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Columna
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Guerras con Eurasia

Puede que entre los efectos del confinamiento esté un aumento de las contradicciones y la incapacidad de verlas

Daniel Gascón
El líder del PP, Pablo Casado, durante una intervención en el Congreso.
El líder del PP, Pablo Casado, durante una intervención en el Congreso.Pool (Europa Press)

El confinamiento produce desenfoque: un desquiciamiento relacionado con una pérdida desgarradora y sin despedidas, con el encierro y la distancia, con la incertidumbre y el miedo, con expectativas suspendidas o arrasadas. Puede que entre sus efectos esté un aumento de las contradicciones y la incapacidad de verlas: es algo que ocurre si solo puedes andar en círculos, como cuando descubres tu huella en la playa de una isla desierta y te preguntas de quién es.

David Jiménez Torres ha señalado la paradoja de un Gobierno que combina una gran debilidad parlamentaria con una performance de poder absoluto. Además, se confunden interesadamente los argumentos técnicos con la conveniencia política. Las decisiones se camuflan primero con ciencia y luego con moralismo. Hay llamamientos grandilocuentes a la colaboración entre partidos y la oposición descubre los planes en la prensa. Tras su retórica combativa, el PP revela su carencia de propuestas alternativas y una conciencia paralizante de su escasez de maniobra. El partido de orden reivindica pizzas y coca-cola: seguro que los niños están más contentos con eso que con una ensalada, dicen. A la vez, se reprocha intransigencia a una fuerza que vota a favor del estado de alarma. El centralismo encuentra defensores inesperados, partidarios de la unidad se alegran de que haya competencias transferidas y quienes se oponen a la solidaridad entre comunidades autónomas critican el egoísmo de otros países europeos.

Pero es aún más pintoresco el comportamiento de la extrema derecha y la extrema izquierda. Una parte de la izquierda proclama que en la telebasura y el examen de la vida privada —la forma más básica del control social— se encuentra la clave para derrotar al fascismo o a los que nos caen mal, que más o menos es lo mismo. Quizá lo crean de forma irónica o quizá no: es probable que ya no reconozcan la diferencia entre una cosa u otra. Entretanto Vox, una formación nostálgica del franquismo, reivindica a George Orwell. El autor de 1984, que vino a España para combatir al fascismo, fue herido por una bala franquista y estuvo a punto ser asesinado por los comunistas, escribió: “Lo que de verdad da miedo del totalitarismo no es que cometa atrocidades, sino que ataca el concepto de verdad objetiva: pretende controlar tanto el pasado como el futuro”. Pero tampoco debemos darle demasiada importancia. Al fin y al cabo, siempre hemos estado en guerra con Eurasia. @gascondaniel

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Sobre la firma

Daniel Gascón
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) estudió Filología Inglesa y Filología Hispánica. Es editor responsable de Letras Libres España. Ha publicado el ensayo 'El golpe posmoderno' (Debate) y las novelas 'Un hipster en la España vacía' y 'La muerte del hipster' (Literatura Random House).

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