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Elena García Armada: “La idea de que los robots van a aniquilarnos es ciencia ficción”

En un mundo que alberga miedos distópicos sobre la tecnología y la inteligencia artificial, la creadora del primer exoesqueleto infantil da razones para apostar por la esperanza

Elena García Armada
Elena García Armada en la residencia oficial de España en México.Nayeli Cruz
Elías Camhaji

Los robots y la inteligencia artificial han dejado de ser parte de un futuro lejano e inimaginable para convertirse en una realidad cada vez más cercana. Los avances de la tecnología entrañan miedos profundos para millones de personas, entre la pérdida masiva de empleos por la automatización e individuos cada vez más volcados en sus pantallas, sus gadgets y sus algoritmos. La ingeniera española Elena García Armada (Valladolid, 1971) cree, en cambio, que la tecnología puede ser también una fuente de esperanza y la llave de una sociedad más justa.

Sus robots, paradójicamente, no dan miedo. En 2009, la investigadora inició un viaje para descifrar cómo podía ayudar a miles de niños con discapacidades motrices. Casi 15 años después, tiene una herramienta única en su tipo y está al frente de Marsi Bionics, su propia empresa tecnológica, aunque admite que el camino ha sido arduo. “Es como un traje de Iron Man, un traje robotizado con unas articulaciones en paralelo a las humanas que tiene la capacidad de poner de pie al niño y ayudarle a caminar”, explica la creadora del primer exoesqueleto para niños, financiado por empresas españolas y mexicanas. “Al final, es una herramienta para que los niños puedan hacer muchísimo más que todo eso, porque en el momento que tiene la capacidad de moverse de pie, lo primero que hace el niño es jugar. Y ahí es donde vemos la magia de la tecnología, cuando le das a un niño la capacidad de ser un niño”, agrega.

“Todavía se me ponen los pelos de punta y lloro constantemente”, admite la especialista. De visita en México, donde 1.500 niños con discapacidad se han beneficiado de este invento, la investigadora arroja luz sobre los límites y las posibilidades de la robótica, reflexiona sobre el escepticismo que rodea a la ciencia y profundiza sobre el papel de las mujeres en la última revolución tecnológica. “La idea de que los robots van a aniquilarnos y borrarnos de la faz de la tierra es ciencia ficción, evidentemente”, afirma en entrevista con EL PAÍS.

Pregunta. Usted ha dicho que es una mujer tímida y que ha tenido problemas para creer en sí misma, ¿cómo lidia con eso en el día a día?

Respuesta. Vengo de una familia de científicos. Somos tres hermanas y yo he sido siempre la más introvertida, quizás con una faceta más artística que propiamente científica, y poco a poco me fui yendo hacia la ingeniería, precisamente porque descubrí la robótica. Vi que ahí había una confluencia de los dos mundos, el creativo y el lógico matemático. Eso me ha ayudado mucho a darme cuenta de lo que yo era capaz, sobre todo cuando empecé a desarrollar proyectos con el impacto que han tenido. Desde luego, eso me ha ayudado muchísimo. A partir de ahí, me he concentrado en comunicar sobre el proyecto y el impacto que tiene. Eso nos ha ayudado a dar conocer todo el trabajo que estamos haciendo.

P. ¿Ha padecido el síndrome de la impostora?

R. Totalmente, eso me ha pasado, me pasa y me pasará. No creo que sea algo “femenino”, sino que más bien es algo que nosotras reconocemos más. Me he pasado toda la vida saliendo de mi círculo de confort. Siempre he estado dando saltos como los electrones y en cada nuevo salto la sensación inicial siempre es de “¿Qué hago aquí?”. Aunque realmente siento que este es mi sitio, me sigue pasando.

Cuando yo empecé a dirigir la empresa, tenía muchas dudas porque mi vocación es científica. Por eso, suelo rodearme de personas que en muchos aspectos saben más que yo. Trato de crecer a hombros de gigantes y me rodeo de personas valiosas porque soy consciente de mis limitaciones. Ahora que estoy en consejos de administración, mi primera sensación fue “Dios mío, no conozco nada de Administración”, pero al final es una cuestión de esforzarse y de poner lo mejor de uno mismo en cada etapa. Creo que la actitud es lo principal.

P. ¿Qué papel tiene que asumir la ciencia para la construcción de una vida digna y más disfrutable para las personas?

R. La ciencia, por definición, trata de construir nuevo conocimiento siempre para el bien y el progreso de la sociedad. Eso implica encontrar soluciones a problemas ya sea de tipo médico o tecnológico, esa es su función principal. El reto está en la transferencia de ese conocimiento a la sociedad. Creo que no han terminado de trazarse los puentes necesarios para que todo lo que la ciencia es capaz de construir llegue a tiempo y, sobre todo, llegue a todos. Esto es clave para que no se produzcan brechas ahora que estamos con esta revolución digital.

Lógicamente, lo que vemos es que puede haber grandes desigualdades porque los avances de la tecnología no llegan a todos los estratos sociales, a todas las sociedades, a todos los países o, incluso, a todos los géneros. Si hablamos de discapacidad, ahí mismo puede haber un colectivo muy vulnerable a perderse mucho de los avances. La mirada hacia el futuro tiene que estar en dejar que la ciencia avance, pero también es fundamental buscar la manera de transferir el conocimiento de forma equitativa.

García Armada durante la entrevista, el 4 de octubre.
García Armada durante la entrevista, el 4 de octubre.Nayeli Cruz

P. Muchas veces los avances tecnológicos vienen acompañados de escepticismo. ¿Están listos los robots para ser parte de nuestra vida o somos nosotros los que no estamos listos?

R. Falta un poquito de las dos cosas, pero es necesario empezar por la aceptación de la sociedad. La democratización de la tecnología necesita romper barreras, si no es muy difícil. Y a partir de que se rompan esas barreras y que se produzca esa democratización será cuando realmente la tecnología empiece a evolucionar y optimizarse. Son procesos que van totalmente de la mano.

Todas las revoluciones industriales han tenido procesos similares y ha habido mucho escepticismo. Siempre ha habido dudas sobre la pérdida de puestos de trabajo. Yo creo que el cambio se produce realmente en la cualificación del trabajo. Es algo que ha sucedido siempre y siempre vuelve a suceder.

Creo que se trata de ver las nuevas oportunidades que todo esto plantea, teniendo en cuenta que la tecnología siempre va a evolucionar para mejorar nuestra calidad de vida y de trabajo. En el caso de la medicina es clarísimo. Los hospitales están llenos de equipos, llenos de ingeniería que salva vidas. Hay robots que consiguen hacer cirugías mínimamente invasivas y reducir el riesgo de una operación, pero no están quitando el trabajo a los cirujanos porque no pueden funcionar sin ellos. Lo que le estás dando a los especialistas es nuevas herramientas de trabajo y la robótica se trata de eso. En su día, lo fueron las lavadoras o las tostadoras. Ahora son herramientas más sofisticadas. La tarea que tenemos es anticipar los cambios en la cualificación de los puestos de trabajo.

P. ¿No está justificado el miedo a los robots y a la automatización?

R. A ver, la idea de que los robots van a aniquilarnos y borrarnos de la faz de la tierra es ciencia ficción, evidentemente. Llevo toda la vida trabajando en esto y no te puedes imaginar lo difícil que es que un robot haga algo sencillo. De hecho, no hay todavía un robot que sea capaz de meter las manos en el bolsillo del pantalón para encontrar una llave con una forma determinada. No hay un robot que sea capaz de hacer tal cosa, algo que uno hace todos los días y de forma totalmente intuitiva.

La robótica es muy buena para algunas cosas. Hay máquinas con una precisión y una velocidad increíbles. Por lo tanto, hay ciertas tareas que van a hacer muchísimo mejor que nosotros. Si cada uno se encarga de lo que hace mejor, la combinación será perfecta. Van a ser herramientas que cada vez más van a estar en nuestra vida, en casa y en el trabajo, pero no nos van a sustituir.

Otra cosa es la parte del software, que es la inteligencia artificial, a diferencia de la robótica, que es el hardware. Ahí, es verdad que la capacidad de cómputo y sobre todo, de procesamiento de millones de datos hacen que esos algoritmos tengan muchísimo más potencial que lo que tenían hace unos años. Pero, de nuevo, habrá una serie de aplicaciones que van a hacer muy bien y habrá puestos de trabajo que sustituirán, pero la clave está en la cualificación laboral.

P. ¿Cómo se imagina que los robots cambiarán nuestras vidas en 10 años?

R. Me encantaría poder darte una respuesta. Cuando escribí mi primer libro de divulgación científica en 2014, yo ponía muy en duda que una máquina pudiera ser capaz de hacer arte, componer música o hacer una pintura, porque le falta la componente emocional. Me parecía totalmente imposible. Sin embargo, hoy está sucediendo porque, al final, la música son matemáticas, vibraciones y longitudes de onda. Incluso, la componente más emocional de hacer ciertos ritmos también se puede simular e imitar a partir de lo que hacen otros artistas. Si hace años me equivoqué de esa manera, no me atrevo a decir lo que puede pasar. No lo sabemos.

La ingeniera Elena García Armada en Ciudad de México.
La ingeniera Elena García Armada en Ciudad de México.Nayeli Cruz

P. Antes había exoesqueletos para adultos, pero no para niños. ¿Considera que la ciencia padece cierto “adultocentrismo”?

R. Lamentablemente, vivimos en un mundo en el que las decisiones se toman en función de los números. Y cuando se hacen estudios de mercado, ya sea por temas de discapacidad o de enfermedades, el volumen de adultos siempre es mayor que el de niños. Es más complicado, si a eso le añadimos que los niños tienen un abanico de 150 enfermedades que se consideran poco frecuentes. Haciendo un análisis de rentabilidad, el resultado es trabajar para los adultos. ¿Por qué lo hice yo? Porque yo no era una empresaria, era una investigadora. Mi papel era responder mediante la ciencia a los problemas sociales, buscar otras soluciones y construir un nuevo conocimiento que no existía en ese momento.

La verdad es que la financiación ha sido una de las mayores barreras que me he encontrado para llevar esta tecnología a la sociedad. Muchos fondos de inversión consideran estos proyectos como de alto riesgo y no reciben la atención que requieren. No todo impacto tiene que medirse con un análisis de pérdidas y ganancias. Hay otro tipo de criterios cualitativos que también hay que tener en cuenta. Ahí es donde las instituciones y los gobiernos tienen que poner la mira, los proyectos de alto impacto social que pueden cambiar al mundo y que no tienen la atención de las entidades financieras.

P. La física Anne L’Huillier y la bioquímica Katalin Karikó fueron galardonadas este año con el Nobel. ¿Cuán importante es que existan referentes femeninos en la ciencia?

R. Es muy importante, sobre todo si queremos que se equipare el número de chicas y chicos que contribuyen a la ciencia. No hacerlo significa no sólo perdernos el 50% en cuanto a números de la sociedad, sino una visión diferente. En el fondo somos complementarios. Y en los equipos de trabajo, cuando hay diversidad de género, de edad o de raza es cuando los equipos son verdaderamente ricos y se trabaja adecuadamente. Fomentar las vocaciones en las niñas va más allá del hecho de que haya un 50% y un 50%, se trata de que se beneficie la ciencia, de ver y entender la ciencia de forma diferente.

P. ¿Qué le diría a una niña que quiere dedicarse a la ciencia?

R. Mi consejo es que siga adelante y que no tenga miedo, que sea valiente. La ciencia se construye piedra a piedra. No es necesario tener un Nobel para ser un buen científico. Quizás las chicas se sienten más obligadas a dar un salto demasiado largo para conseguir la meta, pero hay que ir pasito a pasito. Lo único que le diría es que ella puede y que todo es posible.

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Elías Camhaji
Es reportero en México de EL PAÍS. Se especializa en reportajes en profundidad sobre temas sociales, política internacional y periodismo de investigación. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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