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México se une frente a Trump

Los empresarios, la población y hasta la oposición cierran filas con los esfuerzos de la presidenta Sheinbaum por ahuyentar las amenazas y los ataques del presidente de Estados Unidos

Claudia Sheinbaum
Claudia Sheinbaum habla durante un encuentro con empresarios en el Palacio Nacional, el 3 de febrero.José Méndez (EFE)
Carmen Morán Breña

Los días más tensos de la política mexicana desde que Claudia Sheinbaum llegó al poder se han convertido también en el tiempo más rentable para la mandataria. Las últimas encuestas publicadas elevan las simpatías de la ciudadanía por la presidenta hasta superar un 80% y eso que la gente desconocía por entonces que la llamada mantenida este lunes con Donald Trump lograría un mes de tregua ante los temidos aranceles a la exportación mexicana. México cierra filas con su presidenta ante las amenazas exteriores, las que llegan de Estados Unidos, que podrían afectar gravemente la economía, y ríe con ella otras ocurrencias, como la imposición de aranceles a los productos mexicanos por parte de Ecuador, una minucia que Sheinbaum despachó con chanza.

El empresariado, que no puede decirse un colectivo de izquierdas en ningún país del mundo, es un buen medidor del clima político que estos días se vive en México. El sector ha saludado el éxito de la presidenta en sus negociaciones con su homólogo estadounidense, a quien arrancó un mes de tregua antes de la imposición de aranceles a las exportaciones mexicanas a cambio, por ahora, de unos gestos simbólicos, como el aumento en 10.000 agentes de la presencia policial en la frontera, dizque para combatir el tráfico de fentanilo y la incursión de los migrantes. Pero lo que anda buscando Donald Trump es reducir el intenso consumo de productos mexicanos en su país: el año pasado, Estados Unidos importó bienes de México por un valor que superó los 466.600 millones de dólares.

El plan de Sheinbaum es que el empresariado mexicano produzca más para el mercado interno, hasta cubrir el 50% de la proveeduría y del consumo nacional y elevar un 15% lo fabricado para México en sectores como el automotriz, aeroespacial, electrónico, semiconductores, farmacéutico o químico, entre otros. Hecho en México y para México, esa es la petición del secretario de Economía, Marcelo Ebrard. Y este mismo martes, el ruego caía sobre algodones en un empresariado agradecido por disponer de otro mes sin aranceles, todo febrero.

Había que leer dos veces las declaraciones de hombres como Claudio X. González, fundador de Kimberly Clark México, para convencerse de que no eran un error. El empresario aseguraba, tras el encuentro con la presidenta en Palacio Nacional, que la estrategia de “cabeza fría” de la mandataria es la vía a seguir. “Vamos a lograr que siga el Tratado [de libre comercio entre los tres países norteamericanos, TMEC] en buenos términos, va a haber ciertas turbulencias en el camino, no nos debemos de asustar porque tenemos con qué sacarlo hacia adelante”, decía. El mismo impulso de camaradería marcaba las declaraciones de otros líderes económicos, como Carlos Slim Domit, que se alistaba para acelerar el plan México antes de que Trump se arrepienta y vuelva con la cantinela de los aranceles. El padre de Slim Domit, el gran magnate mexicano, ha mantenido buena sintonía con Sheinbaum desde un primer momento, pero el hijo de Claudio X. González, también del mismo nombre, ha sido una bestia negra para el anterior gobierno en México.

Así pues, los empresarios se aprestan para avanzar en el documento económico del gobierno, que prevé inversiones por 277.000 millones de dólares al término del sexenio y la creación de 1,5 millones de empleos para situar al país entre las primeras diez economías del mundo.

La oposición también está guardando un perfil bajo, sin estridencias. Y si políticos y empresarios están de buenas, más éxito aún recaba Sheinbaum entre la población general, siempre proclive en México a ponerse al lado de su gobierno y de su bandera ante amenazas del exterior. México tiene apenas 200 años de independencia y defiende su soberanía nacional. El ataque a la embajada mexicana en Ecuador, en abril del año pasado, desencadenó un fenómeno idéntico de apoyo al Gobierno, que entonces encabezaba López Obrador, el mismo a quien el argentino Javier Milei llamó ignorante en marzo sin que a los mexicanos les hiciera gracia alguna. No ocurre siempre. España podría citarse como el ejemplo contrario, donde la oposición celebra los desplantes hacia su gobierno de mandatarios o instituciones extranjeros y no pierde un segundo para alinearse con los críticos.

Mientras el país celebra o, al menos, respira aliviado por el supuesto triunfo de la política sobre la bravuconería, es decir el cauteloso manejo de Sheinbaum y su equipo de los castigos económicos que prometió Trump, miles de agentes de la Guardia Nacional están saliendo ya hacia la frontera norte, los casi 3.200 kilómetros que separan a ambos países y que son el talón de Aquiles de la relación bilateral. Para trasladar a los 10.000 uniformados prometidos se está repartiendo el esfuerzo por todo el país: unos cientos de Campeche, otros de Yucatán o Quintana Roo, o del valle de México, donde más guardias hay o donde menos violencia se sufre. Sheinbaum lo ha vendido como una “reorientación de las fuerzas” y no le falta razón cuando dice que en la frontera se precisan, porque es un territorio con una alta estadística delincuencial, en zonas también presionadas por la migración, como Ciudad Juárez, Matamoros o Tijuana, por citar unos ejemplos. Pero en México los delitos no faltan en ninguna parte, aunque a veces sea la propia policía quien los comete.

En México se espera este mes no solo un atracón de exportaciones, por si después los aranceles se imponen de verdad, también gestos que ayuden a visualizar los esfuerzos contra el tráfico de drogas, especialmente de fentanilo, y cierto freno a la migración que llega a la polémica frontera en busca de oportunidades. A Estados Unidos se le ha pedido, en contrapartida, que embride la venta masiva de armas con las que se proveen los carteles. Pero el verdadero enemigo, a un lado, son los aranceles, y al otro, la abultada importación de productos que salen más baratos.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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