Bolsonaro, bajo la lupa
El presidente de Brasil debe ser investigado por importantes cargos de corrupción
La crisis política en Brasil tras la dimisión del ministro de Justicia, el exmagistrado Sérgio Moro, ha abierto una derivada de consecuencias muy graves para el presidente Jair Bolsonaro, incluyendo un hipotético proceso de destitución. La decisión del Tribunal Supremo de avalar, a instancia de la Fiscalía, el inicio de una investigación contra el mandatario por coacción, prevaricación, obstrucción de la justicia y corrupción pasiva da visos de verosimilitud a las acusaciones lanzadas por Moro sobre los verdaderos motivos de la destitución del jefe de la Policía ordenada por el mandatario.
Bolsonaro, que llegó a la presidencia de Brasil presentándose, entre otros argumentos, como el adalid de la lucha contra la corrupción —presumía de que en 28 años como diputado jamás había sido señalado como corrupto—, se verá ahora sometido al escrutinio de la justicia bajo la atenta mirada de una opinión pública ante la que está perdiendo credibilidad. El reemplazo que había buscado Bolsonaro para el jefe de la Policía no era además precisamente el más incuestionable, al menos en lo formal. Quería colocar a un comisario cuya amistad con uno de sus hijos es conocida. Se da la circunstancia de que es además la misma Policía la que tendrá que encargarse de la investigación.
Uno de los golpes de efecto del político ultraderechista al llegar al poder en enero del año pasado fue la designación del juez Sérgio Moro como ministro de Justicia y Seguridad Pública. Moro había adquirido gran notoriedad como impulsor de la megacausa contra la corrupción denominada Operación Lava Jato que supuso un verdadero terremoto en la vida política y empresarial brasileña y que, entre otras consecuencias, terminó con el encarcelamiento del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. La abrupta salida de Moro se une además a la del ministro de Sanidad, Luiz Henrique Mandetta, firme partidario de las medidas de confinamiento para luchar contra la covid-19 que han sido pública y reiteradamente despreciadas en público por el mandatario ultraderechista.
Cuando no ha llegado ni al año y medio en el poder, Bolsonaro asiste a la apertura de un inesperado frente judicial al que se une la crisis política en su propio Ejecutivo, un sombrío panorama económico que se verá agravado por la pandemia y una caída de popularidad provocada entre otros motivos por su errática y en ocasiones estrambótica gestión de la pandemia. Como suele suceder con los populistas, una vez llegado el momento de la gestión, Bolsonaro está logrando todo lo contrario de la promesa de “hacer grande” a su país. Brasil ya era un gran país. Y debe seguir siéndolo.
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