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gobierno de México
Columna
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Sheinbaum: extradiciones y balazos

La presidenta se ha distanciado de la política de seguridad de López Obrador: confisca más droga, detiene a más personas y ahora extradita más y mejor

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum,en el Palacio Nacional de la Ciudad de México.
Vanessa Romero Rocha

“Nosotros siempre vamos a defender al presidente López Obrador: que no les quepa la menor duda. Fue un gran presidente y somos parte del mismo movimiento”, respondió Sheinbaum hace un par de semanas durante la mañanera, dejando claro que jamás renegará del legado obradorista.

Y es que, como afirma Paco Taibo II, la mandataria es más lista de lo que aparenta. Y nadie negará que lo aparenta.

Pero, aunque no lo diga —y jamás lo dirá, advertidos estamos—, entre la presidenta y el presidente hay una grieta. Sutil, pero profunda. El contraste se hizo evidente en la fratricida batalla capital: él rechazaba a Harfuch; para ella, es su brazo armado. Él apostó por los abrazos; ella, no dudará en disparar.

Nosotros sí podemos decirlo: Sheinbaum se ha distanciado de la política de seguridad de López Obrador.

Sheinbaum confisca más droga, detiene a más personas y ahora extradita (sic.) más y mejor. Pocos abrazos y muchos balazos, pues.

Digo extraditar por economía del lenguaje, porque lo ocurrido anteayer no fueron propiamente extradiciones dentro del marco del acuerdo binacional, sino un traslado legal inédito. Extradición Schördinger.

La presidenta recurrió a una ley de 2005 —Ley de Seguridad Nacional— para comprimir en un día lo que suele prolongarse por más de una década. Fastrack, dicen en inglés. La magia de Trump y su política arancelaria. Lo que antes era tortuoso camino de piedras, de pronto parece freeway gringo.

Veintinueve tributos han cruzado el norte para engordar a la bestia. Cada uno tiene su valor, pero uno brilla con luz propia: Caro Quintero, el nombre que hacía salivar a Washington desde la muerte del agente especial de apellido Camarena.

Pertenece a la generación del Mayo y otros viejos capos. Pero, a diferencia de Zambada, Quintero es puro símbolo. Hace muchos años que perdió relevancia (por más que unos hayan querido ver en el Cártel de Caborca una segunda parte de una vida pirata). Para el gobierno de Estados Unidos es, sin embargo, el epítome de la maldad.

Hoy, la deuda está saldada.

La pena de muerte ronda sobre Quintero. Ni duda. Si al detenerlo usaron las esposas que usaba el agente Kiki Camarena, seguro harán una silla eléctrica con su nombre.

Para evitarlo, de nada le servirá a Quintero enviar misivas leguleyas al más puro estilo de Zambada. La protección contra la pena de muerte para los ciudadanos mexicanos se sustenta en la Ley de Extradición Internacional. Una ley que no aplica. Mala tarde.

Basta de perdernos en las ramas. Extradición, entrega o traslado: Sheinbaum ha tomado una de las decisiones más importantes de su sexenio.

Política es tiempo. La era Trump fungió como pretexto: la voracidad insaciable del anaranjado marcó el inicio de la temporada de caza y Sheinbaum Pardo —lejos de intentar contenerlo— lo alimentará.

Quien interprete sumisión y mansedumbre en las manos de la presidenta, se equivoca. Sheinbaum Pardo, mandataria recursiva al mando de un país considerablemente menos poderoso que Estados Unidos, no se encogerá de hombros ante las fuerzas asimétricas. Aprovechará el ímpetu de su adversario para convertirlo en ventaja: aikido político.

Con Sheinbaum —así como sucedió con Andrés— ha iniciado una nueva era.

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Sobre la firma

Vanessa Romero Rocha
Es abogada y escritora. Colaboradora en EL PAÍS y otros medios en México y el extranjero. Se especializa en análisis de temas políticos, legales y relacionados con la justicia. Es abogada y máster por la Escuela Libre de Derecho y por la University College London.
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