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Tribuna
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La hora de los valores

Estamos ante una oportunidad para definir las bases sobre las que construir un nuevo paradigma, asentado en la capacidad de cooperación y la búsqueda de consensos en el ámbito político y social

RAQUEL MARÍN
RAQUEL MARÍNRAQUEL MARÍN

Nos enfrentamos como colectivo social a uno de los retos más complejos del último siglo, una crisis socioeconómica global de consecuencias aún difíciles de cuantificar con precisión. Prueba de ello son los titulares que recogen estas mismas páginas durante los últimos meses. Referencias a caídas históricas del PIB y del empleo, y un balance de pérdidas humanas que nos retrotraen a tiempos de profundas incertidumbres.

Estamos ante una crisis completamente diferente de cualquier otra que hayamos sufrido. Una de las pocas certezas con la que contamos es que vivimos un momento crucial, uno de esos instantes de la historia en los que la respuesta que ofrezcamos conformará el nuevo paradigma que dará sentido a la sociedad poscovid.

Ante esta situación de enorme responsabilidad, debemos volver la mirada hacia los elementos esenciales que han facilitado el progreso de la humanidad y han dado forma a nuestro modelo de convivencia. Si planteamos un ejercicio de vuelta a lo básico que arroje luz sobre el camino a transitar, veremos que el ser humano cuenta con un factor diferenciador que ha sido decisivo en cada uno de los grandes retos que han impulsado saltos cualitativos en la evolución de la sociedad: nuestra capacidad de cooperación.

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Esta misma capacidad es la que nos ha permitido llegar hasta aquí, sustentada sobre los valores esenciales para la cohesión de la sociedad como son la generosidad, el sacrificio, la solidaridad y el esfuerzo, y, sin duda, será la que nos guíe entre tanta incertidumbre. Vemos ejemplos en todos los ámbitos desde que comenzó la crisis. Sentimos orgullo de la generosidad sin límite que muestran los héroes silenciosos luchando en los hospitales para frenar el número de víctimas; o del esfuerzo de los trabajadores, tanto de los que salen día tras día a la calle para ir a sus puestos de trabajo, como aquellos que siguen dando lo mejor de sí mismos desde sus casas para que no cese la actividad empresarial y económica del país.

También es preciso reseñar el papel de los empresarios españoles que han puesto al servicio de la ciudadanía las capacidades y los medios de las compañías que lideran para cooperar con el Estado, mostrando el músculo de la colaboración público-privada que está permitiendo reforzar las áreas donde su presencia es vital en una situación de urgencia.

Serán precisamente estos líderes empresariales los que van a tener, ya están teniendo, de hecho, un peso fundamental en la resolución de esta crisis. La mayor o menor velocidad con la que consigamos recuperarnos en el plano económico y volver a los niveles de crecimiento que mantenía España antes de la llegada de la pandemia dependerá de la resiliencia del tejido empresarial de nuestro país. Pero en este reto las empresas no pueden estar solas. Con toda lógica, el Gobierno ha priorizado las medidas dirigidas a proteger la salud de las personas. Esa primera fase ya se ha logrado, y ahora llega el momento de relanzar la actividad económica. Cientos de miles de puestos de trabajo dependen de la forma en la que el Gobierno facilite la supervivencia de las empresas con diferentes mecanismos de protección. No podemos pasar por alto que la medida social más eficaz en tiempos de crisis es el mantenimiento del empleo.

En este sentido, las políticas públicas van a tener una gran influencia en cómo nos repongamos de esta crisis. Si alzamos nuestra vista hacia el medio y largo plazo veremos que es necesario aunar fuerzas para avanzar en un proceso de transformación y modernización de nuestra economía. Será determinante la manera en que afrontemos retos como la reindustrialización competitiva del país, enfocándonos hacia sectores de alto valor añadido y con gran capacidad de arrastre; el impulso a la I+D+i para superar el gap de innovación y aumentar la competitividad empresarial; la fórmula para generar la confianza imprescindible que atraiga la inversión e impulse la exportación; o la evolución del proceso de transición energética hacia modelos basados en energías renovables y de mayor eficiencia. Todo ello a fin de evitar la pérdida de un tejido industrial que paulatinamente se ha visto reducido como consecuencia de anteriores crisis y contribuir con su fortalecimiento a lograr que la economía española sea más resiliente y sostenible.

Esta capacidad de cooperación también la debe demostrar Europa. En los momentos más difíciles, en los que parece que no contamos con referentes mundiales que encabecen la lucha contra la pandemia, surge la ocasión de demostrar la naturaleza con la que nació la Unión Europea tras la devastación del continente como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y hacer honor a su lema: “Unidad en la diversidad”. Parece que los primeros pasos ya se están dando con la propuesta de un fondo para la reconstrucción económica de Europa que alcanzará los 500.000 millones de euros.

Produce vértigo pensar cómo ha cambiado nuestro entorno, seguro y controlable, en poco más de cuatro meses; el tiempo transcurrido desde la publicación de las primeras noticias sobre la covid-19 en los medios españoles. Y es aquí donde nos encontramos con una de las características de las situaciones críticas: su poder transformador. Estamos ante un momento disruptivo, que nos ofrece una oportunidad para definir las bases sobre las que construir un nuevo paradigma social y que, fundamentalmente, deben responder a la pregunta sobre cómo queremos que sea el mundo tras superar la pandemia. Y frente a las incertidumbres anteriores, esta respuesta sí debemos percibirla de forma más clara.

Tenemos que impulsar de una vez por todas el espaldarazo definitivo a la tecnología, tras el evidente valor que hemos podido comprobar en este periodo de confinamiento, dejando de ser un eterno reto a futuro para formar parte de todos los ámbitos del presente. En este sentido, avanzaremos hacia un modelo de relación más digital en todos los ámbitos de nuestro día a día, que demandará una mayor democratización en el acceso a la tecnología. Y, además, será fundamental que trabajemos por un gran pacto social, una amplia alianza en materia de educación y sanidad resultante de la unión de las fuerzas políticas y sociales que garantice la igualdad de todos los ciudadanos. En este aspecto, es esencial, y urgente, encontrar puntos de consenso entre el entorno político y los interlocutores sociales.

En esta sociedad poscovid será imprescindible que pongamos el foco sobre nuestros valores. El geógrafo estadounidense Jared Diamond plantea en uno de sus famosos ensayos en los que analiza la supervivencia de diferentes culturas que “quizá la clave del éxito o fracaso como sociedad resida en saber qué núcleo de valores debe conservarse y cuáles hay que desechar y sustituir por otros cuando la situación cambia”. Y esta es la reflexión que debemos afrontar ahora. Por nuestro bien y el de las generaciones futuras es necesario apostar por un marco social en el que prime un mayor sentimiento de colectivo, surgido de una visión más altruista de la responsabilidad individual de cada uno de nosotros. Una nueva sociedad de los valores en la que la generosidad, la solidaridad, el sacrificio y el esfuerzo guíen nuestras acciones.

Fernando Ruiz es presidente de Deloitte.

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