odisea, que a lo largo de los siglos se ha convertido en la metáfora del engaño político y militar.

En cualquier otra parte del mundo, sobretodo donde existe la figura del presidente del gobierno separada del Presidente de la República, la tarde misma de la rotunda derrota del Congreso, habría habido una crisis de gobierno. Y aún en un régimen como el brasileño, Bolsonaro, de haber tenido grandeza política, hubiese renunciado a su cargo ya que ha quedado claro que es un Ejecutivo que ha sido humillado con una derrota tan rotunda en un tema tan crucial como el de la educación.

El voto del Congreso, pronunciado por los congresistas con el corazón, puede haber revelado más que una humillación al presidente. Ese voto hará pensar a muchos que quizás sea una falacia la excusa de que no es prudente dar curso a las decenas de peticiones de impeachment contra Bolsonaro, que se amontonan en el Congreso, bajo la excusa de que el gobierno contaría con votos suficientes para pararlas.

La votación sobre el Fundeb, que avergonzaría en cualquier país a cualquier gobierno, ha dejado también patente que el presidente está más desnudo políticamente de lo que parece. Bolsonaro, quien tanto acude al cielo y a los dioses en su favor, debería reflexionar que quizás desde aquellas alturas de lo divino comienza a verse más abandonado de lo que podría imaginar. Y cuando los dioses, aunque sea como metáfora, empiezan a abandonar a alguien la derrota suele estar cercana.

Soy hijo de dos profesores rurales pobres que nunca conseguían acabar el mes sin deudas para que mal pudiéramos comer, pero que nos infundieron a mi y a mis hermanos la pasión por el saber como la mejor arma de defensa contra la iniquidad. Por ello no puedo dejar de dedicar esta columna con emoción a la victoria conseguida por los millones de sacrificados profesores de educación de base de Brasil, que hoy pueden sentirse orgullosos de haber ganado esa batalla a quienes tanto los han siempre humillado.

Ojalá sea esta victoria el alba de nuevas victorias en un país donde el tema de la educación es más crucial si cabe, que en otras partes. No podemos olvidar que una de las mayores tragedias de este país continente fue cuando millones de esclavos africanos, cuyos descendientes son aún mayoría en el país, fueron abandonados a su suerte sin educación para ellos y para sus hijos.

Hoy Brasil paga el precio de aquel cruel abandono y de aquella aberración llevada a cabo con millones de analfabetos y de personas sin preparación a las que se les impidió conseguir un trabajo digno y un rescate cultural que los liberase de las humillaciones y dolores de los demonios de una injusticia que aún se resiste a morir.

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