Comprar bacalao y que te den tiburón: la trampa en la venta de pescado en México
Un estudio de la organización Oceana revela que se engaña al consumidor un 44% de las veces que compra productos del mar, lo que abre la puerta de entrada a la pesca ilegal
Casi la mitad de las veces que una persona va a la pescadería en México sale de allí con un producto totalmente distinto al que había pedido. Si compró bacalao o marlin (también llamado pez vela), es muy probable que se esté llevando a casa una especie amenazada de tiburón. Si pidió huachinango, lo que llegará a su plato podría ser una basa importada de China, de mucho menor precio que el que pagó por su pescado. La situación ha alcanzado niveles alarmantes: según el último estudio de la organización Oceana, de media el 44% de las veces que pedimos un pescado en un restaurante, una pescadería o un supermercado no es de la especie que está anunciada.
La trampa pasa casi desapercibida “porque las autoridades no han creado las herramientas que nos permitan recorrer todo el camino del pescado”, dice Mariana Aziz, directora de campañas de transparencia de esa organización internacional, dedicada a la conservación de los océanos. “Cuando vamos a una pescadería, al no existir una política de trazabilidad, no sabemos cómo se capturó, en dónde o qué proceso de transformación hubo”.
La sustitución de especies no solo afecta al bolsillo del consumidor, que puede pagar hasta 700 veces más de lo que debería, sino que significa una puerta de entrada para la pesca ilegal y, por lo tanto, para la explotación insostenible del mar. Si las autoridades no exigen que se informe cómo o dónde fueron capturados, los productos ilícitos entran con mucha mayor facilidad al mercado. De hecho, se estima que entre el 30% y el 50% de la pesca en México es ilegal, según un estudio elaborado por Andrés Cisneros-Montemayor, investigador de la Universidad de British Columbia, en Canadá.
Estados Unidos, el principal socio comercial de México, cuenta con una normativa que exige demostrar la legal procedencia de los pescados que importa. Esto podría explicar dónde acaban muchos de los verdaderos huachinangos o meros que en el país son reemplazados por otras especies. Según los datos de Oceana, precisamente esos dos pescados, que son los que más se exportan, tienen tasas de sustitución de hasta el 100%.
La organización ha estudiado cuatro ciudades reconocidas por su gastronomía: Guadalajara, Mérida, Ensenada y Tijuana. Pese a la cercanía al mar de la mayor parte de ellas, los consumidores fueron engañados de media un 49% de las veces que compraron en la pescadería y un 38% de las veces que acudieron a un restaurante. En el Mercado del Mar de Guadalajara, el segundo más grande de pescados y mariscos de todo México, encontraron que siempre que un consumidor compra marlin, huachinango y lobina le dan otra especie.
El gran perjudicado de todo este esquema es en muchas ocasiones el tiburón. Según Oceana, más de la mitad de las veces que alguien compra bacalao en México lo que realmente come es alguna especie amenazada de tiburón, como el zorro, el puntas negras o el martillo, que está en peligro crítico de extinción según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Oceana ya había publicado en 2019 un estudio similar sobre Ciudad de México, Mazatlán y Cancún que arrojó unos resultados parecidos. Aquella investigación consiguió que las autoridades reconociesen el problema y creasen en marzo de 2020 un grupo de trabajo para redactar una normativa de trazabilidad de los productos del mar en la que están participando organizaciones de la sociedad civil y el sector pesquero.
La Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) declinó ofrecer una entrevista a este diario sobre el problema de la sustitución de especies en México, aunque reconoció mediante un documento escrito que la ley de trazabilidad que se está preparando “contribuirá al combate de la pesca ilegal y será un aliado para otras instituciones federales” dedicadas a evitar que esos productos ilícitos lleguen al consumidor.
Mientras esa normativa sale adelante –algo que podría suceder el año que viene “si la autoridad hace su trabajo”, según Mariana Aziz–, el consumidor tiene en sus manos algunas herramientas para evitar ser engañado. Además de pedir el pescado completo en lugar de filetes para poder distinguir la especie, también puede comprar a organizaciones que voluntariamente informan del arte de pesca y lugar de captura y que hasta ofrecen un código QR para “conocer la historia de tu producto”, como SmartFish.
“Pero no toda la carga puede estar en el consumidor y no podemos exigir que estemos alerta todo el tiempo si nos están vendiendo una especie de mucho menor valor”, reconoce Aziz. “Lo que sí es muy importante es el poder del consumidor informado y responsable, que nos puede ayudar a exigirle a la autoridad que saque adelante cuanto antes esta norma de trazabilidad”.
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