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Columna
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Claustrofobia

Mientras el crimen violento callejero decae, en las casas se ha desatado lo que la directora de Naciones Unidas Mujeres ha definido como “una pandemia en la sombra”

Eva Borreguero
Una mujer con una mascarilla con la inscripción "¡Paren de matarnos!" durante una manifestación en Buenos Aires.
Una mujer con una mascarilla con la inscripción "¡Paren de matarnos!" durante una manifestación en Buenos Aires.Juan Ignacio Roncoroni

Durante este confinamiento del que empezamos a salir vi en Youtube Ghare Baire (El hogar y el mundo), del gran cineasta indio Satyajit Ray, basada en la novela del Nobel Rabindranath Tagore. Si bien la película está ambientada en unos sucesos que tuvieron lugar hace más de 100 años, los temas tratados siguen vigentes. La historia se desarrolla en el interior de un palacio bengalí cuyo propietario se esfuerza por sacar a su esposa del confinamiento que la tradición impone a las mujeres de su alto nivel social. Es una sociedad de dicotomías espaciales, donde la esfera doméstica, lugar de protección y seguridad, encarna lo intuitivo en la figura de la mujer, garante y perpetuadora de las tradiciones. Fuera se encuentra el mundo, terreno resbaladizo y peligroso de la lucha política, las ambiciones materiales, la acción masculina. En el hogar reside la verdadera identidad, nuestro yo espiritual. En el exterior predominan racionalismo y materialismo. Como telón de fondo, los dilemas morales del nacionalismo anticolonial incipiente: el fin y los medios, el idealismo y la praxis, la deriva comunalista que terminará por enfrentar a hindúes y musulmanes y que nos remite a la actualidad india.

Con todo, el peso trágico de la acción recae en el entorno claustrofóbico del interior del hogar, ajeno a la mirada de la sociedad, donde se libran otras batallas no menos relevantes: el dominio psicológico del otro, la dificultad de preservar la identidad, la cohabitación con los demonios propios.

La cuarentena impuesta por la pandemia ha resultado decisiva para contener el virus, pero ha alterado la relación entre estos dos espacios, concentrando la experiencia vital en el interior de la vivienda, convertida ahora en oficina de teletrabajo, escuela, patio de recreo, enfermería. Lamentablemente, también, para muchas mujeres, y niños, en un espacio de convivencia forzosa con sus maltratadores. Mientras el crimen violento callejero decae, en las casas se ha desatado lo que la directora de Naciones Unidas Mujeres ha definido como “una pandemia en la sombra”. Está sucediendo en todo el mundo. Según el Centro W. Wilson, que recientemente celebró una videoconferencia para abordar la violencia de género durante la pandemia, en México, en comparación con el año pasado, las llamadas de ayuda han aumentado un 60%. En Colombia un 91%. Igualmente, en toda la región de Oriente Próximo y norte de África, en Líbano ha sido de un 110%. El incremento no ha sido únicamente de número de llamadas, también de nivel e intensidad de la violencia ejercida. En Francia la violencia conyugal aumentó el 32%. Qué decir de la decapitación de una adolescente por su padre en Irán. Lógicamente estamos pendientes ante todo de los datos sanitarios y económicos, pero no hay que olvidar que el hogar, espacio presumible de seguridad y protección, se puede convertir en el escenario de máximo peligro. Desde Sade el espacio cerrado es el lugar privilegiado para la violencia contra la mujer.

@evabor3

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Sobre la firma

Eva Borreguero
Es profesora de Ciencia Política en la UCM, especializada en Asia Meridional. Ha sido Fulbright Scholar en la Universidad de Georgetown y Directora de Programas Educativos en Casa Asia (2007-2011). Autora de 'Hindú. Nacionalismo religioso y política en la India contemporánea'. Colabora y escribe artículos de opinión en EL PAÍS.

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