Desprecio por diversión
En su artículo del pasado sábado, Desprecio, Carlos Boyero compara con terroristas a esas hordas juveniles que montan fiestas sin respetar las más elementales medidas de higiene. ¡Qué razón tiene! Como casi siempre. El desprecio por la vida ajena debería ser reprimido con dureza. Pero algo está fallando. Tratamos de atajar este grave problema apelando al civismo de los irresponsables, algo loable, pero no funciona. Las sanciones tampoco parece que cumplan su cometido. Alguien podría sugerir el confinamiento selectivo de los más vulnerables, pero, además de injusto, supondría justificar el desfase de los fiesteros. Ya puestos, resultaría más lógico encerrar a quienes amenazan la salud colectiva. Algo hay que hacer y pronto, o volverán a pagar justos por pecadores, inocentes por culpables, débiles por fuertes, los abuelos por los nietos.
Gonzalo de Miguel Renedo. Logroño
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