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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Separatismo madrileño

Nada ha habido en Isabel Díaz Ayuso de sugerencia o propuesta constructiva para provecho común. Solo quejas

Xavier Vidal-Folch
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.Comunidad de Madrid (Europa Press)

Esta crisis ha alumbrado el separatismo madrileño. Desbanca en intensidad al actual desafío del secesionismo catalán. Ya lo apuntó en enero cuando la Comunidad de Madrid empleó su protocolo para invadir la competencia internacional del Gobierno durante la visita del presidente del Parlamento venezolano, Juan Guaidó.

Y arrecia desde entonces. ¿Cómo? Aprovechando la para-federal Conferencia de Presidentes solo como caja de resonancia de sus posiciones gremiales: a diferencia de las reclamaciones sindicales, no se trufan de corresponsabilidad. Y exhibiéndose no para visualizar una gestión mejor que la de otras administraciones, sino desacoplada, contraria.

Nada ha habido en Isabel Díaz Ayuso de sugerencia o propuesta constructiva para provecho común. Solo quejas. Y denuncia de errores ajenos, inventados o magnificados para tapar la viga en ojo propio y centrifugar su responsabilidad, la clásica identificación nacionalista del Otro como Enemigo.

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Pero los fallos globales en el suministro de mascarillas no difuminan los propios, a la espera del maná de aviones que nunca llegaban. La fractura interna entre técnicos con mando y comisarios políticos devino en crisis.

Y la imputación al Gobierno de altos registros de fallecimientos en comparativa internacional —en la que ha caído su jefe, Pablo Casado—, resulta obscena, pues causas y situaciones difieren aquí y allá. También porque el “icono” y su comunidad no debieran presumir del mejor estándar de inmunidad propia.

Este escenario pespuntea la deseabilidad de una autonomía del todo desgajada y rival de la política de Estado —que es por definición y aunque resulte imperfecta—, la de un Gobierno ante una emergencia. Miel sobre hojuelas para el secesionismo pues proviene del partido centralista por antonomasia, un índice del daño que imprime a España como conjunto.

Pues, qué despropósito conlleva mayor desatino: ¿el vaticinio incomprobable de que en una Cataluña independiente “no habría habido tantos muertos”; o cargárselos, no a una idea, sino a la persona del presidente con quien se rivaliza?

El separatismo madrileño beneficia al independentismo catalán, relativiza sus aristas. No porque no incurra en parejas desproporciones: denunciar la tardanza del desconfinamiento absoluto desde la ineficacia de igual medida para un territorio acotado (Igualada); dramatizar la recentralización de competencias cuando el ejercicio de las propias ha sido terrible (residencias de ancianos); adelantarse minutos a anunciar medidas propias de un Estado, sabiendo que ya están previstas y capotará su aplicación territorial limitada.

Pero la persistencia vindicativa, subrayada por los medios cautivos, coexiste con rectificaciones y matices. El president que rechazaba convocatorias multilaterales, se afana hoy en las Conferencias comunes; el desprecio a la ayuda del Ejército desemboca en reclamarlo; la denuncia del mando único, en el ímpetu lógico por modularlo (de la desescalada provincial, al despliegue por “regiones sanitarias”) que facilita la flexibilización de la “cogobernanza”.

Cohabitan, entrecruzados y volubles, el ideologismo y el realismo. Pronto veremos cuál avanza más. Si el president, ya aprobado el presupuesto, anuncia no las elecciones inmediatas que prometió —al agotarse su fórmula de Govern—, sino al menos un futuro concreto en que sean factibles; y si Esquerra rebobina su vaivén en el apoyo pragmático al Gobierno cuando se vote la próxima prolongación del estado de alarma: entonces, bien.

Si ocurre lo contrario, Cataluña se habrá dejado colonizar, ay, por el separatismo madrileño.

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