Hay Festival | Valeria Luiselli: “Por primera vez en 20 años me estoy planteando el no publicar un libro en Estados Unidos”
La escritora mexicana, junto con su colectivo Ecos de la frontera, presentan su espectáculo sonoro, resultado de una década de trabajo en ambos lados del límite fronterizo


A la escritora mexicana Valeria Luiselli le han preguntado si en medio de todo lo que está sucediendo con el Gobierno de Donald Trump y su arremetida política en contra de los migrantes —uno de los temas neurálgicos de su trabajo— no se ha replanteado continuar viviendo en un país al que considera también su hogar. La respuesta, que ha sido incluso sorprendente para ella misma, muestra la profunda desesperanza que permea actualmente tras el efecto de las decisiones que la actual Administración ha tenido, sobre todo, en la comunidad de migrantes en ese país. “Por primera vez en 20 años me estoy planteando el no publicar un libro en Estados Unidos, porque es un libro de seguimiento del ensayo Los niños perdidos […] Es un libro que sin duda me pondría en un radar en el que no quiero estar. Por otro lado, la cobardía nunca ha sido lo mío, tengo muchos otros defectos, pero no ese. Me parece un poco atípico de mí tener esta reticencia y me da coraje”, dice, sin embargo, con esa cadencia y tranquilidad en la voz que la caracterizan.
Luiselli ha llegado a la ciudad de Querétaro para participar en el Hay Festival, en el que ha presentado su espectáculo sonoro Ecos de las tierras fronterizas junto con sus dos compañeros de proyecto: Ricardo Giraldo, director de Pódcast de La Corriente del Golfo, y Leo Heiblum, de Enciclopedia Sónica. Los tres han viajado durante unos cinco años desde San Diego hasta Texas, justo donde el río Bravo desemboca en el golfo de México, para recopilar el universo de sonidos de los paisajes que habitan aquella zona entre México y Estados Unidos. También han grabado los testimonios de habitantes de algunos puntos de uno y otro lado de la frontera, y han colocado micrófonos de todos los tipos en la tierra, el río, el mar y el desierto.
La mayor parte del material lo han conseguido del lado estadounidense, en donde las complicaciones, aunque graves, representaron en varios momentos menos peligrosos para su trabajo: “Tristemente, no recorremos México por carretera libremente por las razones que siendo ustedes periodistas sabrán muy bien, los peligros de algunos caminos de algunas zonas, pero procuramos entrar en el país en ciertos lugares como Tijuana o Mexicali, en donde se pueda entrar y salir de las garitas”, explica en una conferencia a la prensa, previa al espectáculo.
El libro, al que Luiselli se ha referido en el inicio, es el resultado de un trabajo que desarrolló hace más de cinco años, poco antes de dar clases de escritura a adolescentes indocumentadas en centros de detención. “En ese periodo no podía publicar nada sobre eso hasta que pasaran por lo menos 5 años. Esos años pasaron, pero ahorita estamos donde estamos [...] Es un libro que estoy escribiendo en español e inglés. Y siento que absolutamente debo y puedo escribirlo en español, publicarlo en México, y ya decidiré después si lo hago en inglés o no, pero es la primera vez que me enfrento con algo así”, dice.
Los ecos de una frontera desdibujada
Las luces se apagan. La gente se agolpa a la entrada del Teatro de la Ciudad, en el que otro evento tiene lugar en simultáneo. Las personas toman sus asientos y esperan. En medio del escenario, una larga mesa con aparatos diversos recibe a Luiselli, Heilbum y Giraldo. Los tres, vestidos de negro, toman sus asientos y comienza el espectáculo.

Es la segunda vez que lo presentan. No tiene todavía una forma definida, ni siquiera existe la seguridad de que será la misma que tomará en futuras presentaciones. Antes, en Nueva York, era más bien una instalación donde los sonidos se reproducían de acuerdo a los Estados del país en el que fueron recopilados. Son un total de 24 horas de grabaciones y sonidos, de paisajes sonoros y de testimonios de los habitantes de algunas regiones fronterizas, cuyas historias parecen haber quedado en el olvido de los gobiernos y del relato oficial.
El de la noche de este viernes, ha sido un comprimido en 70 minutos de las primeras 12 horas del viaje. La idea, han explicado, es que la pieza dure lo que dura el viaje en carretera, condiciendo casi en línea recta, es decir, unas 24 horas. En esta versión, Luiselli interviene durante toda la presentación haciendo narraciones que completan algunos de los temas que las voces relatan.
Poblaciones originarias, sometidas a la voluntad caprichosa de su gobierno. Tierras usadas para experimentar con armas atómicas. Comunidades borradas que siguen resistiendo. También se escuchan voces infantiles que explican su forma de ver el mundo, ese mundo fronterizo que parece desdibujado entre una y otra identidad. Los pájaros, el río, la noche, las ballenas y el desierto. A través del sonido y un teatro en completa oscuridad, el paisaje sonoro se vuelve el protagonista.
No todos logran mantenerse quietos y en sus lugares. A cuentagotas poco a poco, algunas personas comienzan a salir, silenciosas, sin prisa. En un mundo en el que permean las luces, los contenidos de no más de un minuto, las imágenes una tras otra con sonidos y colores estridentes, sentarse en silencio y a oscuras, es un reto enorme para muchos: “Tú no puedes escrolear al sonido”, dice Luiselli, antes, cuando explica que escuchar es una manera de “permanecer” en el presente. “El sonido tiene la capacidad de situarnos en el tiempo de manera muy profunda, en un momento en que nos cuesta mucho estar en el tiempo. Así tienes que sentarte y escuchar. Y eso creo que es un antídoto, el único, quizás que yo he encontrado hasta ahorita a nuestra creciente falta de presencia en el mundo”.

Luiselli dice que después de tantos años de investigación, trabajo y escritura sobre el tema de migración, y de toparse con tantas imágenes tan desoladoras que las noticias y la realidad ofrecen, una grabación de solo unos segundos la desarmó como no le había sucedido antes: “Me acuerdo de una grabación en la época de la separación de familias, allá por 2018. No se veía nada, solo se escuchaba a una niña pidiéndole, muy compuesta, pero al mismo tiempo con momentos de llanto, pidiéndole a un [agente] migra que por favor le llamara al teléfono que traía a su tía, que no se la llevara. Y después de años de estar metida en eso, entrevistando niños, viendo imágenes, haciendo investigación, nunca nada me había quebrado, como me quebró esa grabación de 40 segundos”.
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