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Crianza hijos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Fuego en el cuerpo’: aulas a pleno sol

Supongo que sería caro y poco ecológico que todos los colegios e institutos tuvieran aire acondicionado, pero también resulta curioso que sean de los pocos edificios públicos que no dispongan de sistemas de enfriamiento

William Hurt y Kathleen Turner en un fotograma de la película 'Fuego en el cuerpo' (1981).
William Hurt y Kathleen Turner en un fotograma de la película 'Fuego en el cuerpo' (1981).

La paternidad te lleva a preocuparte por cosas que nunca imaginarías, como la temperatura ajena. Y no hablo de ese sexto sentido que te lleva a saber cuándo le tienes que poner los calcetines al bebé para que no se resfríe o irle quitando capas para que no se derrita (no sé los vuestros, pero los dos míos han salido muy calurosos y cuesta equilibrar la temperatura familiar). Me refiero a una preocupación constante y diaria sobre el calorazo que han soportado nuestros hijos en las aulas y patios estas últimas semanas del curso.

Igual que la pandemia los había tenido dos años con las ventanas abiertas en invierno, ahora el cambio climático y unos edificios con pocas comodidades convertían a muchas clases en grandes parrillas de pollo a l’ast y solo faltaba que algún encargado de Educación entrara a regarles jugo por encima, por si pasara algún caníbal por la zona.

Una cosa es el verano de amor tórrido de William Hurt y Kathleen Turner en Fuego en el cuerpo (1981), del director Lawrence Kasdan, y la otra es sufrir a todas horas bochorno en clase. Vale que en nuestra época no había más remedio que abrir la ventana y apechugar con el calor. Eso no nos volvía más espartanos ni resistentes. Era lo que había y si los colegios se lo hubieran podido permitir (o hubieran querido hacer el gasto), aunque fueran unos tristes ventiladores de pared, que eso ya existía, habríamos ido a clase mucho más felices.

Que te exijan mucho con los deberes a cierta edad te puede convertir de mayor en un mejor profesional con más conocimientos o mejor gestión del estrés. Pero que te achicharres en clase no sirve absolutamente para nada, excepto para desmotivar o desconcentrar a cualquiera.

El dilema de final de curso (y de principio del próximo, porque las temperaturas altas vienen para quedarse y a principios de septiembre creo yo que no se pondrá a nevar) era suspender horas de clase y enviar a los niños a casa antes de que explotaran como palomitas en el microondas. Por supuesto, ya nos preocuparíamos las familias de tenerlos fresquitos y entretenidos, que para eso los hemos parido. No olvidemos que los profesores sufren el calor igual y que además tienen que lidiar con veintipico chavales inquietos a punto de marearse o sublevarse.

Supongo que sería caro y poco ecológico que todos los colegios e institutos tuvieran aire acondicionado, pero también resulta curioso que sean de los pocos edificios públicos que no dispongan de sistemas de enfriamiento. Antes de que se nos desmayen los críos, estarían bien implementar sistemas apañados, como toldos, pulverizadores de agua o abanicos en el aula.

Quedan menos de tres meses para que vuelva a repetirse esta situación, que será constante hasta que explote el planeta. Docentes, familias y alumnos esperamos que mientras están fresquitos en sus despachos pensando en las vacaciones los responsables arreglen la situación antes de que se caldee más el ambiente.

*Martín Piñol es autor de 33 libros, su serie infantil ‘La cocina de los monstruos’ se ha publicado en varios países. Su última novela es ’El club de las sombras’.

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