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pensiones
Columna
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El impacto económico de los fondos de pensiones

La reforma al sistema de pensiones ha trascendido su función de proveer ingresos en la vejez para convertirse en un pilar de la economía

Una protesta de médicos jubilados, en julio en Ciudad de México

El sistema de pensiones en México ha experimentado un proceso de transformaciones profundas en las últimas tres décadas, impulsado por la necesidad de hacer frente a desequilibrios financieros, cambios demográficos y presiones del mercado laboral. Durante los años noventa predominaban en México los esquemas de reparto del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).

La creación del Sistema de Ahorro para el Retiro en 1992 abrió el camino hacia la capitalización individual. Sin embargo, la reforma estructural de 1997 fue la que consolidó el tránsito hacia un sistema basado en cuentas administradas por las AFORES (Administradoras de Fondos para el Retiro). Desde entonces, el modelo ha continuado adaptándose a través de hitos clave como la reforma del ISSSTE en 2007, la introducción del esquema multifondo y de los fondos generacionales, la reforma de 2020 que aumentó gradualmente las cotizaciones y flexibilizó el acceso a las pensiones y, más recientemente, la creación en 2024 del Fondo de Pensiones para el Bienestar.

Todos estos cambios han buscado asegurar la sostenibilidad financiera del sistema y ampliar la protección social, aunque persisten desafíos relacionados con la cobertura y la suficiencia de las pensiones, en un país caracterizado por muy altos niveles de informalidad laboral.

En paralelo, el ahorro para el retiro ha adquirido un rol creciente en la economía mexicana. Con el paso del tiempo, los recursos administrados por las AFORES dejaron de ser únicamente un mecanismo de financiamiento de pensiones futuras para transformarse en un actor central dentro del mercado financiero. Esta acumulación de activos ha tenido implicaciones directas sobre la dinámica macroeconómica, en particular en el crecimiento, el empleo y la inversión doméstica.

Un estudio reciente que elaboré en conjunto con dos colegas chilenos (Felipe Larraín y Hermann González) permite dimensionar esa influencia a partir de un marco econométrico aplicado a datos trimestrales entre 1997 y 2024. Las conclusiones más importantes de dicho estudio fueron presentadas recientemente en el Encuentro AMAFORE 2025. Los resultados muestran que los fondos de pensiones en México explican alrededor de un 3,6% del crecimiento acumulado del PIB real en este periodo, con un efecto más marcado tras la reforma del ISSSTE en 2007. A través de su incidencia en la actividad económica, el sistema también ha contribuido a la creación de puestos de trabajo. Se estima que aportó un 1,3% del crecimiento del empleo formal registrado en el IMSS, lo que equivale a cerca de 160.000 puestos de trabajo. En la inversión, el rol es aún más evidente: de 4,2 puntos porcentuales que ha crecido la inversión doméstica como porcentaje del PIB entre 2003 y 2024, 2,7 de ellos son explicados por el ahorro previsional, lo que equivale al 64% del aumento observado.

Estos hallazgos adquieren mayor relevancia al ser contrastados con la experiencia de Chile, un país pionero en la reforma pensionaria en la región latinoamericana. Si bien la metodología utilizada es la misma, los resultados no son estrictamente comparables porque los periodos de evaluación y la madurez de los sistemas difieren. En Chile, donde la capitalización individual se implementó en 1981, los fondos explican 7% del crecimiento del PIB real, 2,6% del empleo total y alrededor de un tercio del crecimiento de la inversión. Los efectos para México son de menor magnitud en lo relativo al PIB y el empleo, pero muestran un mayor efecto sobre la inversión, lo que quizá refleja la importancia del ahorro previsional como fuente de financiamiento en un contexto de bajo ahorro público.

En conjunto, la evidencia empírica de ambos países confirma que la reforma al sistema de pensiones ha trascendido su función original de proveer ingresos en la vejez para convertirse en un pilar de la economía. Sus efectos se extienden más allá de la mera esfera previsional y alcanzan dimensiones centrales en indicadores macroeconómicos, como el crecimiento, la creación de empleo formal y la inversión doméstica.

La comparación internacional refuerza esta conclusión: pese a las diferencias de contexto y magnitud, tanto en México como en Chile los sistemas de capitalización individual han funcionado como motores relevantes del desarrollo económico de las últimas décadas, lo que subraya la importancia de continuar fortaleciendo el marco institucional que soporta a estos sistemas con el fin de garantizar su sostenibilidad y su impacto económico y social.

Finalmente, los resultados de nuestro estudio muestran que las experiencias de Chile y México pueden servir de referencia para otras economías que planean realizar una modificación de sus sistemas previsionales buscando mejorar los ingresos en la vejez de su población mediante un sistema financieramente sostenible y con impactos favorables sobre la economía.

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