Ahora, ¡Europa social!
Un nuevo ciclo histórico se está abriendo; es el momento de darle, para integrar a las poblaciones europeas, un imprescindible contenido social
El microscópico y pertinaz virus que nos asola está sembrando también, a su vez, bajo su estela, un haz de sorpresas: posiblemente, sea la semilla de un giro positivo para el porvenir de la UE. Tras un intenso ir y venir de vacilaciones, confusiones, incoherencias y enfrentamientos egoístas, finalmente, las principales instituciones europeas (Consejo Europeo, Comisión, Parlamento, Banco Central, etc.) han decidido dar un importante aliento a los que conciben Europa no solo como un espacio mercantil y monetario sino, sobre todo, una comunidad de pertenencia, autónoma y dedicada prioritariamente a defender los intereses de los ciudadanos. La envergadura de los fondos puestos sobre la mesa para luchar contra las consecuencias económicas y sociales de la crisis pandémica (más de tres billones de euros), su distribución entre los beneficiarios (Italia, España, Francia y otros), así como las garantías aportadas por el Banco Central a los mercados prestadores y la enorme cantidad liberada, demuestran claramente que Europa acaba de abrir una nueva senda esperanzadora.
Porque, más que a la dimensión estrictamente cuantitativa del dinero, hemos asistido, estos dos últimos meses, a un retorno de la Política como eje vertebrador de lo que puede ser una Europa mejor. Un primer paso lo dieron los Estados miembros que respaldaron a Italia, España y Francia en sus pugnas para conseguir una reorientación de la ayuda, sujeta al interés general europeo y libre del dictado del mantra ultraliberal impuesto por la Comisión en sintonía con los países supuestamente “frugales”; el segundo, el golpe dado por la declaración germano-francesa de apoyar una mutualización de las deudas (camuflada con otro nombre, bajo la cultura alemana del ahorro) y, por fin, el impulso de la Comisión que permite que los Estados puedan gestionar con más flexibilidad sus políticas presupuestarias. Es decir, por primera vez, es la política la que rige Europa, y no el espíritu de un Consejo de Administración de un Banco, con sus clásicas herramientas punitivas.
A este estado de cosas cabe añadir una toma de consciencia del papel de Europa en la durísima guerra digital mundial. Son señales loables y positivos tanto la propuesta francoalemana de creación de un sistema europeo digital independiente (proyecto Gaia X), para hacer frente a Google y a otros mega-poderes financieros norteamericanos y chinos, como las tasas impuestas a estas empresas predadoras de datos europeos, que se benefician de la extraterritorialidad del derecho que EE UU se han arrogado los últimos años. ¿Será que Europa desea existir ahora como un proyecto social-económico libre del yugo neoliberal? Es un aliento que podría desembocar en un nuevo desafío: construir las bases de una verdadera solidaridad política europea. Encarnaría la mejor manera de acabar con las fracturas de toda índole que dividen a los miembros de la UE y permitir que Europa pueda jugar el papel que merece de gran potencia pacífica, independiente, en el mundo. Un nuevo ciclo histórico se está abriendo; es el momento de darle, para integrar a las poblaciones europeas, un imprescindible contenido social.
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