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Norteamérica busca rearmarse frente al auge comercial de China

La cumbre de Estados Unidos, México y Canadá plantea un fortalecimiento de la alianza regional con una visión común frente a Asia

Desde la izquierda, López Obrador, Biden y Trudeau, el jueves en la Casa Blanca. Vídeo: EFE | EPV

Era una cumbre de líderes de América del Norte con una agenda eminentemente centrada en los desafíos de la región, pero China, su auge comercial y su dominio de los mercados han propiciado una reflexión de fondo en la reunión trilateral entre Estados Unidos, México y Canadá. La cita, conocida coloquialmente como los Three Amigos, fue el jueves el marco para plantear un fortalecimiento de la alianza frente a la potencia asiática. De ello se ha encargado, al comienzo de un encuentro que se ha prolongado durante dos horas en la Casa Blanca el presidente mexicano. Andrés Manuel López Obrador, habitualmente muy prudente en sus comentarios sobre los planes de otros gobiernos, ha lanzado en esta ocasión una advertencia clara ante la expansión económica de Pekín y la amenaza que supone para Norteamérica si sus mandatarios se quedan de brazos cruzados.

El nuevo tratado comercial, en vigor desde julio de 2020, conocido como T-MEC, es en opinión de López Obrador, “el mejor instrumento para hacer frente a la competencia derivada del crecimiento de otras regiones del mundo, en particular la expansión productiva y comercial de China”. El político ha desgranado algunos datos para defender su propuesta ante el estadounidense Joe Biden y el canadiense Justin Trudeau, y ha hecho referencia al problema del desabastecimiento que ha puesto en jaque a la economía norteamericana en vísperas de la temporada de compras navideñas. “No olvidemos que mientras Canadá, Estados Unidos y México representamos el 13% del mercado mundial, China domina el 14,4% y este desnivel viene de hace apenas 30 años, pues en 1990 la participación de China era del 1,7% y la de América del Norte, del 16%”, ha dicho.

Pero la voz de alarma tiene que ver con el futuro. El panorama que ha dibujado López Obrador a partir de las proyecciones de su Gobierno atribuye a China, si no hay un cambio de tendencia, “el dominio del 42% del mercado mundial” dentro de tres décadas. “Nosotros nos quedaríamos con el 12%, que además de ser una desproporción inaceptable en el terreno económico mantendría viva la tentación de apostar a resolver esa disparidad con el uso de la fuerza, lo cual nos pondría en peligro a todos”, ha afirmado. En este contexto, ha enfatizado, “lo mejor” es impulsar la integración regional. “Fortalecernos comercialmente en América del Norte y en todo el continente”, ha especificado.

Existen varias premisas que lo hacen posible, según ha manifestado el presidente mexicano. “Contamos con fuerza de trabajo joven y creativa, con desarrollo tecnológico y con una gran riqueza de recursos naturales. La distancia entre nuestros países nos permite ahorrar en transporte y existe suficiente demanda en nuestros mercados. El consumo per cápita de América es de 18.100 dólares (16.000 euros) anuales, mientras que en Asia es de 4.400 dólares. Sin embargo, en la actualidad un consumidor en nuestra región tiene que ponerse en lista de espera para adquirir un electrodoméstico y un automóvil·, ha lamentado. “¿Por qué no podemos producir en América del Norte lo que consumimos? Claro que sí, es asunto de definición y de estrategia económica regional”, ha continuado.

López Obrador también ha aprovechado la defensa de un plan para frenar la dependencia de China para promover su visión en materia migratoria. En su opinión, Norteamérica debe “dejar de rechazar a migrantes, cuando para crecer se necesita una fuerza de trabajo que no se tiene con suficiencia en Estados Unidos y en Canadá”. “¿Por qué no estudiar la demanda de mano de obra y abrir ordenadamente el flujo migratorio?”. Más allá de los distintos criterios ante este fenómeno, la cumbre sí ha representado una ocasión para volver a impulsar la alianza que durante el mandato de Donald Trump fue torpedeada por el expresidente en nombre de su desprecio de la política exterior. Esta cumbre norteamericana, que echó a andar en 2005 con la ambición de ser anual, no se celebraba desde hacía cinco años.

El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, lo ha resumido así en la Embajada de México en Washington: “Se reinstala una idea de una visión común de Norteamérica en términos económicos, de desarrollo tecnológico, de diseño conjunto, de actuar de común acuerdo frente a diferentes tipos de circunstancias y dificultades”. Y China es precisamente uno de esos frentes. Una señal muy clara la había lanzado, ya por la mañana, Joe Biden durante su reunión bilateral con Justin Trudeau, al afirmar que está “considerando” boicotear parcialmente los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín que se celebrarán el próximo febrero. Y al ser preguntado sobre el auge de los sistemas autocráticos como el chino, el presidente estadounidense ha defendido los valores democráticos. Lo ha hecho antes de su cara a cara con López Obrador. “Estoy seguro de que ambos estamos comprometidos para que la democracia realmente ayude a nuestros pueblos. La democracia en los últimos 20 años se ha visto reducida, son menos [las democracias]”, ha manifestado.

El problema del desabastecimiento es uno de los más preocupantes en este otoño del descontento en Estados Unidos, un país hasta hace no tanto sinónimo de tierra de la abundancia, que ahora se enfrenta a estantes vacíos en los supermercados y retrasos en la entrega de pedidos durante la época más consumista del año. Un festín de compras que arranca en Halloween, el 31 de octubre, registra otro pico en Acción de Gracias, cuarto jueves de noviembre, este año, el próximo día 25, continúa durante el Black Friday y se prolonga durante el resto de la campaña navideña. Entre los motivos de esta tormenta perfecta se incluyen la interrupción de la cadena de suministros desde Asia, debido, en parte, a la variante delta del coronavirus, las deficientes infraestructuras de un país más obsoleto de lo que aparenta y la vuelta con fuerza de los consumidores estadounidenses a la arena de las compras tras el parón de la pandemia y el confinamiento. Todo ello, unido al dato de inflación conocido el viernes pasado, el más alto de los últimos treinta años, ha hundido los niveles de aceptación de Joe Biden, que a duras penas superan el 40% a tan solo un año de vencer en las elecciones presidenciales de 2020.

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