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¿El movimiento libre es dejar hacer a los niños lo que quieran?

Desarrollado por Emmi Pikler, este método favorece que el menor se conozca a sí mismo y es una forma particular de entender el desarrollo motor donde el adulto no le enseña a moverse

Desde la pedagogía pikleriana, el movimiento se da de forma autoinducida y autónoma.
Desde la pedagogía pikleriana, el movimiento se da de forma autoinducida y autónoma.Michael Podger (Unsplash)

A los padres y a las madres en ocasiones nos cuesta esperar y acompañar los ritmos del nuestros bebés. Creemos que ayudándoles, empujándoles, colocándoles, les vamos avanzando en sus pasos. Pero no, cada niño y niña tiene un ritmo que debemos respetar, y querer ir más rápido que sus tiempos no beneficia el crecimiento y el desarrollo de los pequeños. Romina Pérez Toldi (alias Tetaaporter) es pedagoga y muy reputada en la visión sobre movimiento libre: “El movimiento libre es una forma particular de entender el desarrollo motor donde el adulto apoya, pero no coloca al niño o niña en posiciones que no ha logrado por sí mismo, ni lo adelanta en su desarrollo ni le enseña a moverse. Entendemos el desarrollo motor como una cuestión madurativa e intrínseca a la especie humana. El bebé aprenderá a caminar porque está preparado para caminar, no porque nadie le enseñe, lo mismo que ponerse boca abajo o sentarse.”

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Un bebé que puede rodar por el suelo es un bebé que vive con placer su cuerpo y sus capacidades, que puede desarrollar su autonomía y que siente el apoyo de los adultos que lo cuidan. En cambio, un bebé sentado de forma prematura es un bebé que queda muchas veces inmovilizado, que es sacado de su competencia, que necesitará al adulto para llegar a esta posición y para salir de esta posición. Habrá que acercarle continuamente los juguetes, se sentirá cada vez menos capaz y más dependiente, será así colocado en la incapacidad y veremos en él muchos más estados de frustración e incomodidad”, asegura Romina Pérez Toldi.

Desde esta idea que nace de la pedagogía pikleriana el movimiento se da de forma autoinducida y autónoma. Lo que el bebé sí necesita es un necesita un vínculo seguro con los adultos y un espacio y unos materiales pertinentes que apoyen su desarrollo. Alma García es psicopedagoga especialista en desarrollo infantil y orientación (Conocida también en Facebook por su página: “Aprendizaje, desarrollo y salud”): “Hay que confiar en la naturaleza humana sabiendo que el bebé es un ser capaz de hacer lo que naturalmente está preparado para hacer por sí mismo y al tiempo adecuado sin intervenir ni organizar o guiar desde la mirada adulta. Los padres y las madres lo hacemos con la mejor intención pero cada vez que intervenimos, que ofrecemos material que no necesitan, que les colocamos en una postura no lograda por ellos y ellas, que ofrecemos lo que no han pedido... les estamos privando de la grandeza del descubrimiento y de poder seguir sus impulsos y ritmos. Ellos tienen que aprender a guiarse por sus instintos”.

El movimiento libre de Emmi Pikler no es amigo de los juguetes con luces, colores, formas muy cerradas y lleven pilar. La máxima es sencilla: si el juguete lo hace todo la imaginación del niño no hace nada. Los colores llamativos tampoco ayudan. Alma García es poco amiga de los muñecos u objetos para los primeros meses: “su cuerpo es ya un juguete. Recuerda el día que tu hijo o hija se descubrió los pies o las manos, seguro que le dedicó horas solo a eso. No hace falta darle nada extra mientras se conoce”. Alma asegura que ante la avalancha de juegos muy organizados y definidos la respuesta son los no organizados: trozos de madera, telas de colores, revistas, hasta las fiambreras de la cocina. Y que su cabecita se imagine el resto apilando, organizando, lanzando.

Romina Pérez nos cuenta que desde esta idea de acompañamiento al desarrollo motor, los padres y las madres podemos buscar espacios, mobiliario y materiales que acompañen a la actividad autónoma de nuestros pequeños, pero que, es él quién debe colocar y elegir sus propios objetos. “El bebé, niño y niña decide con qué juega, de qué manera, durante cuánto rato, en qué lugar y en qué posición. Los cuidadores ofrecemos materiales desestructurados que den respuesta a los distintos momentos de desarrollo, intereses y formas de manipulación, y también les brindamos el mobiliario que dé respuesta a su necesidad de movimiento”. Así que sí, el movimiento libre trata de darles banda ancha para que hagan lo que quieran y, los adultos estemos atentos y disponibles para generar un marco protector desde el que los pequeños puedan desplegar sus potencias.

Según Alma García el movimiento libre favorece que el bebé o niño se conozca a sí mismo, “cuando te conoces, la medida del mundo y de las cosas es mucho más sencilla”. La independencia que se les propone a los niños se traduce en seguridad en sí mismos, en confianza. “Son niños y niñas capaces de jugar solos y casi con cualquier cosa pues han podido desarrollar su imaginación sin cortapisas. ¿Y qué es la inteligencia sino una manera creativa de solucionar los problemas? Físicamente favorece la propiocepción y el equilibrio, el tono muscular, la coordinación. Y a nivel cognitivo son también muchas e importantes, ya que un/a peque que se mueve es un cuerpo calloso (la zona inter hemisférica) estimulado y conectado, que nos ayudará a aprender mejor”. Romina concluye: “No podemos pensar en el movimiento libre solo como una cuestión meramente fisiológica, aunque también lo sea, es una forma de comprender al infante desde su capacidad, una forma de acompañarlo, mirarlo, tocarlo y comunicarnos con él. Es una cuestión ética y epistemológica desde la que buscamos que desarrolle sin límites”.

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