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Columna
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Momentos delicados

Estar en contra del IMV es estar en contra de que casi dos millones de niños, casi todos ellos blanquitos, coman todos los días

Jorge M. Reverte
El líder de Vox, Santiago Abascal, junto al portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, durante el pleno del Congreso este jueves en Madrid.
El líder de Vox, Santiago Abascal, junto al portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, durante el pleno del Congreso este jueves en Madrid.FERNANDO VILLAR (EFE)

Esto se nos va a llenar de españoles. Tienen razón los de Vox, que han descubierto que la puesta en marcha del ingreso mínimo vital esconde, pero muy poco, un efecto llamada escandaloso. Si, como parece, el Congreso de los Diputados aprueba la ley que supondrá su creación, millones de negros africanos sentirán que en Europa hay un lugar donde basta ser humano para que tenga derecho a comer todos los días, y a dormir abrigado y con techo.

Esto se va a poner imposible, casi tanto como se puso Alemania en los años cincuenta y sesenta, que se abarrotó de españoles que además de trabajar querían que les pagaran por hacerlo. Y comer, querían comer.

Uno de los problemas que tienen los chicos de Vox es que, aunque vayan a colegios bilingües, leen muy poco en cualquier idioma. Si lo hicieran, podrían saber que semejante invento de integración existe en 20 países desde hace algún tiempo. Eso explica que se hayan llenado de negros africanos. Toda Europa está llena de ellos. El Brexit es una de las pocas medidas serias que se han tomado para revertir la situación. Y para eso está la idea del Spaxit, que pretende mantener en un futuro a España a salvo de las intervenciones no solo de los salvajes negros de África sino, también, de quienes les llaman, los socialdemócratas europeos.

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En los momentos más delicados es cuando los hombres y, seguramente, las mujeres dicen más tonterías.

La frase de Heinrich Mann iba dedicada a la insoportable Alma Mahler, y no requiere explicación, salvo los datos que fijan qué buen momento ha elegido la ultraderecha española para oponerse a un Gobierno como el de Sánchez, haga lo que haga.

Estar en contra del IMV es estar en contra de que casi dos millones de niños, casi todos ellos blanquitos, coman todos los días, que es lo que hace la presidenta de Madrid cuando decide quitarles la pizza. Y es estar en contra de que millones de seres humanos puedan comer.

Vox ha escogido el buen momento, al que Heinrich Mann aludía, para mostrar su estúpida manera de ver el mundo. Tiene razón en una cosa: va a haber un gran efecto llamada, al que acudirán, muy probablemente, centenares de miles de españoles blanquitos, mal alimentados. Esos que hacen cola en torno a los comedores solidarios que hay en muchas ciudades españolas. Por suerte.

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