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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Latinoamérica, en el ajedrez de Estados Unidos y China

Las relaciones comerciales se convertirán en un aspecto importantísimo de la vida pública en un mundo que, modelado por la pandemia, promete nuevos brotes de proteccionismo

Carlos Pagni
Donald Trump y Xi Jinping, en Pekín (China), en noviembre de 2017.
Donald Trump y Xi Jinping, en Pekín (China), en noviembre de 2017.GETTY IMAGES

Roberto Azevedo, el brasileño que desde 2013 preside la Organización Mundial de Comercio (OMC), anunció a mediados de mayo que dejará esa posición, a pesar de que su mandato vencía el año próximo. Alegó razones personales. Amigos suyos especulan con que pase a la actividad privada, quizá dirigiendo la poderosa empresa china Alibaba.

La salida de Azevedo desencadenó el juego sucesorio en un momento de enorme densidad histórica. Las relaciones comerciales se convertirán en un aspecto importantísimo de la vida pública en un mundo que, modelado por la pandemia, promete nuevos brotes de proteccionismo. En el centro de ese panorama se baten a duelo los Estados Unidos y China. Al nuevo presidente de la OMC le tocará operar en ese mar turbulento. A pesar del riesgo, hay ocho aspirantes para el cargo.

Uno de ellos es Jesús Seade, postulado por el gobierno de México en junio pasado. Seade es el subsecretario para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores de su país. Desde esa condición fue la negociación del nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), con los Estados Unidos y Canadá.

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La carrera internacional de Seade es impactante. Tuvo, entre otras responsabilidades, la de economista principal del Banco Mundial, director adjunto de la OMC y director asistente del FMI. Sin embargo, en esta encrucijada hay que prestar atención a un detalle: también fue asesor del Secretario de Finanzas de Hong Kong, lo que lo llevó a vivir durante un tiempo en China.

Ese antecedente parece simétrico del vínculo muy estrecho que Seade estableció con Robert Lighthizer. No sólo por la negociación del TLCAN. Mucho antes se enfrentaron en un litigio por el comercio de cemento, que ganó el mexicano.

El papel de México en la escena internacional es peculiar. Suele tener posiciones muy independientes en las Naciones Unidas. Y se mantiene bastante prescindente en cuestiones globales de Defensa. Aun en las que requieren de fuerzas de paz. En este campo, desmiente a veces lo que podría preverse como una alianza automática con los Estados Unidos. Por ejemplo, durante la presidencia de Vicente Fox se opuso a la invasión a Irak promovida por George W. Bush.

En las instituciones económicas, en cambio, México tiene más visibilidad. El presidente de la OCDE, Ángel Gurría, es mexicano. Acaba de anunciar que no se postulará para un nuevo período, lo que facilita las expectativas de Seade. Sería raro que dos organizaciones internacionales relevantes fueran encabezadas por representantes del mismo país. El reparto de poder entre regiones es un criterio muy habitual en estas elecciones. Por eso a Seade lo perjudica también que el director de la OMC que se retira sea latinoamericano.

La OMC será un centro de atención en los próximos años. Uno de los motivos es que la gran retracción económica derivada de la pandemia activará reflejos proteccionistas. Por lo tanto, se multiplicarán los conflictos comerciales. En este contexto la tensión entre los Estados Unidos y China será más dura y se proyectará sobre esa institución. Donald Trump amenaza siempre con retirar a su país del club.

El interrogante sobre el resultado de las elecciones norteamericanas condiciona esta discusión. Pero, ¿hasta qué punto lo hace? ¿Una eventual derrota de Trump y un gobierno de Joe Biden significarán un giro dramático de la política de Washington hacia Pekín? Muy posiblemente no. Por lo tanto, la competencia de los Estados Unidos y China en el seno de la OMC seguirá siendo crucial, gobiernen los republicanos o los demócratas.

Dentro de estas coordenadas adquiere relevancia especial la reciente reunión de Trump con Andrés Manuel López Obrador. México aspira a obtener el apoyo de los Estados Unidos para Seade. Si se repasan los antecedentes de los rivales de Seade salta a la vista que el mexicano es el que más vínculos puede tener con Washington. Hay un pormenor que puede ser decisivo: no está claro si el reemplazo de Azevedo estará decidido antes de que se celebren los comicios estadounidenses, en noviembre.

Esta negociación entre Estados Unidos y México tiene derivaciones en otras disputas de poder de la región. La reunión entre Trump y López Obrador fue organizada por Mauricio Claver-Carone, el responsable de América Latina en la Casa Blanca. Pero, sobre todo, es el candidato de Trump a presidir el Banco Interamericano de Desarrollo. Claver-Carone ya cuenta con el apoyo de Brasil, Colombia y Venezuela, representada por el gobierno interino de Juan Guaidó. No hay que descartar que México esté negociando con los Estados Unidos el apoyo a este funcionario a cambio de un respaldo para Seade. El problema es que Marcelo Ebrard, el canciller mexicano, oficializó hace tiempo el apoyo de su país para el argentino Gustavo Béliz, secretario de Asuntos Estratégicos del gobierno de Alberto Fernández.

Fernández, apenas se postuló Seade, emitió un tuit respaldando su candidatura. Su candidato para el BID, Béliz, es un funcionario prestigioso, muy valorado en Washington, donde vivió más de una década, cuando era funcionario de ese banco. Pero le juegan en contra las tensiones del gobierno de Fernández con los de casi todos sus vecinos. La elección del presidente del BID será en septiembre. Quedan varias semanas para desenredar los hilos que se están cruzando. Es posible que, en una primera ronda, México cumpla con Béliz. Pero que, al final, vote por el candidato de Trump.

Claver-Carone ha avanzado mucho en su carrera. En estos días está publicando artículos y ofreciendo entrevistas a medios de prensa latinoamericanos para explicar sus pretensiones. En todos estos textos aparece un cuadro general: el interés de los Estados Unidos por restablecer vínculos con los países de la región, en un momento en que las relaciones con China se endurecen. Como el juego en la OMC, también la avanzada de Washington sobre el BID está pensado con la mirada puesta en el rival asiático.

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