Marina Abramović y el silencio de Luis Barragán: “El arte es oxígeno”
La artista serbia, pionera de la ‘performance’, inaugura uno de los recintos sagrados del gran arquitecto mexicano, La Cuadra San Cristóbal, que será convertido en centro cultural y casa de inspiración para nuevos creadores
![performance de Marina Abramovic](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WCUE6YCFV5GPFITFDMYAQVMATE.jpg?auth=b6b0e6ce7d25b5e085405657cbee60180dfbc0955f04d235e8fcf2a0cc391fa6&width=414)
![Carlos S. Maldonado](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fea13bfb8-555f-4c97-9121-107f6dc786aa.png?auth=6d6ccc1145a33ce7bed9ae9ccb94609f7e4dc86d2c96dfefa456531cbeffdf39&width=100&height=100&smart=true)
Las botas de Marina Abramović están llenas de polvo. Es un polvo rojizo, de partículas que parecen arder. Es un polvo que sube y se materializa en el aire, que vuela, que se mimetiza con el rosa de un muro enorme, plano, erótico. Es un polvo que se mueve en el silencio, que baila como en un performance, que se convierte en silueta, en vida, que se aspira, que hace toser, que molesta cuando entra por la nariz. Porque es un polvo fino que se cuela como el oxígeno. Es el arte de Abramović, porque ella afirma que el arte es oxígeno.
Estamos en La Cuadra San Cristóbal, la hermosa finca a las afueras de Ciudad de México diseñada por el arquitecto Luis Barragán, único Premio Pritzker mexicano. Es una hermosa tarde de invierno, aunque más parece primavera, porque en la capital mexicana y sus alrededores la primavera es permanente. Es jueves y la Fundación Fernando Romero ha citado en la finca a invitados exclusivos que, con copas de Moët en la mano, pasean por esta enorme casa que ha sido rescatada de la voracidad inmobiliaria que carcome a la gran urbe latinoamericana. La invitada de lujo es Abramović, quien se encargará de realizar un performance histórico, uno que pasará a su diamantino catálogo de arte.
![La Cuadra San Cristóbal, diseñada por el arquitecto Luis Barragán.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6G4WYY2P3NARBEARP2JJG4MCWE.jpg?auth=c01a12f64ab9d0eebbad0b0eeef5c28ed9b40769d7144437f0e121e350affd2d&width=414)
Por eso está ahí sentada en el centro de la finca, con sus botas llenas de polvo, el polvo rojizo que se levanta con el trotar de los caballos que la rodean, Pegasus míticos, hermosos ejemplares que son el símbolo de la riqueza. Sobre ellos unos jinetes, que cabalgan no como caballeros bíblicos con malos recados, sino con una idea específica, fuerte, alentadora: el arte es oxígeno. Porque Abramović asegura que vivimos tiempos violentos, inciertos, llenos de ira y de muerte, por eso el arte nos reconforta, nos sacude, nos recuerda que estamos vivos y que debemos amarnos. Un mensaje que ella repite siempre, como lo hizo en el festival de Glastonbury, cuando le pidió a 50.000 personas que se tocaran el hombro, que cerraran los ojos y que guardaran silencio por siete minutos. Solo siete, nada frente a la inmensidad de la muerte que acecha al mundo en forma de balas, de cañones, de cuchillos que atraviesan carnes inocentes. “El silencio es como una isla en medio de un mar turbulento. El silencio es como una isla en medio de un océano turbulento. La relación de un artista con la soledad. Un artista debe hacer tiempo para los largos períodos de soledad. La soledad es extremadamente importante”, narra la artista de las botas polvosas.
Soledad. Silencio. Abramović lo agradece. Recuerda que el silencio es importante en la obra de Barragán, el gran arquitecto mexicano. Por eso está aquí en esta finca hermosa, que ha sido renovada para convertirse en un centro cultural de primer nivel, un espacio en cuyas habitaciones los artistas podrán crear, dejarse llevar en ese silencio para que la imaginación produzca belleza. Es un recinto amurallado de 2,7 hectáreas situado en el noroeste de la Ciudad de México, diseñado por Barragán a finales de la década de 1960 como una hacienda privada. El arquitecto y filántropo Fernando Romero, al enterarse de que la propiedad estaba disponible, decidió en 2017 salir a su rescate. Cuentan desde su fundación que mantuvo conversaciones iniciales con la familia Egerström, propietarios del inmueble, para su preservación, hasta acordar la adquisición de la propiedad en 2024 con los objetivos de proteger esta obra maestra arquitectónica y convertirla en una nueva plataforma cultural para exhibir el trabajo de artistas, arquitectos y diseñadores. La Cuadra abrirá al público en octubre de 2025.
![Caballos trotan junto a Marina Abramović durante la presentación de su performance.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UUEJPDIUSJEAXPEI2F6L63VBRI.jpg?auth=4e6ecaa16078f2ea0d0c025a0966f4d168a8d0943ac608d4df8a5fa642f6f8e5&width=414)
Antes, claro, había que demostrar su belleza y para eso está aquí Abramović, la reina del performance. Es la primera vez desde 1990 que esta artista de renombre ha vuelto a México, esta ciudad enorme que siempre la hace llegar tarde a sus citas, por mucho que ella se empeñe en estar cinco minutos antes en sus compromisos. Luce agotada por el paso del tiempo, pero siempre está dispuesta a mostrar su entereza artística. Y es así que vestida completamente de negro, como una de esas señoras castizas de las películas de Buñuel, uno de sus ídolos, sube al pequeño entarimado en el centro de la hermosa finca, detrás de esa pared enorme, rosa, sensual, y hace uno de sus performances que pasarán a la historia de su creación, uno que habla del artista, de su compromiso, de la importancia de la soledad, tan apreciada también por Barragán. “Lejos de casa, lejos del estudio, lejos de la familia, lejos de los amigos. Un artista permanecerá largos períodos de tiempo en la cascada. Un artista que permaneció largas temporadas y explotando volcanes”, lee ella en un inglés fuerte, con acento, mientras tira al viento las hojas de papel que va descartando y que caen en el polvo rojizo, el mismo que cubre sus botas. Todo aquí es una obra de arte.
Todo aquí es belleza. Una belleza vertical y horizontal. Barragán lo pensó todo para que los elementos bailaran a su capricho. La luz del sol forma una línea hermosa que corta el rojo sangre, mientras este sube hasta ese azul intenso del cielo mexicano, sin nubes que estropeen tan delirante luz, intensa, caprichosa, tan hermosa que duele. “Una bata para el verano, una bata para el invierno, un par de zapatos, una bolsa y pelota para la comida, un mosquitero, un libro de oraciones, un paraguas, un mes a mes para dormir y un par de anteojos si lo necesita”, las palabras de Abramović rebotan en las paredes, como ese juego antiquísimo de pelota de los mayas, como si quisiera convertir su presentación en algo que será recordado con vehemencia. Palabras que caen sobre las pencas de maguey, que besan las flores de las buganvilias, que se dan un chapuzón en esa fuente enorme que Barragán diseñó en el centro del patio, constantemente regada por una cascada dura y horizontal. Ahora sí, este espacio será admirado por todos, con sus caballerizas, habitaciones rectangulares y hasta los caballos de raza que rodean a Abramović, sus Pegasus con los que crea una nueva mitología. Otra mitología mexicana, porque “un artista debe decidir por sí mismo las posesiones personales que debe tener. Un artista debería tener cada vez más de cada vez menos”.
![Marina Abramović habla a asistentes del evento.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/VEDCR5F3X5HNJKZXNKAZ5LKXHQ.jpg?auth=bd4d33e2e6e640e318d9fbd869c655d14bbcc6e6abad15dc6a8edf6578706d51&width=414)
¿Qué es un artista?, es la pregunta que se planteó la serbia. Un artista es Barragán, que rompió las fronteras de la arquitectura para crear líneas perfectas, colores de vida, espacios que no asfixian. Silencio. Soledad bien asumida. Un artista es la Abramović, que no se cansa de explorar los límites, que grita que la vida hay que vivirla, porque la muerte siempre está al acecho. Artista es el que buscará en este recinto de magia la inspiración para retar las convenciones, antes de que le sea demasiado tarde. “Un artista debe dar instrucciones antes del funeral, para que todo se haga como él quiere. El funeral es la última paz artística del artista antes de partir. El funeral del artista es la última paz del amor antes de partir. Y no olvides que tenemos arte y el arte es oxígeno”. El arte es oxígeno, asegura la de las botas de polvo rojizo, de diminutas partículas que parecen arder.
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