Inaceptable
Netanyahu no puede consagrar el derecho de conquista sobre Palestina
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se dispone a poner en marcha una de las decisiones más injustas, peligrosas y desestabilizadoras en la esfera internacional como es la anexión unilateral de territorios que, según el derecho internacional y numerosas resoluciones de Naciones Unidas, pertenecen al pueblo palestino.
Es injusta porque no responde a una negociación reclamada tanto por las autoridades palestinas, reconocidas por el mismo Israel desde los acuerdos de Oslo de 1992, como por la comunidad internacional. Se trata de una imposición que cuenta además con la bendición del presidente de Estados Unidos que más ha hecho por socavar el orden multilateral que, con todos los fallos que pueda tener, ha salvaguardado la paz desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ningún presidente anterior, republicano o demócrata, ha querido apartarse de la posibilidad de un acuerdo negociado. Es injusta porque consagra una situación de apropiación de facto de Cisjordania que Israel ha llevado a cabo desde que en 1967 la ocupó militarmente. La línea de alto el fuego establecida en 1948 es el límite sobre el que se fundamenta el Estado palestino, una aspiración legítima y legitimada. Cualquier alteración legal sobre esta delimitación tiene que ser obligatoriamente fruto de un acuerdo negociado y no de un eufemísticamente denominado Plan de Paz que no significa otra cosa que la oficialización del derecho de conquista.
Es peligrosa porque dinamita todos los puentes de entendimiento entre las dos partes. Coloca a la Autoridad Palestina ante la inevitable decisión de romper cualquier tipo de colaboración que mantiene con Israel y que afecta no solo a temas de seguridad, sino a cuestiones que regulan la vida cotidiana de millones de palestinos. Lleva el conflicto a un estadio anterior a los históricos acuerdos de Oslo alcanzados por los líderes israelíes y palestinos y que han supuesto el esfuerzo más serio y concreto por resolver un conflicto de trascendencia mundial. Aquella comprensión de que la paz entre Israel y Palestina solo podía ser alcanzada mediante el acuerdo y el reconocimiento mutuo le costó la vida al primer ministro israelí Isaac Rabin a manos de un fanático israelí. Desde entonces, los sucesivos Gobiernos derechistas de ese país no han cesado en la política de colonización permanente de un territorio que no le corresponde a Israel según el derecho internacional. Es peligrosa para la paz en la región porque da alas a movimientos y países que reclaman directamente la guerra abierta y la inaceptable destrucción de Israel. Y además coloca a las democracias del resto del mundo ante la tesitura de aceptar este atropello internacional o romper amarras con el Estado judío.
Netanyahu, quien ayer comenzó a ser juzgado por soborno, fraude y abuso de poder, es el primer ministro de un país que fue creado y legitimado internacionalmente mediante una resolución de Naciones Unidas. Sencillamente, no puede ignorar ahora el derecho internacional y el sentido común para llevar a cabo una anexión que va contra ese derecho. No puede ignorar que, al igual que Israel tiene derecho a existir, también lo tiene el Estado palestino.
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