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FIL GUADALAJARA
Columna
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FIL Guadalajara: récords y cortes de caja

En mitad del maremágnum de niños del jueves, me tocó ver a un chamaco de unos quince años comprando libros de J.D. Salinger (uno de mis héroes, a esa edad) mientras sus compañeros perdían la mirada en las alfombras

Feria Internacional del Libro de Guadalajara
Asistentes de la FIL Guadalajara, el 30 de noviembre.Nayeli Cruz
Antonio Ortuño

Mi FIL Guadalajara terminó este año el sábado 7 de diciembre y no el domingo 8, como la de los demás. Perdón: estaba exhausto. Ya no tenía más charlas o presentaciones programadas, ya había comprado todos los libros que mi cartera se podía permitir (cantidad que baja a medida que suben las peticiones de mis hijos), ya habían volado de regreso a sus lejanos hogares la mayoría de mis amigos de fuera de la ciudad, nacionales y extranjeros, ya me había asaltado la fatal “gripa FIL” que me abate cada año debido a la acumulación de cansancio (además de hablar en nueve eventos, recorrí 53 kilómetros a pie en la expo…), ya estaba harto de los aires acondicionados, etcétera. No daba para más.

El domingo, sin embargo, pasaron cosas notables. Por ejemplo, se informó que la feria rompió todos sus récords de asistencia este 2024, al contar con 907 mil 300 visitantes. Y eso, a la hora de la rueda de prensa matinal, por lo que esta cifra subirá en los cierres finales, que ya incluirán la multitudinaria tarde del último día de actividades.

Y, por si eso no bastara, los organizadores reportaron además un incremento de las ventas de alrededor de 35 por ciento con respecto al año pasado, lo que resulta un notabilísimo triunfo para todos los expositores. Porque no debemos olvidar que la pandemia de covid-19 mandó a la lona a buena parte de la industria editorial, o cuando menos le complicó la vida. Hubo sellos que cerraron o entraron en criogenia. Otros debieron esforzarse al máximo e inventar sesiones por zoom, relanzamientos y promociones o, de plano, pedir ayudar solidaria de sus lectores para no desmoronarse. Hubo autores cuyas obras “se sacrificaron” y pasaron de noche al salir publicadas en plenas restricciones, contratos que se cayeron o atrasaron, planes que se modificaron para mal, recortes… Un desastre, pues.

Y la FIL Guadalajara, que es la mayor feria del idioma, también resintió esas olas. Tuvo una edición puramente virtual en 2020 y una lenta recuperación posterior. En 2021, todavía se espaciaban los eventos para “sanitizar” las instalaciones, y se controlaban y limitaban los accesos de los visitantes. Y en 2022 y 2023 aún había renuencia de algunos (profesionales y lectores) de asistir. Tener un programa del nivel que la FIL necesita durante esos años fue una labor gigantesca. Pero eso, según lo visto, ya quedó atrás, lo que sin duda es una buena noticia. Los detractores de la FIL andarán durante unas semanas de capa caída, rumiando sus rencores como Gargamel al final de un capítulo de Los Pitufos.

La presencia ibérica como invitada de honor atrajo muchas miradas y, pese a las diferencias que existen actualmente entre los gobiernos de España y México, llegó a término sin declaraciones estruendosas que lamentar y en un clima de calma. También hay que destacar el reordenamiento administrativo de la propia Feria, en la que fue designado como presidente José Trinidad Padilla, exrector de la UdeG y hermano del fundador de FIL, y ratificada como directora Marisol Schulz, mientras que la histórica directora de contenidos, Laura Niembro, anunció que se retira luego de casi un cuarto de siglo en la organización.

Cada cual, entre los cientos de miles de asistentes, tendrá sus libros, autores y personajes de cabecera y, también, sus momentos predilectos de esta edición que termina. Yo me quedo con dos. Uno, la pose rockera y matadora con la que encaró a los fotógrafos la ganadora del Premio Sor Juana, la argentina Gabriela Cabezón, reivindicando a las escritoras de su país cuestionadas por el poder institucional. Dos: en mitad del maremágnum de niños del jueves, me tocó ver a un chamaco de unos quince años comprando libros de J.D. Salinger (uno de mis héroes, a esa edad) mientras sus compañeros perdían la mirada en las alfombras o se correteaban.

El carnaval se terminó. Pero volverá.



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