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Barbie
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hombres vestidos de rosa en México

Que una película de Barbie suscite conversaciones súper serias, casi marxistas, sobre Barbie y Ken me parece un mérito mayor

Un hombre en Nuevo Laredo (Tamaulipas) acompaña a su hija a una función de 'Barbie'.
Un hombre en Nuevo Laredo (Tamaulipas) acompaña a su hija a una función de 'Barbie'.
Brenda Lozano

Cuando empezó a circular la promoción de la película Barbie, la verdad no pensé verla. Conforme se fue acercando la fecha, el ruido alrededor me llamó la atención. El día del estreno, algunos comentarios positivos me parecieron interesantes, algunos comentarios negativos me parecieron divertidos pero, sobre todo, algunos comentarios furiosos que me despertaron muchas ganas de irla a ver. Al día siguiente se hicieron virales los casos de gente en México que se vistió de rosa para el estreno: un señor que posaba sonriente para la foto con un sombrero y un tutú rosa, idéntico al que llevaba a su pequeña hija, y un chico pidiendo en un video, con lágrimas, que lo dejaran en paz luego de que un sitio de noticias publicara una foto de él burlándose de su físico y su atuendo. Ambos casos se trataban de hombres vestidos de rosa, un color que se asocia con lo femenino y, por lo tanto, parece incomodar, descolocar y romper el internet. Dos casos extremos del mismo tema, uno enalteciendo merecidamente a un hombre que normaliza de una manera divertida y tierna a la vez que un padre puede vestirse con un tutú rosa igual que su hija; el otro –ciertamente el lado más común–, vulnerando y atacando a un chico que quería disfrutar una película con un atuendo para la ocasión. Sumado esto, yo pasé del desinterés por la película a buscar la noche anterior algo rosa para ir a verla. Era la primera vez que me vestía con algo específico para salir al cine con el antojo de participar, con el gusto, sobre todo, de hacerlo y pasarla bien siendo parte de ese código que se estableció en torno a una película. Me parece increíble que una película invite a juegos fuera de la ficción para participar de la ficción. El cine al que fuimos no tenía el presupuesto de otras salas –no había cajas de Barbie gigantes para las selfies, no había palomitas rosas ni nada de eso– era un cine en una zona popular y la sala estaba a reventar con la gran mayoría, hombres y mujeres por igual, vestidos de rosa. Me reí casi toda la película y, al salir, en esa breve convivencia en el baño donde había fila, el atuendo rosa común daba pie a platicar a gusto. Nunca me había pasado.

A gran escala tampoco había pasado. Los primeros tres días, Barbie hizo 155 millones de dólares en Estados Unidos y 182 millones de dólares alrededor del mundo. Greta Gerwig (California, 39 años) rompió récord de taquillas el primer fin de semana de estreno de una película dirigida por una mujer. No solo eso, una combinación de elementos me parece que convierten a la película en un fenómeno social: es la primera película post-pandemia así de exitosa (con un telón de fondo de una huelga histórica en el gremio cinematográfico en Estados Unidos, probando con el éxito taquillero como un argumento contundente, la importancia de las peticiones del sector trabajador a los estudios); por otro lado, es la primera película en alcanzar los más altos niveles del pop con una temática feminista post-MeToo, que tampoco es poca cosa; y es, además, la primera película más vista en tiempos de Tiktok y redes sociales que generó un pacto colectivo en torno al color rosa, lo cual potencializa la participación de los espectadores en una nueva época para los blockbusters. Estos tres elementos son una bomba rosa que, además, le trajo beneficios a la película vecina de los estrenos de verano, Oppenheimer de Christopher Nolan. Este fenómeno va más allá de la muñeca Barbie en sí y más allá de Mattel (aunque ya tienen una lista de productos que tendrán sus propias historias de ficción), es un mérito de esta película. La idea no salió de Mattel. A Margot Robbie, la actriz principal, le gustó mucho Lady Bird (2017), la primera película de Gerwig. La buscó para ver si podían hacer algún proyecto juntas, intentaron algunos que no resultaron y cuando Gerwig estaba haciendo su segundo largometraje Little Women (2019), Robbie se acercó a ella para juntas proponerle a Mattel hacer una película sobre la muñeca Barbie. Entonces negociaron que Noah Baumbach, coguionista y pareja de Gerwig, escribieran la historia de la película desde cero. No es una secuela. La pareja se inventó la historia.

Veamos un poco sobre de qué va esta historia. Hay dos mundos, el de fantasía y la realidad. En la fantasía de Barbieland viven mujeres con todo tipo de fisionomías, condiciones y profesiones. Todas las mujeres se llaman Barbie y todos los hombres se llaman Ken. Una Barbie afrodescendiente es presidenta de ese lugar donde hay todo tipo de mujeres profesionistas destacadas. Ken (Ryan Gosling) es un guapo tontuelo sin profesión ni talento, simplemente enamorado de Barbie. En ese mundo de fantasía rosa (espectacularmente retratados ambos mundos por el fotógrafo mexicano Rodrigo Prieto) la estructura de poder es dominada por la Barbies y parece ser un mundo utópico y feliz cuando en medio de una fiesta a Barbie la irrumpe una pregunta sobre la muerte. Otras preguntas la van humanizando y haciendo más compleja hasta que visita a la Barbie Rara (Kate McKinnon) que tiene la cara pintada y el pelo cortado a tijeretazos, podríamos decir, la bruja en los cuentos arquetípicamente para niños, y ella le dice que para resolver sus dudas existenciales debe ir al mundo real a encontrar a su dueña. En ese viaje del mundo de la fantasía a la realidad, Ken termina por pegarse a su plan y descubre que en el mundo real (en la historia, Los Ángeles, California) está regido por el patriarcado. Es decir, son mundos invertidos. Un mundo al revés, la fantasía y la realidad. Barbie encuentra a su dueña, Gloria (America Ferrara) quien viaja con su hija adolescente al mundo de fantasía. El fondo de la historia es el problemático patriarcado en su versión invertida y su versión real.

Hay un discurso eje de la historia y el más potente, me parece, cuando Barbie no se siente suficiente y Gloria le dice: “Es literalmente imposible ser mujer. Eres tan hermosa y tan inteligente, y me mata que no creas que eres lo suficientemente buena. Como siempre, tenemos que ser extraordinarias, pero de alguna manera siempre lo estamos haciendo mal. Tienes que ser delgada, pero no demasiado delgada. Y nunca puedes decir que quieres ser delgada. Tienes que decir que quieres estar sana, pero también tienes que estar delgada. Tienes que tener dinero, pero no puedes pedir dinero porque eso es grosero. Tienes que ser jefa, pero no puedes ser mala. Tienes que ser líder, pero no puedes aplastar las ideas de otras personas. Se supone que te encanta ser madre, pero no hables de tus hijos todo el maldito tiempo. […]”.

Esta es la línea y el tono es la comedia. No es una historia de amor ni va sobre una princesa. Está lejos de eso y esta es la historia que está rompiendo récords. Honestamente me habría encantado ver una película como esta a los trece años más cerca de los dilemas existenciales y algunos de los problemas sociales. Esta es la historia tiene una estela rosa que por su paso México ha sido única, como los hombres vestidos de rosa el día del estreno. La misma actriz Margot Robbie, en una rueda de prensa en su visita a México dijo que había estado en los festivales de cine más importantes del mundo, como Cannes, pero que nada se parecía al recibimiento que había tenido en el Estado de México y que era por mucho su mejor experiencia. ¿Qué hace que los gestos de colectividad en México destaquen entre los demás? No lo sé, pero ciertamente hay algo que a una pequeña escala viví el día que fui a verla al cine.

También se ha criticado la película. Que si es solo un comercial de Mattel, que si el feminismo blanco, que si es puro capitalismo, que si una cosa u otra. Uno de los tantos aciertos es que es una historia que se critica a sí misma, como suele hacer el mejor sentido del humor: no se trata sobre los demás, sino sobre uno mismo. Es una forma de autocrítica. Algo que me dejó pensando es que si Barbieland es un espejo invertido del patriarcado, en el que Ken o los hombres no son nadie, estamos ante la misma estructura y ese es el problema. No es una utopía, con una salida, sino el mismo problema al revés. La estructura es lo problemático, no que las mujeres lo “dominen” o los hombres lo hagan, sino una sociedad de justa equidad. Pero que una película de Barbie suscite conversaciones súper serias casi marxistas sobre Barbie y Ken me parece un mérito mayor. Greta Gerwig no pudo haberlo hecho mejor. En la fila del cine, una chica con maquillaje rosa me dijo que había hasta tortillas rosas y me enseñó su celular. Así que si viene Greta Gerwig a México podrá comer taquitos rosas o puede hacerlo usted, buen provecho…

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