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Por qué cambia nuestra relación con nuestras madres cuando tenemos un hijo

Cada vez que llega una criatura a casa se recoloca todo el sistema familiar. Este nuevo encaje lleva un tiempo de adaptación y puede que a las abuelas, en un inicio, les cueste entender que ahora su lugar es otro

Madres hijos
Tres generaciones: bebé, mamá, abuela.Unplash

Cada vez que llega una criatura a casa se recoloca todo el sistema familiar: las hijas se convierten en madres, las hermanas en tías y las madres en abuelas. Este nuevo encaje lleva un tiempo de adaptación y puede que a las abuelas, en un inicio, les cueste entender que ahora su lugar es otro. También nos cuesta a las recién madres dejar de ser el centro de atención de nuestras madres para pasar a un segundo plano.

Cuenta la psicóloga Paola Roig-Gironella que una vez, una madre de las que asiste a sus clases posparto le contó que su relación con su madre se había deteriorado desde el nacimiento de su hija. “Es que parece que prefieras buscar en Google y que te responda un extraño que preguntármelo a mí. Yo he criado a tres hijos. Y no lo he hecho tan mal ¿no?”, le reprochaba la abuela a la madre primeriza. Como en la mayoría de campos las investigaciones sobre bebés, crianza y maternidad avanzan. La psicóloga, miembro del espacio de crianza Pell a Pell, señala que ahora, por ejemplo, sabemos muchas más cosas sobre cómo funciona la lactancia materna o tenemos evidencia científica sobre lo problemático de dejar llorar a los bebés. “Sabemos también sobre la importancia que tiene el movimiento libre o el contacto piel con piel después de nacer”.

Toda esta información está al alcance de nuestra mano (por un click mediante) algo que nuestras madres simplemente no tenían. “Ellas hicieron lo que pudieron con la información de la que disponían, que era poca. La mayoría tenía el testimonio de su propia madre y lo que le decía un solo pediatra”. Es por eso que, avanza la evidencia científica y se democratiza la información, así que la manera de criar entre generaciones es distinta.

Nuestras madres esperan ser el gran apoyo, darnos consejos y acompañarnos día y noche en el proceso de maternar. De una forma u otra volcar en nosotras todo lo que ellas vivieron y aprendieron. Roig-Gironella afirma que hoy en día, hacemos las cosas muy distintas a cómo las hicieron ellas y aunque no las juzguemos, ellas pueden sentirse precisamente así. Las abuelas pueden sentirse atacadas, e incluso sentir que no lo hicieron suficientemente bien. Y desde ese dolor, según la psicóloga, puede ser que reaccionen “metiéndose” con nuestra manera de criar. Celeste Vaiana es psicóloga especialista en crianza y educación, cuenta que las madres intentamos criar teniendo muy presente lo que consideramos que nuestros padres no hicieron bien, “lo que espeja en ellos un dolor por sus propios errores”.

Vaiana afirma que hay que tener en cuenta que la mayoría de consejos, aunque a veces expresados de manera errónea o poco asertiva, vienen lanzados desde el amor. “Desde el querer cuidarnos, a nosotras y a nuestro bebé y desde transmitirnos alguna cosa que a ellas les funcionó y que a ellas les fue bien”. Puede que si hacemos esta lectura y sobre todo la interiorizamos nos será mucho más fácil lidiar con consejos que no pedimos. “Quizá podemos agradecer el consejo, verbalizar que lo tenemos en cuenta y transmitir también que nosotras estamos buscando nuestra propia manera de hacer. Que no es ni mejor ni peor que la suya. Simplemente, es la nuestra, pero queremos probarla, igual que hicieron ellas”, dice la psicóloga Roig-Gironella.

Sobre cómo podemos establecer límites respecto a la crianza de nuestros niños con nuestras madres y padres, las psicólogas afirman que es muy útil transmitir a los abuelos que los límites cuidan. “Nos cuidan a nosotras que estaremos más tranquilas. Cuidan a las criaturas que sabrán qué esperar en cada momento. Y cuidan también a las abuelas, que podrán disfrutar de sus nietos y de una buena relación con las hijas y nueras”. Lo importante es transmitirles que criamos y educamos a nuestros niños y niñas a nuestra manera porque es lo que nos encaja mejor, y que “cada maestrillo tiene su librillo”.

Los límites dependen también de qué les estamos pidiendo a los abuelos. Muchos asumen grandes franjas horarias de cuidado de los nietos: los recogen en la escuela, juegan con ellos, les dan de cenar y hasta los bañan. Lo hacen gratuitamente y con un derroche de amor. Para Roig-Gironella dice que esto no tiene un precio económico, pero que quizá el precio a pagar es que no harán las cosas exactamente como nosotras queremos. “Las harán a su manera y sería injusto pedirles otra cosa. Dejar a las criaturas dos o tres tardes a la semana con los abuelos y además pedirles que sigan veinte normas es inviable”, dice. La virtud está en el punto medio, así que quizá podemos comunicarles y establecer dos o tres normas que nos parezcan importantes y “soltar el resto”.

A veces caemos en el barranco de querer educar a nuestras propias madres. “Hacerles pedagogía de la crianza citándoles a la OMS y lo que recomiendan matronas y pediatras actualizados. Y en realidad, a veces lo que queremos es que nuestras madres y padres nos den la razón. Y es ahí el núcleo del conflicto: seguimos buscando la aprobación de mamá”, concluye Paola Roig-Gironella. Hemos de entender que a veces no nos darán su aprobación (ni compartirán nuestros procedimientos o formas de hacer) y que nosotras tampoco debemos enseñarles nada.

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