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Un día de clase en televisión

México reabre el ciclo escolar con tareas a través de la pantalla, ante la incertidumbre de millones de estudiantes y padres

Carlos S. Maldonado
Máximo toma clases en línea en su habitación, en Ciudad de México, este lunes 24 de agosto.
Máximo toma clases en línea en su habitación, en Ciudad de México, este lunes 24 de agosto.Nayeli Cruz

Karen Sandi está sentada en la escalera de la primera planta de su casa, mientras mira a su hija Bali, de seis años, hacer ejercicio frente al televisor. En la pantalla el clavadista mexicano Rommel Pacheco dirige los ejercicios, como parte de la rutina del nuevo ciclo escolar que este lunes inició en México con las clases impartidas por televisión. Bali hace sentadillas, flexiona las piernas al lado derecho, luego al izquierdo, salta y toma diez segundos de descanso, según indica su nuevo maestro. “Esto es complicado”, dice Sandi, mientras sonríe a la niña que la ve buscando su aprobación. “No va a ser lo mismo aprender aquí con un televisor en comparación con ir a la escuela”, afirma la madre, de 26 años. “En la escuela hay más disciplina. Esto no es correcto”, agrega.

El presidente Andrés Manuel López Obrador agradeció el esfuerzo de los padres para mantener a sus hijos pegados en una pantalla, para que puedan seguir las clases televisadas. El mandatario también ha admitido que es un reto enorme mantener de esta manera a más de 30 millones de estudiantes dentro del sistema, después de que la SEP anunciara a inicios de agosto que 2,5 millones de estudiantes abandonaron las clases debido a los problemas generados por la pandemia de la covid-19, que llevó al Gobierno a echar el candado en las escuelas en marzo. Tampoco es fácil en un país con más de 60 millones de pobres, con otros millones que deben salir día a día a trabajar y no pueden acompañar a sus hijos con el aprendizaje en clase. Además, hay 16 millones de hogares que no cuentan con conexión a Internet y otros 14 millones de mexicanos que ni siquiera tienen un aparato de televisor.

Para Karen Sandi ha sido una jornada rara. Primero, había olvidado las clases de la mañana, mientras su hija, su hijo más pequeño y los otros niños jugueteaban por toda la casa. Cuando encendió el televisor no encontró los canales indicados por la Secretaría de Educación Pública que, con apoyo de cuatro cadenas privadas y canales públicos, diseñó los contenidos para el curso que ha comenzado este 24 de agosto. El zapeo ha durado varios minutos desconcertantes: clic, una telenovela. Otro clic, un programa del corazón. Más clics: música, deporte, documentales. La chica –separada del padre de sus hijos– asegura que no tiene la información de las materias, no cuenta con los libros escolares y teme que la nueva modalidad signifique un retroceso en el aprendizaje de sus niños. Mientras, el más pequeño grita: “¡No quiero ir a clases!” Lo que quiere, asegura, es ser espía, mientras se esconde debajo del comedor.

Todo alrededor es ruido: los otros niños corretean, suben y bajan las escaleras, piden comida. Sandi vive con sus padres, su hermana y otros familiares. En la casa hay dos televisores, pero a la chica le agobia pensar que ella también debe sacar tiempo, martes y jueves, para tomar sus clases en línea y poder terminar la preparatoria. Espera que su hermana le ayude con uno de los niños esos días, dice, mientras su mamá se encargará del más pequeño. “¡Imagínate qué problemático será para quienes tienen varios hijos y un solo televisor!”, exclama, no sin un poco de alivio, como si lo que tiene que enfrentar es menor por contar con el apoyo familiar.

Baali Sandi toma clase de deportes en la sala de su casa frente al televisor.
Baali Sandi toma clase de deportes en la sala de su casa frente al televisor.Nayeli Cruz

Lo cierto es que esta mañana ha sido una prueba de fuego para madre e hijos. Bali ve atenta los dibujos que aparecen ahora en la pantalla, durante la clase de arte, pero la madre teme que pierda pronto el interés y decida seguir correteando con los otros niños de la casa. ¿Quién evaluará el aprendizaje? Karen se encoge de hombros. ¿Hay contactos con los maestros? Cree que sí. Está decidida a cambiar a sus hijos de escuela para tener un mayor control del proceso, porque en la escuela donde ahora estudian fueron inscritos por el padre, con quien vivían. La relación entre ambos no es buena y la chica se siente perdida con el nuevo curso. Afirma que aprovechará la semana para hacer el trámite en el nuevo colegio, también público, pero sabe que no será fácil. Vive en la Colonia Ajusco, al sur de ciudad de México, una de las más golpeadas por la pandemia de coronavirus, que ha dejado más de 60.000 muertos en México. Es por eso por lo que no hubo entregas de útiles escolares y Karen no sabrá si podrá cambiar de escuela a sus hijos.

–¿Sí pusiste atención?– pregunta la madre a Bali

–¡Síiii!– responde la niña, sonriente

–¿A ver, dime qué dijo el profesor?–

Cuando la niña vuelve a la pantalla, la madre explica, resignada: “Esto no es una convivencia sana para los niños. Esto no les va a ayudar. En lugar de avanzar van a ir retrocediendo. No va a funcionar y no es un proceso para los niños”.

En Nezahualcóyotl, al oriente de la capital, Diego Nahuatlato, de 14 años, se siente un poco desconcertado. Ha terminado el primer día del curso de tercero de secundaria, con cinco materias impartidas desde el televisor familiar, en el pequeño salón de su casa, sentado en un sofá con una mesita como escritorio. El chico ha tomado apuntes, ha escuchado atentamente las indicaciones que salen de la pantalla. “La verdad no estuvo bien, porque no nos enseñaron cosas de nuestro grado. Hicieron un repaso del año pasado, pero nos enseñan como si fuéramos más chicos”, explica.

Diego Nahuatlato, estudiante de tercer año de secundaria, estudia con la televisión familiar en su casa de Ciudad de México.
Diego Nahuatlato, estudiante de tercer año de secundaria, estudia con la televisión familiar en su casa de Ciudad de México.Cortesía

Para él también es una experiencia extraña. “Por televisión no se aprende como estábamos en el aula, aquí no nos enseñan muchas cosas. Es más ligero, exige menos”, dice. Él y sus padres cuentan con todos los materiales, conocen los horarios de las clases, pero lo que lo desorienta es no saber si en algún momento, cuando tenga una duda durante una clase, podrá consultarla con su maestro. “Creo que podría enviarle un correo”, dice. Diego explica que para este curso a cada estudiante las autoridades de la escuela le abrieron un correo para acceder a materiales en Internet, desde donde también le enviarán las tareas. “A mi mamá no le gusta el método de enseñanza”, confiesa el chico. “Cada media hora, al terminar una clase, ponen música y explican la historia del autor. También hacemos estiramientos. No les hago caso, es una pérdida de tiempo. No me adecuo”, advierte.

Esteban Moctezuma, secretario de Educación, pidió el domingo a los padres más apoyo e involucrarse en este nuevo proceso, pero él mismo admitió que sería difícil: la crisis ha golpeado a las familias y millones de mexicanos tienen que reinvertirse para salir adelante. Los que todavía cuentan con un trabajo con contrato, estable, o ingresos fijos, han optado por la educación privada.

Es el caso de Yumiko López y Alejandro Escalante, una joven pareja que vive en un cómodo apartamento en Coyoacán, al sur de Ciudad de México. Esta mañana de lunes su hijo, Bruno, se ha conectado desde su teléfono móvil a las clases de su escuela privada en su propia habitación, en un pequeño búnker que ha creado y decorado con dibujos y fotos de sus dos perros. “Queríamos un espacio que el niño sintiera suyo, donde pueda trabajar”, explica Alejandro.

Bruno toma clase de matemáticas en línea, en su casa de Coyoacán.
Bruno toma clase de matemáticas en línea, en su casa de Coyoacán.Nayeli Cruz

La pareja hace un esfuerzo extra para mantener al niño en el colegio, porque sus ingresos por rentas de departamentos se les han desplomado por culpa de la covid-19. “Consideré ingresarlo en la escuela pública, pero luego pensé que todavía tengo posibilidades de pagarle el colegio, un poco apretada, pero lo hago para darle estabilidad”, afirma Yumiko. Estos padres admiten que son unos privilegiados en un país de grandes desigualdades. Con sus comodidades representan la otra cara de un regreso a clases extraño, marcado por el confinamiento, la pandemia y el cierre de las escuelas.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.

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