El titánico trabajo de repartir 161 millones de libros escolares en México en medio de la pandemia
La movilización del Ejército, el uso de animales de carga y lanchas rápidas fueron necesarias para que 36 millones de alumnos recibieran manuales para trabajar desde casa
Cuando a inicios de agosto el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, anunció que debido a la contingencia causada por la pandemia de covid-19 las clases en México serían a través de la televisión, un nuevo reto se abría para las autoridades educativas: lograr que más de 161 millones de libros escolares llegaran hasta los hogares de 36 millones de estudiantes que los necesitaban para el inicio del curso, incluyendo zonas remotas de un país inmenso.
Se trata de un trabajo titánico del que dependía el éxito de la nueva normalidad del curso. “Desarrollamos un programa intenso de sanitización de los almacenes, de los libros, de los camiones para la distribución”, explica Antonio Meza, director de la Comisión Nacional de Libros de Texto (Conaliteg). “La dificultad que se presentó es que las escuelas están cerradas. La distribución al detalle depende fundamentalmente del apoyo del Ejército, que entra a las zonas más remotas”, agrega el funcionario.
Con más de 1,9 millones de kilómetros cuadrados, el Ejército es posiblemente la única institución en México que puede cumplir con la tarea de garantizar que los libros lleguen a regiones tan alejadas de las plantas de producción localizadas en Querétaro y Ciudad de México. El año pasado los libros fueron enviados en aviones a la Península de Yucatán, a más de 1.370 kilómetros de la capital. Para la distribución por las diferentes islas del país se usaron barcos de la Marina y lanchas para trasladar las cajas a las escuelas más alejadas y también animales de carga. Fue un reto gigantesco, que había generado dudas sobre la capacidad del Gobierno de López Obrador, quien inició su sexenio el 1 de diciembre de 2018.
“La pandemia nos obligó a todos a cambiar nuestras formas ordinarias de trabajo. La primera decisión durante la contingencia fue proteger a los alumnos y a los maestros y no queríamos interrumpir el aprendizaje de los estudiantes mexicanos”, afirma Meza, un experimentado funcionario que ya ocupó el cargo entre 1994 y 1999, en el Gobierno de Ernesto Zedillo.
Para que el libro de texto llegue a las manos de los estudiantes mexicanos, es necesario el desarrollo de una larga cadena de producción que involucra a 27 editoriales, 28 plantas impresoras, dos enormes almacenes federales y centenares de almacenes estatales donde se guardan los libros. La producción incluye 117.000 libros en braille y 267.000 en lenguas indígenas, además de los 16,6 millones de textos para preescolar, 102,5 millones para primaria y 33,6 millones para secundaria. El costo de fabricación de cada libro es de 20 pesos (alrededor de un dólar) para los de primaria y 40 para los de secundaria.
Las autoridades educativas mexicanas le dan enorme importancia al reparto gratuito de libros de texto en un país donde para muchas familias esto supone una pesada carga económica que puede apartar a los niños del colegio. Alrededor de 60 millones de personas, de un total de 127, son pobres en México y el ingreso mínimo diario, según datos de la Secretaría de Trabajo, es de 123 a 185 pesos, por lo que la compra de libros no está entre las prioridades de miles de familias.
Para la producción y distribución de los manuales escolares el Estado invierte más de 3.000 millones de pesos anuales (139 millones de dólares). Se trata de una tradición que ha cumplido 61 años, desde que en 1959 se creara la Conaliteg por un decreto del entonces presidente Adolfo López Mateos para combatir el enorme rezago educativo que imperaba en el país. Un rezago que a pesar de los avances continúa, si se compara a México con otros países de la OCDE: los resultados del informe PISA de 2018, la prueba internacional que evalúa los sistemas educativos del mundo, revelan que, de casi un millón y medio de estudiantes de 15 años examinados, solo un 1% mostró habilidades avanzadas en lectura, matemáticas y ciencias. Además, el país todavía tiene más de cinco millones de analfabetos, principalmente mujeres indígenas.
Para combatir ese rezago, las autoridades mexicanas apuestan a la tecnología. En el sitio oficial de la Conaliteg han sido digitalizados 250.000 libros para la consulta de los alumnos, un aumento enorme si se toma en cuenta que el año pasado el sitio contaba con 3.000 libros digitalizados, explica Itza Morales, subdirectora de Sistema Operativo de la institución. Debido a la pandemia de coronavirus, esta página web también ha experimentado un incremento en la consulta que hacen estudiantes, maestros y padres de familia: más de nueve millones de visitas entre el 24 de agosto, cuando se reanudó el curso, y el 6 de septiembre.
Un dato que no sorprende es que la mayoría de quienes consultan son mujeres de 25 a 34 años. “Las que están cumpliendo un papel central en la educación remota son las mujeres, quienes llevan el peso de salir adelante para que no se interrumpa el aprendizaje”, afirma Meza. Las autoridades de educación se muestran orgullosas con haber cumplido con la distribución de libros, a pesar de la critica que ha generado en el gremio de maestros el aprendizaje por la televisión. “Una de las cosas positivas que nos va a dejar esto [la pandemia] es el acercamiento a la tecnología y la Secretaría de Educación ha tenido que desarrollar modalidades ingeniosas, novedosas, para garantizar el aprendizaje”, concluye el funcionario.
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